Uno de los criterios de
autenticidad de una religión es su manifestación y acción a favor de los
Derechos Humanos. Cuando la religión se utiliza para legitimar comportamientos
e ideologías contrarias a estos derechos podemos decir, sin miedo a errar, que está
traicionando a su razón de ser.

La mayoría de los obispos
españoles, en estos momentos de crisis, no están contribuyendo a la
construcción de una sociedad más justa y solidaria. Nos hacemos eco del
comunicado de la Asociación de Teólogas y teólogos Juan XXIII.

DECLARACIÓN DE LA ASOCIACIÓN DE TEÓLOGOS Y
TEÓLOGAS JUAN XXIII

LA
CRISIS, DESASTRE HUMANO

La Asociación de Teólogos y Teólogas
Juan XXIII, sensible a los dramas humanos que está generando la crisis,
queremos expresar nuestra solidaridad con los sectores más vulnerables de la
sociedad que sufren en carne propia las consecuencias de una crisis de la que
no son responsables y compartir las siguientes reflexiones.

1. Después de cuatro años hablando y lamentándonos de la crisis económica,
creemos que hay un factor fundamental de este patético problema, que, a nuestro
juicio, no se ha valorado aún debidamente en su justa dimensión y en sus
consecuencias, y sin el cual la crisis no tendrá remedio. Dicho factor consiste
en que la crisis ha sido provocada, no sólo por la economía, sino, como
componente muy decisivo, por la corrupción. Los desastres que está causando han
sido motivados por el dinero y el capital, pero también, y quizá en mayor
medida, por la falta de ética y la desvergüenza de quienes han tenido la mayor
responsabilidad en este desastre.

2. Con razón se ha dicho que las
creencias sociales se diferencian de las ciencias exactas en que las
convicciones afectan a la realidad. Nuestra realidad social y humana está tan deteriorada
porque ha nacido de convicciones perversas. Sobre todo, la convicción de que lo
que importa en la vida es el lucro y la ganancia, el disfrute y el derroche,
sin reparar en los medios ilícitos con los que eso se ha conseguido por
personas y grupos influyentes, concretamente en el tejido social de nuestro
país.

3. La consecuencia inevitable de
este estado de cosas ha sido el triunfo de poderes y de pautas de conducta que
nos está llevando hacia un modelo de sociedad desigual en el que un reducido
número de ciudadanos goza de unos ingresos económicos y de unos derechos de los
que carece el resto de la población. Pensamos que en esto se concentra el
problema más grave que se nos plantea ahora. Un problema del que muchos de los ciudadanos
no acaban de tomar conciencia, ya que un sector importante de la población
confía en que España, y los países que estamos pagando las peores consecuencias
de la crisis, se recuperarán de este desastre y volverán recuperar el estado
del bienestar del que han disfrutado durante las últimas décadas.

Así las cosas, creemos urgente que la ciudadanía tome conciencia de
que estamos ante el final de un ciclo cultural, político y económico. Los
poderes públicos están poniendo las bases de otro modelo de sociedad, que las
personas mayores recuerdan con espanto: el viejo modelo en el que un grupo de
familias poderosas gozaban de privilegios económicos, educativos, sanitarios y
legales, que no estaban al alcance de la gran mayoría de los españoles y de las
españolas.

4. Al afirmar esto, creemos que lo
más grave y peligroso, que se nos viene encima, además del hecho doloroso de
que el desempleo crezca y se prolongue durante años, es que nos están quitando nuestros derechos
fundamentales, al tiempo que la cultura, la educación y la sanidad se están
convirtiendo en poco tiempo en privilegios de los pocos afortunados que
pretenden dominarnos a los demás.

No es ajena a esta situación la
pésima gestión de muchos políticos y la corrupción de algunos de ellos, que
está produciendo daños graves a la democracia y generando descrédito de la
misma en mucha gente.

5. Valoramos positivamente las
manifestaciones y actitudes solidarias de algunos obispos. Pero, al tomar
conciencia de esta aterradora situación y de este proyecto opresor, que se nos
oculta intencionadamente mediante mentiras incesantes, nos preocupa
especialmente el silencio de un sector importante de la Iglesia jerárquica o la
postura condescendiente con las injustas medidas gubernamentales ante un estado
de cosas que entraña tanto dolor e inseguridad en los individuos y en las
familias, y tanta desesperanza ante el futuro incierto y grave que se nos
avecina. Creemos que los obispos, en España y en Europa, están cometiendo el
mayor escándalo de los últimos tiempos. Las religiones, y concretamente la
Iglesia católica en nuestro país, siguen teniendo un peso de autoridad moral
importante, que puede ser decisivo en asuntos que afectan de forma tan directa
a la conducta moral de los ciudadanos y a la felicidad o la infelicidad de quienes
peor lo pasan en la vida.

Callarse o hacer declaraciones tibias en esta situación es el peor
“pecado de omisión” que ahora mismo se puede cometer. Estamos ante un escándalo
que clama al cielo. No se puede comprender cómo nuestros obispos protestan por
las cuestiones que afectan a la moral sexual, tal como ellos la entienden y la
proponen, o por la defensa de sus privilegios económicos y legales, al tiempo
que se muestran insensibles ante el sufrimiento de tantas personas que se ven
obligadas a cargar con el yugo más pesado que los empobrecidos tienen que
soportar. En esto se juega el ser o no ser de la
Iglesia. Porque una Iglesia, cuya jerarquía guarda silencio o se expresa con
una ambigüedad pretendidamente neutral ante una situación tan extremadamente
grave, no puede ser la Iglesia que quiso Jesús de Nazaret.

6. Ante esta actitud de la jerarquía
católica, gran parte de opinión pública considera que la institución
eclesiástica se ha integrado en el sistema económico-político que se nos ha
impuesto es parte del sistema, lo justifica, lo legitima, lo defiende y lo
protege. Por eso, nos preguntamos: ¿Cómo se puede predicar el Evangelio de Jesús
de Nazaret en tales condiciones? La Iglesia necesita una renovación a fondo y
una recuperación evangélica. Cuando, en estos días, recordamos la figura
ejemplar del papa Juan XXIII y el cincuenta aniversario de la inauguración del
Concilio Vaticano II, pedimos de forma apremiante:

– A los obispos, que las
actitudes solidarias y las denuncias radicales contra los poderosos de nuestro tiempo
se constituyan en criterio rector de nuestras vidas: la opción por los
empobrecidos, la austeridad, la solidaridad con los marginados, la mesa
compartida con quienes carecen del sustento diario, la compasión con los que
sufren, la justicia y el trabajo por la paz, y que renuncien a los privilegios
que les otorgan los Acuerdos de 1979 ya que les
impiden optar por los sectores
marginados.

– A las organizaciones cristianas de base, movimientos apostólicos
obreros y algunas instituciones eclesiales de las diferentes tradiciones
cristianas, que sigan trabajando solidariamente, como lo vienen haciendo, en
favor de las víctimas de la crisis. Dichos colectivos cuentan con nuestro apoyo
y nuestra colaboración.

– A los gobernantes de la Nación, de las Comunidades Autónomas y de
los Municipios, que en el ejercicio del gobierno den ejemplo de honradez,
respeto, tolerancia y defiendan la dignidad de las personas y la igualdad de
derechos que establece nuestra Constitución, como los fundamentos básicos sobre
los que se asiente la recuperación de nuestra sociedad.

Madrid,
19 de octubre de 2012