Cada cuatro años nos toca entonar a los vecinos de pueblos y ciudades el “pobre de mí”. Sí, cada cuatro años se hace una raya al proceso de desarrollo que emana desde las sedes consistoriales y se engendra una especie de borrón y cuenta nueva admitido por los vecinos. Sísifo comienza nuevamente a escalar la montaña.

Aquellas cuestiones aprobadas durante cuatro años en los distintos plenos municipales o distritales que llenaron de alegría a muchos de los vecinos, se apartan, quedan en el olvido. No se llevaron a cabo antes por falta de presupuesto, alegaron unas veces, otras por falta de interés, en la mayoría de los casos. Las nuevas corporaciones electas hacen caso omiso de lo aprobado con anterioridad. Mal comienzo para unos demócratas.

Un año más la frustración llega a pueblos y ciudades. Atrás queda la remodelación del “Teatro Madrid”, que sigue excomulgado de la cultura, atrás queda un proyecto que dé vida a los vecinos de la contaminada capital, plantando miles de árboles que ofrezcan mejoras en el ambiente por el que transitan sus vecinos. Adiós a una ciudad cómoda y asequible. Todos esos proyectos y reivindicaciones se guardarán en el cajón en el que reposa la sempiterna Velintonia 3, ese anciano proyecto de crear en esa morada donde vivió y creció tertulia tras tertulia, la poesía. Velintonia 3 sigue pidiendo ser Casa de la Poesía. Se inició esa petición a la muerte de su morador, el premio Nobel Vicente Alexandre, en 1984, pero la molicie y la falta de interés e iniciativa de las administraciones mantiene las verdes puertas y ventanas cerradas al mundo de la poética.

Tras la llegada de las nuevas corporaciones nos seguiremos preguntando por qué se han restaurado calles que no estaban en mal estado, por qué no se han plantado árboles en los alcorques vacíos, por qué no se ha frenado la contaminación y mejorado el arbolado, por qué no cuentan todos los jardines de espacios con dotaciones suficientes para el entrenamiento y rehabilitación de la tercera edad. Sí, digo rehabilitación porque la sanidad pública ya no ofrece una rehabilitación adecuada. Ha llegado la moda de visitar al “fisio” un par de veces por semana y el resto por tu cuenta, como puedas y donde puedas, hay que buscarse la vida y cada vecino lo debe hacer por su cuenta.

Lo mismo ocurre en otras parcelas de la cotidiana existencia de los sufridos vecindarios, los sufrientes ven como una legislatura más las cosas que ellos entienden que deben formar parte de sus necesidades no se han cumplido un cuatrienio más. Sí, me hablan algunas amistades que vieron un nuevo programa televisivo sobre un “reality” de teatro. Me comentaban que era necesario de una vez por todas el pedir a los nuevos inquilinos de los consistorios la creación de escuelas teatrales municipales, abiertas para todas las edades, en todas las poblaciones.

Ciertamente la capital del reino adolece de estas estructuras, más allá de la longeva “Teatral de Arniches”, que es la única Escuela Municipal de Arte Dramático en Madrid. La desidia no solo compete a la municipalidad, la página oficial del Centro de Documentación de las Artes Escénicas y la Música, dependiente del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y la Música, mantiene como director de la “Teatral” a su creador y primer director Don Guillermo Alonso del Real, no sería de extrañar que apareciese entre su profesorado la que fue una de sus más destacadas profesoras Mari Paz Ballesteros, durante años asesora del teatro Español en el verso del siglo de Oro y jubilada hace muchos años.

Esta desidia mantenida constantemente con las Artes Escénicas por parte de las distintas administraciones es lo que sigue dejando pasmado al vecindario que cree necesario para el desarrollo vital de la sociedad el teatro. La imposibilidad de formarse en el arte de Talía, en una escuela municipal y sin comprender por qué hay que hacerlo en una escuela privada cuando existen muchas escuelas municipales de música. Alguien a mi lado apunta que a los instrumentos se les entiende menos cuando reivindican el camino que ha emprendido una sociedad muda.

Tras ver el primer programa en la 2 tv, algunas buenas gentes me han llamado para pedir que hable sobre este problema social. Sí, problema social. La formación de una persona pasa, directa o indirectamente por las bases de la formación en interpretación. La primera podría ser la oratoria, la capacidad de transmitir por la voz, pero no le anda a la zaga el gesto. Unido en ocasiones al severo silencio dramático.

Si un humano es incapaz de comprender el texto que lee e interpretarlo dentro del contexto en el que está escrito, es decir; de enterarse de lo que ha leído y analizar lo que está escrito en el contexto y época que se escribió, es sumamente dificultoso que llegue a poder ser empático con el mundo y el resultado es el constante estado de crítica y revisionismo que nos atenaza en la actualidad por causa de las malas interpretaciones. Si no tienes experiencia sobre los sentimientos, ya que la socialización en la actualidad se hace desde una consola o a través de tutoriales más o menos porno, nunca sabrá el sujeto social como debe ser una relación y no será capaz de mostrar su alma ya que no ha experimentado el abanico emocional que tiene dentro. El teatro es ficción, sí, pero hay que hacerlo con el corazón, con los hígados y hasta el bofe; difícilmente en la cotidianidad de la vida, podrá nadie ponerse en el lugar del otro si es ajeno a los sentimientos.

Si nadie nos capacita para expresar emociones y ser entendido por los demás cuando joven, es más difícil que eso ocurra en el adulto. Muchos seres, antes de la madurez emocional dejan la vida por no entenderla y no sentirse entendidos. Sin el teatro estamos creando una sociedad autista, me dicen algunas personas de mi entorno.

Otras con más habilidades sociales me muestran otra necesidad que emana del teatro. Cuando alguien no está incluido en la realidad social y no tiene fórmulas para entroncarse en ella, ni dinero para evadirse y es señalado por distintas razones, ocurre que aparecen bandas y manadas que corrompen las fibras de su espíritu y someten a la juventud a base de teatralidad descontrolada y testosterona emergente a un proceso de gregarismo antisocial propio del desarraigo. Las emergentes manadas y bandas juveniles proceden del desarraigo y la falta de capacidad en el entendimiento de las emociones, de las propias y, por tanto, de las ajenas. En cambio las artes modulan el espíritu, en este caso las artes escénicas ofrecen todo tipo de herramientas para que el individuo semi desterrado, no se aleje más, regrese y quede dentro de los parámetros de esa sociedad por la que circula, que no es la mejor y que hay que luchar por mejorarla, pero sin machetes ni violaciones. Pidiendo respeto a nuestras instituciones. Es el teatro social, el teatro del “Oprimido”, que denominó Augusto Boal.

No vale la pena crear a última hora unos principios éticos, como es el caso de algún consistorio como el de Gijón. Entiendo que vale de muy poco el proclamar un ayuntamiento con bases de Laicidad, a pocas semanas de unas elecciones, es como la salva de un cañón en una batalla, solo hace ruido e identifica de donde procede, pero si de verdad se le ofrece al vecino lo que este desea, se debe hacer sin tanta demora.

Entiendo que es un buen principio el de la Laicidad, pero debe incluir todos los matices y no solo el de la aconfesionalidad del consistorio para eximirles de ir a los actos religiosos. También se crea el compromiso de asistir a los actos vecinales donde se muestren las necesidades de los vecinos y por tanto, el deber de comprometerse con lo que estos desean para el codiciado bien común. Respetar las distintas creencias implica no solamente la fraternal separación de clero y administración, se incluye la aceptación de la libertad de conciencia de la ciudadanía, la no imposición de criterios políticos a los vecinos, la distribución de los bienes con equidad y conociendo las necesidades de estos. La laicidad imprime un tono de Neutralidad en la gestión de las instituciones, para así, poder llegar todos a buen puerto.

Felicito por este primer paso a los ediles de Gijón y hago votos para que desaparezcan los vetos por intereses partidistas que generan desconfianza entre los vecinos.

Quizá sería oportuno comenzar a plebiscitar entre los vecinos, comenzar a preguntarles sobre lo que desean y necesitan, como ha sido el caso de la consulta popular en la Comunidad de Madrid, sobre el tipo de sanidad que deseamos tener.

Publicado en elobrero.es

 

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