La vida te anima diciéndote al oído que estás a un paso de conseguirlo, a un solo paso de llegar a ser feliz.

De alguna forma que desconozco, te enseñan desde que naces a pensar, por pura supervivencia, que se está a un solo paso del objetivo deseado.

Te ilusionan y luchas cada amanecer por conseguirlo, te acuestas con la idea de que, a la mañana siguiente, tras un renovado esfuerzo saldrás del crónico impás, la nostalgia se desvanecerá y frente a ti o puede que dentro de tu yo más íntimo, comenzará a crecer algo inspirador, el soporte que dé seguridad a los siguientes pasos.

Así permaneces por mucho tiempo, alerta, en busca de encontrar un solo paso que te haga llegar a la esencia misma de…

Un día reaccionas y ves que no es un solo paso, en ocasiones es una maratón, en otras más amables una carrera de obstáculos y en contadas ocasiones solo una buena zancada.

Vas acostumbrándote a la mentira, a la sugestión o tal vez a la ficción creada generaciones atrás.

Te interesa mantener el engaño, para no perder el paso impuesto por la sociedad, esa sociedad siempre egoísta, nunca acogedora y bonancible.

Sin apenas pensarlo te conviertes en la señora que se afana en cuidar las reliquias de un sueño y atiende gozosa como sacristana al espectro en que se ha convertido tu ser.

Un buen día, cuando estás a un paso de levantarte de la cama comienzas a interrogarte sobre la cantidad de pasos en falso que has dado a lo largo de los años y la cantidad de mentiras que podías haberte ahorrado durante el camino.

Te das cuenta de que nadie te enseñó a plantearte objetivos claros, a mostrarte el valor de la crítica constructiva, solo te dieron alas para soñar que estabas a un solo paso de una entelequia llamada libertad.

A un solo paso de la felicidad, a un solo paso del respeto, a un único paso de sobrecogerte con esa caricia hora a hora anhelada… A un solo paso de conquistarlo todo: la banalidad, la inconsistencia, el ridículo, la insensatez, la miopía del entorno y esperar con gritos ingenuos el aliento de un amor y el verso grato mil noches soñado.

Ahora, miro el horizonte limitado por ladrillo y humo, desde la estrecha ventana y veo nítidos los pasos con que se trazó mi existencia.

No todo fueron pasos destemplados, tampoco todos fueron pasos agónicos; hubo pasos cortos llenos de aliento, también llegaron a mí esos pasos de templada consistencia, con trazos firmes y orlados de esperanza.

En ocasiones a un solo paso de la zancadilla, a solo un paso de dejar de esperar.

Hubo pasos en auroras y ocasos radiantes y pasos en días de niebla y tempestad. Siempre a un paso de encontrar el correcto calzado con el que aventurarme a dar ese solo paso hacia la esencia del gozo:

Lo inconmensurable.

Ahora, que estoy a un solo paso del próximo destino, a solo el último paso, pienso que siempre viví en el límite:

A solo un paso de la lógica.
A solo un paso de la ternura de unos labios.
A un solo paso del límite del dolor.
A un solo paso del optimismo y también del hastío y desaliento.
A solo un paso de triunfar y a la misma distancia de hundirme en el fango.
A solo un paso de la maternidad y a un instante de perder sentimientos y emociones.
A un solo paso de ser maltratada y a otro de ser considerada un objeto, sin ningún objetivo vital.
A un paso de pisar y ser pisada.
A un instante de amar y ser amada.
A un paso de la locura y a otro de la felicidad.
A un estrecho paso del pensamiento libre.

Ahora, cuando este elixir recorre mis venas no sé cuál será el paso siguiente: Estaré a un solo paso del sueño eterno, o tal vez a solo un paso de la finitud.

Autor:  Emilio Meseguer Enderiz

Dejar una respuesta