Mi amiga Silvia que pasa sus últimos días de vacaciones en el hospital por unas complicaciones con sus divertículos, como es economista, divierte a sus divertículos leyéndoles historia de la economía. Me cuenta que las ciudades-Estado de los Sumerios, Asirios y mesopotámicos, a pesar de no haberse inventado muy bien esto de la democracia, funcionaban a su aire, pero con bastante lógica y dominio de la participación de sus habitantes, que aún no eran ciudadanos, por supuesto. Aunque puestos a ponernos repolludos tampoco eran ciudades-Estado, eran etnias, tribus, civilizaciones…

Me contaba que a la hora de reparar o hacer una nueva construcción de algo común o público, entraba en vigor la norma: “Todos a una como en Fuente Ovejuna”, y el herrero, el cantero, la huertana, la cestera o el alfarero, perdían sus identidades y se convertían en vecinos de la ciudad. Las de los barrios altos y los de los barrios bajos eran iguales, los de clases altas y las de clases bajas, eran iguales, los gobernantes, militares, jueces y curias, eran iguales. Todas las personas coincidían en la construcción, sin jerarquía por aquello del bien común.

En algunas cuasi ciudades-Estado, muchos siglos después, vemos que ese espíritu de equidad de esas épocas predinásticas no ha calado ni se le espera. Muchos siglos a de C., mantenían una gestión de lo público muy interesante, sus gobernantes, esos seres crueles y autócratas que nos ha vendido la historia – me contaba Silvia – estaban sometidos a un amplio abanico de organizaciones sociales: consejos ciudadanos, comités de vecindario y gremiales, asambleas ciudadanas…

De tal forma y con tal fondo, que sus habitantes contaban con una estructura social lo suficientemente importante como para ser escuchados sus criterios, atendidos sus razonamientos y reclamadas sus formulaciones, ya fuera en cuanto a los impuestos necesarios a percibir por los gestores de lo público, como las necesidades de cada uno de los gremios que constituían la ciudad y sus distintas zonas.

Nos reímos pensando en la supuesta autocracia en épocas anteriores a Cristo y nos seguimos riendo de las democracias después de la última cena (esta última con la amargura que da el pan ácimo).

La Mesopotamia asamblearia deja en pañales a nuestra afamada democracia con sus sección municipal de “participación ciudadana” de nuestras ciudades cuasi-Estado, como es Madrid.

Aquí, en los madriles de majas, chisperos, de funcionarios y baretos neoliberales pintureros, se sigue utilizando el agrio dedo del Consistorio para nombrar a los seres que dirijan espacios comunes o públicos, me refiero a El Matadero. ¿Con que órgano de participación ciudadana se ha contado para tal nombramiento?

En el mismo supuesto participativo está la adopción de medidas para que en algunos barrios nobles o turísticos tengan a bien el ostentar el privilegio de contar con basureros soterrados, mientras en el resto de barrios “tururú”.

De la misma forma que el área de Servicios Sociales no tiene capacidad para socorrer a las almas que por mil vicisitudes necesitan un realojo, una acogida o cualquier otra ayuda social. Faltan medios, los pisos públicos de realojo se vendieron sin contar con los consejos ciudadanos y ese dinero engorda arcas ajenas a lo público, social y humano.

En Mesopotamia, ante tamañas sombras, los habitantes ninguneados montaban en cólera, vía organizaciones ciudadanas y llevaban a los gobernantes que omitían su labor a que hicieran mutis por el foro.

Esta actuación tan antigua los sabios la han dado en llamar “democracia primitiva” (¿de verdad que esa democracia era primitiva?)

Silvia me dejó claro que no fueron los griegos los que inventaron la democracia, ergo la participación ciudadana existe desde hace XXIII siglos, año arriba, año abajo.

Me pregunto que la evolución del ser humano y las sociedades, ¿en qué momento se fue, se sumergió para nunca salir a flote?

Quizá, digo yo, ya va siendo hora de reaccionar y pedir que los consejos de las distintas áreas se creen en los distritos: mayores ninguneados, salud preventiva despistada, cultura obsoleta, medio ambiente arruinado…

Consejos ambientales y de movilidad, mayores y salud, cultura, fiestas y eventos, economía y sostenibilidad, educación y prevención.

¿Para cuándo unos Plenos distritales compuestos por ciudadanos que no tengan que estar adscritos a partidos y porcentajes políticos?

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