No es el vestir o el hablar de una manera
ni tampoco esa estética estridente
que es costumbre arraigada entre los progres.
Es más bien un trato sereno con las cosas,
un tono sencillo, una mirada
que despierta alrededor la confianza.
Es luchar sin herir, convencer sin vencer,
dialogar, acoger, respetar,
asumir lo oscuro de la vida
con humilde esperanza.
Estos son, más o menos,
algunos importantes atributos
de una limpia elegancia.