Galdós

Aunque el título es engañoso, ya que todos los años debían de ser de Galdós, como todos los años debían de ser de Cervantes, o si nos referimos a los autores foráneos, de Tolstoi, Dickens, Flaubert, Stendhal, Balzac, y un largo etcétera, por la sencilla razón de que los inmortales nunca deberían pasar por nosotros sin la importancia que tienen, sin embargo, siempre recordamos más a los grandes cuando es su aniversario. En este año conmemoramos el centenario del fallecimiento de Benito Pérez Galdós, ocurrido el 4 de enero de 1920, por ello tiene más relevancia en todos los medios, y por ello se difunde más la figura de nuestro segundo mejor novelista. El primero, Miguel de Cervantes, es difícil de desplazar; sin embargo, de nuestro segundo, Galdós, aunque se sabe mucho de sus títulos, creo, que con fundamento, debido sobre todo al cine y la televisión, se ha leído poco de su obra. Los Episodios Nacionales, Fortunata y Jacinta, Tormento, la Fontana de Oro, Nazarín, Tristana, y un largo etcétera, entre sus novelas, y luego sus magníficas obras teatrales, entre las que sobresale Electra, y sus innumerables artículos en La Nación, en el Debate, llegando a ser su director, así como en la Revista de España, son conocidos, pero no leídos.

Sin embargo su vida, casi completamente desconocida, tiene unos rasgos muy interesantes en los que en este artículo me voy a volcar. Me refiero a su republicanismo. He visto varios documentales este año, unos en televisión, otros en digital, aparte de conferencias y presentaciones de libros, en los que se toca de puntillas su faceta republicana. Esto me lo señaló su biógrafo e historiador, D. Francisco Cánovas Sánchez, y es vergonzoso que no se nombre la tendencia política de Galdós, basado sobre todo en lo que ya va siendo manía persecutoria, de no tocar nada de la mal llamada Memoria Histórica, no digamos nada si encima es laudatoria de la República, aunque sea de la primera, dispuestos a defender a capa y espada una monarquía impuesta y como se ha venido a conocer en estos días, no lo suficientemente limpia como para presumir de ella, porque precisamente esta faceta de D. Benito, es la que nos sirve para observar y conocer mejor a “un escritor grande, que luchó por una España mejor”, según las propias palabras de su biógrafo, en la dedicación que me hizo en el libro del que es autor .

Galdós siempre fué una persona progresista y avanzada para su época, participando en la cultura, desde su llegada a Madrid en 1862 para realizar sus estudios universitarios. Este contacto cultural fue formando la personalidad de Galdós.

Sin embargo este avance tuvo varias capítulos. Vamos a irlos viendo paso a paso. En primer lugar citamos su independencia de actuación. En efecto, él vino a Madrid en 1862 desde Las Palmas de Gran Canaria, con 19 años, para estudiar la carrera de Derecho, que era la voluntad de su padre. Pero D. Benito se decantó por la literatura y el periodismo.

El primer hecho que le afectó en su formación fué la llamada Noche de San Daniel, el 10 de abril de 1865, en la que los estudiantes, obreros y militantes de los partidos progresistas se manifestaron en la Puerta del Sol por la tarde-noche, para protestar por la política retrógrada del Gobierno en el ámbito universitario, cuyo principal referente había sido un expediente a Castelar y la desposesión de su cátedra, por sus artículos contra la Monarquía y el Gobierno. Se cesó al rector Montalbán, por haberse negado a incoar el expediente de Castelar y se le sustituyó por el marqués de Zafra. Como se esperaban incidentes con los estudiantes, el ministro de la Gobernación declaró el estado de guerra y se suspendieron los principales derechos, se ordenó la deportación de los rebeldes y se censuró la prensa.

Estos fueron los motivos para que el ya repetido 10 de abril de 1965, el pueblo progresista se fuera a la Puerta del Sol a manifestarse enfrente del Ministerio de Gobernación, edificio donde se haya el conocido reloj y donde ahora se encuentra el gobierno de la Comunidad de Madrid.

Se ordenó por el ministro González Bravo a la Guardia Veterana (infantería y caballería de la Guardia Civil) atacar a los manifestantes sin miramientos, es decir con disparos y bayonetas. De resultas de ello hubo 14 muertos y más de 190 heridos, entre los cuales había ancianos, mujeres y niños que no participaban en la manifestación, que en principio era pacífica.

En sus Memorias de un desmemoriado, Galdós nos ilustra de estos sucesos al haber sido testigo presencial de los mismos, lo que, por cierto, le costó que le alcanzaran los “mimos” (linternazos los llamó él) de la Guardia Veterana. Esto lo reflejó también en su episodio nacional, Prim, y lo señaló en un artículo en La Nación, dónde manifestó sin ninguna duda su mentalidad política progresista, su simpatía por Prim y sus seguidores, así como la necesidad de un cambio social democrático, necesidad que no fué nunca ocultada por Galdós.

El segundo suceso que le impactó profundamente fué El pronunciamiento de los sargentos del cuartel de San Gil, en Madrid, cuartel que se encontraba en lo que hoy es la plaza de España, el 22 de junio de 1866. Este acto de rebelión fue fruto de la política progresista de Prim que, en vista de que el poder era incapaz de atender las demandas democráticas, se vió avocado a la vía revolucionaria. Pensando que el movimiento se iba a extender por toda España, y viendo que se contaba con gran parte de la capital, los sargentos se trazaron como uno de los principales objetivos apoderarse del Ministerio de la Gobernación, pero entre el general O’Donnell y el general Serrano desplegaron sus tropas y la artillería suficiente para derrotar la rebelión que duró varias horas. La mayoría de las calles del centro de Madrid, Plaza de Santa Domingo, San Bernardo, Corredera Baja, Tudescos, la Luna, Fuencarral, Hortaleza, Barquillo, etc., vieron como se levantaron barricadas, así como en los barrios del sur, Toledo, Segovia, Antón Martín, Atocha, plaza de la Cebada. Los cañones gubernamentales situados entre la calle Montera y la puerta del Sol, detuvieron el intento de toma del Ministerio. El general Gutiérrez de la Concha tras lucha encarnizada tomó las posiciones de alrededor del cuartel de San Gil y forzó la rendición del mismo.

Las consecuencias de ello: se fusilaron a 70 artilleros, y el balance final de muertos y heridos tras los combates, 500. Y se apresaron 1.750 personas.

En sus Memorias, Galdós nos narra la profunda impresión que le causaron los hechos. (“Madrid era un infierno”, fueron sus palabras)

El tercer episodio impactante fué la Revolución Gloriosa de 1868, esta vez triunfando sobre la Monarquía y las fuerzas antidemocráticas, y que cogió a Galdós fuera de Madrid. En efecto, acompañado por su hermano y su cuñada, Galdós se había desplazado ese verano a París por segunda vez. Cuando volvía de regreso por Barcelona, estalló la Gloriosa, lo que produjo un gran entusiasmo en el espíritu de Galdós. El exilio de Isabel II a París no le sorprendió, por las deficiencias que en la política los Borbones, desde Carlos IV, habían demostrado. En una carta de Galdós a Clarín, le comenta que en vez de seguir viaje a Las Palmas, como había previsto, lo cambió y se dirigió a Madrid, “porque ardía en curiosidad por ver los sucesos trágicos de la Revolución”. Quiso ser testigo del cambio de la monarquía institucional isabelina al Sexenio Democrático, esperando ver los cambios efectivos en la modernización de España.

Comenta también en sus Memorias “que vió entrar al general Prim, en la puerta del Sol, y que fué el héroe popular de aquella Revolución. El delirio de la multitud llegó al frenesí.”

Siguiendo con las novedades, y debido al intenso trabajo legislativo de los nuevos diputados, se aprobó una nueva Constitución el 1 de junio de 1869. La Constitución entraba de lleno en los anhelos de Galdós, a saber: monarquía pero democrática, modernización de la vida pública, empezando por la separación de Iglesia y Estado, libertadas clásicas de expresión, reunión y asociación, aboliciones de la esclavitud y de la pena de muerte, sufragio universal, libertad de enseñanza, unificación de la moneda y en la vida judicial, los juicios por jurados.

Prim planteó una nueva monarquía ajena a los Borbones, garantizando la democracia en el Parlamento. Al final tras una díficil elección sale a escena la figura de Amadeo de Saboya, que fué elegido por las Cortes el 16 de noviembre de 1870.

Lástima que antes de llegar a España Amadeo, sucedió el asesinato de Prim, en la calle del Turco (hoy calle de Marqués de Cubas. Existe placa.). D. Francisco Cánovas en su biografía de Pérez Galdós nos recuerda: “Este magnicidio torció el rumbo de la Historia de España. El bloque democrático se fragmentó, sin que surgiera un nuevo liderazgo capaz de sostener la compleja andadura de la nueva monarquía democrática.”

La fragmentación indicada tuvo como consecuencia que Amadeo abdicase el 11 de febrero de 1873. Después llegó la Primera República. Esta duró un año escaso, debido sobre todo a que los partidos de izquierda echaban de menos un líder como Prim, uniendo a ello las guerras cubana y carlista, y el cantonalismo de Cartagena y Levante, que propugnaban una república federal descentralizada. Una sucesión inestable de los Gobiernos de la República, que pasaba de un presidente a otro, Figueras, Salmerón, Pi y Margall y Castelar, dió como final la liquidación de ésta en enero de 1874, con el golpe militar del general Pavía, que dió paso a un Gobierno de transición presidido por el general Serrano.

¿Y Galdós que pensaba de todo ésto?

A través de sus artículos, sobre todo en la Revista de España, fué un defensor de los efectos producidos por la Revolución de 1868. Después tras el asesinato de Prim, al que había ensalzado tanto en sus novelas, su tristeza con la división de los dirigentes demócratas y la crítica de la violencia del cantonalismo que arruinaban el proyecto político del 68, le invadió un profundo negativismo. Y por supuesto también criticaba las maniobras del clero que abusaban de su función religiosa sobre los fieles. Las manifestaciones religiosas, procesiones, congresos eucarísticos, etc., debían producirse en el ámbito privado.

Esto demuestra que la liquidación del Sexenio Democrático, con el fin de la República, cayeron como una losa sobre el pensamiento de Galdós, produciéndole gran pesar. El tenía como norma la defensa de los derechos humanos, la libertad de ideas y creencias, y también la tolerancia. Era políticamente un pacifista, que odiaba la violencia.

Y llega la Restauración. El conservadurismo había triunfado, las ideas progresistas, una vez más, habían sido derrotadas, que no vencidas. Este período dura de 1875 a 1923. Es decir el resto de la vida de Galdós. Ahora se tiene que replantear su pensamiento político. No basta sólo con que se trasluzca en los artículos, novelas y obras teatrales, hay que dar un paso más activo en la política. Vuelven los Borbones, se da una nueva Constitución en 1876. Las libertades conseguidas con la Gloriosa, se derogan el 26 de febrero de 1875. La universidad sufre las consecuencias políticas y son cesados Giner de los Ríos, Salmerón, Castelar, y González Linares. Obsérvese que dos de ellos fueron presidentes de la República. Éstos decidieron fundar una Institución privada con el objetivo de tener una universidad libre, y centros de enseñanza secundaria, dotados de una pedagogía que se adelanta a la Escuela de Ferrer y Guardia de principios del siglo siguiente. La denominaron Institución Libre de Enseñanza y nació en 1876.

Durante la época de estudiante, Galdós se acercó a las ideas krausistas, que impregnaban de alguna manera a los dirigentes de la Institución, incluso a poetas como D. Antonio Machado. Él tuvo amistad con Giner y González Linares, que le permitió la creación de alguno de sus personajes en las novelas, con inspiración krausista.

En Anales Galdosianos, se indica que “Galdós compartió con los dirigentes de la Institución Libre de Enseñanza la función social del trabajo cultural y la responsabilidad del escritor y del artista (el fué también un magnifico pintor, acción no muy conocida) de contribuir de forma activa al desarrollo de la educación y la cultura”.

El asesinato de Prim, la muerte de la Constitución que surgió de la Gloriosa, y el fin del Sexenio democrático, dejaron a Galdós con un motivo más que suficiente para abandonar la política. Cosa que se propuso hacer en los primeros años de la Restauración, y que le llevó a volcarse en una etapa de profusión literaria, prosiguiendo con los Episodios Nacionales y desarrollando la escritura de artículos y relatos en los diarios Las Provincias, El Imparcial, La Ilustración Española y Americana y La Prensa de Buenos Aires. En sus Memorias nos dice que “sin dar descanso a la pluma escribí Doña Perfecta, Gloria, Marianela y La Familia de León Roch”.

En 1908, en la Conmemoración del 40 aniversario de la Gloriosa, destacó en El Liberal de Santander que la Revolución no había conseguido los fines propuestos, produciéndose un “estancamiento político, con somnolencia de ilusiones y desengaños y con gran depresión del sentimiento patrio”.

Aquí terminamos una primera etapa del pensamiento político de D. Benito Perez Galdós, dejando para el próximo artículo su vuelta a la política.

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