El pasado 30 de noviembre, día de San Andrés, soleado pero con un frío pelón, nos reunimos un grupo de vecinas y vecinos de la Asociación Valle-Inclán, en la Puerta del Sol junto al oso y el madroño para visitar el barrio de Las Cortes.

Antes de enfilar la Carrera de San Jerónimo, Carlos, nuestro guía, nos dice que allá por los siglos XV y XVI el primer tramo de la calle estaba lleno de iglesias y conventos, aunque hoy en nuestra ruta no vamos a encontrar ninguno. En la Puerta del Sol, donde se encuentra hoy el edificio de Apple, estaría la iglesia del Buen Suceso. Delante, ya por 1630, la hermosa fuente coronada con la estatua errante de Venus bautizada por el pueblo como la Mariblanca. Iniciando la carrera habríamos dejado a la derecha el convento de la Victoria, edificado en tiempos de Felipe II y que da nombre a la cercana calle.

Avanzando hacia la plaza de Canalejas pasamos por el mítico restaurante Lhardy. Una revolución desde su aparición en 1839 como restaurante moderno, con clientes de prestigio como el Marqués de Salamanca o las visitas de incógnito de Isabel II.

La señorial plaza de Canalejas presenta un aspecto desangelado debido a la inmensa obra de vaciado de siete edificios de los que se ha reservado las fachadas.

Nos detenemos frente al palacio de Miraflores, actual casa de Asia, vaciado y del que la fachada parece que se salvó por los pelos. Diseñado allá por 1730 por el arquitecto Pedro Ribera, representante del barroco exaltado madrileño. También vemos la famosa confitería Casa Mira que desde 1855 vende sus codiciados turrones y dulces artesanales.

Llegamos a la plaza de las Cortes frente al edificio estrella de nuestro recorrido: el palacio de las Cortes. Fue construido en el siglo XIX en el emplazamiento del antiguo convento del Espíritu Santo que ardió en un incendio provocado en 1823 mientras oía misa el duque de Angulema, el sobrino de Luis XVI que había venido con sus Cien mil Hijos de San Luis a ayudar a su primo Fernando VII a recuperar el trono.

Durante la regencia de María Cristina los liberales ocuparon el gobierno y pensaron en la construcción de un palacio “digno” para reunirse. Encargaron un proyecto al arquitecto Narciso Pascual Colomer, que había apuntado buenas maneras con la construcción de las torres de San Jerónimo el Real. Hecho el proyecto eligieron el lugar y decidieron que fuera en el solar de la iglesia quemada. No debió resultarle fácil a Colomer adaptarse a la pronunciada cuesta de la carrera de San Jerónimo, pero allí se hizo. Isabel II puso la primera piedra en 1843 coincidiendo con el día de su cumpleaños y de su oficial mayoría de edad.

Desde la plaza contemplamos la fachada principal de estilo neoclásico. Una escalinata asciende hasta un pórtico de seis imponentes columnas corintias sobre las que se levanta el frontón triangular con una gran profusión de esculturas alegóricas escoltando a la que representa a España llevando la Constitución. El conjunto fue obra del zaragozano Ponciano Ponzano, autor también de los leones que flanquean la entrada, popularmente llamados Daoiz y Velarde, forjados en una pieza con los cañones requisados a los marroquíes en la guerra de África.
Bajo el frontón, la puerta de bronce cincelada se abre solo en ocasiones señaladas, ya que habitualmente los diputados y diputadas entran por un lateral, girando por la calle Floridablanca.

A la espalda del palacio está la calle Zorrilla, antigua calle del Sordo. Allí nos cuenta Carlos que por la puerta de esta calle salió el general Prim la tarde del 27 de diciembre de 1870 en la que le dispararon en la cercana calle del Turco, actual Marqués de Cubas. Prim era en ese momento presidente de las cortes y ministro de la guerra y se dirigía al cercano palacio de Buenavista cuando varios hombres le asaltaron en la esquina del palacio de Alcañiz, actual Banco de España. No murió en el momento pero quedó herido y falleció a los dos días en oscuras circunstancias. Aquel incidente posiblemente cambió el curso de la historia de España porque Prim, que tuvo un papel activo en el derrocamiento de Isabel II y en la búsqueda como sucesor de un rey “democrático” era el principal apoyo de Amadeo I de Saboya, el italiano, pero el atentado tuvo lugar justo el día anterior de su venida a España y ya no vino.

Subiendo un poco por Zorrilla torcemos a la derecha por Cedaceros (el nombre le viene de que allí se hacían y vendían las cribas y cedazos). En la esquina nos encontramos con el exalcalde de Madrid, Álvarez del Manzano, que se sonrió cuando le contamos que le habíamos visto en la iglesia de San Andrés retratado “a lo divino” como San Isidro Labrador. Llegamos a la fachada de lo que fue el teatro Arniches, luego cine Bogart, antes frontón… y en el que todavía se ve dónde estaba la marquesina del teatro. Por la calle de Los Madrazo, antes calle de la Greda, nos adentramos a través de una especie de galería en un precioso patio modernista con un curioso edificio en el centro. En Jovellanos en el número 4 está la fachada del palacio de la Zarzuela construido para representar zarzuelas de dos actos, muy del gusto de la época y al estilo de la Scala de Milán y que Isabel II inauguró el día de su cumpleaños en 1856.

Seguimos por Jovellanos hasta Zorrilla y bajando hasta la esquina de la calle del Marqués de Cubas.. Vemos la parte de atrás del antiguo palacio de Villahermosa, adaptado por Moneo para albergar la colección de la baronesa Thyssen , pasamos por la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Un edificio de 1798 diseñado por Manuel Martín Rodríguez, sobrino y discípulo de Ventura Rodríguez, creado inicialmente como una sección de la fábrica real de los vidrios de la Granja y en la que se hicieron cristales de gafas, cristales de precisión…

Seguimos hacia Alcalá y al llegar a los Madrazo, reparando en los emplazamientos de lo que en su día fue el palacio del Marqués de Casa Riera, entramos a un bonito jardín que queda de la época para leer la placa que recuerda que allí tuvo lugar el atentado a Prim.

Y como no hay mejor remedio para combatir el frío que un caldo reconfortante o una copa de vino tinto nos vamos en comandita al bar La Revoltosa en la cercana plaza del Rey donde compartimos un rato de charleta mientras vemos las ilustraciones de la “Guía de Madrid desaparecido” que Carlos ha traído para que podamos ver algunas de los edificios de los que nos ha hablado.

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