El doctor Luis Montes fue relevado, hace cinco años, de su cargo como Jefe de Urgencias en el Hospital Severo Ochoa de Leganés por denuncias anónimas de supuestas sedaciones irregulares. El caso fue sobreseido y archivado y el Tribunal ordenó que se suprimiera toda referencia a una posible mala práctica de los siete médicos denunciados.
A pesar de esa mala experiencia personal, el dr. Montes, cree que se está dando un cambio en los últimos 15 años en la sociedad. La relación médico paciente está cambiando. Ha pasado de una actitud paternalista por parte del médico a otra más natural en la que éste asesora y persuade. El ciudadano, el paciente, es el centro, como dice la Unión Europea.
El cambio viene desde 1986, con la ley General de Sanidad, que abre la posibilidad de que el paciente pueda rechazar el tratamiento sin que esto suponga tener que ser dado de alta, finalmente llega a la Ley de Autonomía del Paciente, que le da derecho a recibir información veraz y también a no querer saber. En este último caso otra persona será informada.
Luis Montes, incidió en la importancia del Testamento Vital por el que el paciente deja constancia
de su deseo de recibir cuidados paliativos en el caso de que no haya un tratamiento curativo para su enfermedad.
El Testamento Vital está desarrollado en algunas Comunidades, Cataluña, Extremadura o Canarias y se va ampliando a otras, aunque no sin polémica. La discusión está en la disponibilidad de la propia vida. En la posibilidad de gestionar tanto la buena vida como la buena muerte. En España, el artículo 143 del Código Penal, penaliza la inducción al suicidio y castiga al colaborador necesario. El enfermo puede tomar una medicación que le ayude a morir, pero la ley le impide conseguirla, impide a otros proporcionársela.
El debate se abrió con Ramón Sampedro, el caso del hospital de Leganés y más recientemente con Inmaculada Echeverría, una mujer afectada de distrofia muscular que pidió y consiguió ser desconectada del respirador que la mantenía con vida.
El dr. Montes cree que es necesaria una reflexión sobre el objetivo de la medicina, que en primer lugar es recuperar la salud del paciente y este debe decidir sobre su vida. Si los profesionales de la medicina tienen alguna objeción de conciencia, debe ser regulada y si trabajan en la sanidad pública y no están conformes deben dejarla y dedicarse a la medicina privada.