El día 4 de octubre presentamos en el local de la Asociació Vecinal Valle Inclán de Prosperidad el libro que trata sobre las mujeres Antropólogas desde la Segunda República al final del franquismo.

La presentación la hizo la propia autora, Carmen Ortíz García, antropóloga, investigadora del CSIC, ya jubilada, que nos ilustró sobre la profesión de las científicas de ese período, con las consecuencias del patriarcado de la época, represión, persecución, exilio exterior e interior, pérdidas de derechos, etc. etc., es decir los efectos de una dictadura, agraviados por el hecho del género, vilipendiado por el hecho de ser femenino.

Nos propuso la separación de un grupo de investigadoras dentro de la Antropología, en dos apartados: exilio exterior y exilio interior. Es decir las que perdieron todo lo que tenían por culpa de la guerra y su filiación republicana y las que perteneciendo en un principio a las ideas de los rebeldes, sin embargo por el hecho de su condición femenina, fueron relegadas de la investigación y tuvieron que acabar sus profesiones dentro de la docencia, alejadas de su condición de investigadoras, en lo que podríamos llamar exilio interior.

Dentro del exilio exterior, producto directo de la guerra civil, citó a Margarita Comas Camps, como ejemplo “representativo de los intereses intelectuales de la generación de mujeres que acceden a la enseñanza superior y a la práctica científica en los años de la Junta de Ampliación de Estudios (JAE). Con unos inicios brillantes y muy buenos resultados académicos en el período republicano, se verá luego obligada a abandonar su trabajo, los puestos conseguidos, sus ambiciones políticas, y a reciclarse como profesora en colegios privados e institutos de enseñanza y en este caso además permaneciendo hasta el final de sus días en el exilio, con las características de inestabilidad emocional y económica, y desarraigo que acompañan a este destierro.

Otra figura similar a la de Margarita fué la de Julia Morros Sardá, aunque con diez años menos que la primera y sufriendo toda la represión franquista, por lo que se la puede incluir en el exilio interior. Como en otros casos de mujeres investigadoras, profesora del Instituto Escuela, becaria de la JAE y con estudios superiores, su vida encarrilada hacia la docencia y la investigación, fue truncada a poco de comenzar la Guerra Civil, el 29 de octubre de 1936, (era inspectora de primera enseñanza en León) con la suspensión de empleo y sueldo, acusada de marxista (afiliada al Partido Radical Socialista) y masona (sic). Fue dada de baja en el escalafón el 21 de junio de 1937. Su marido, Salvador Ferrer fue detenido acusado de “traición y rebelión militar” y condenado a cadena perpetua en noviembre de 1936. Había sido dirigente del partido Unión Republicana, propagandista de prensa y radio, y presidente del Ateneo obrero, entre sus “delitos” más graves.

Toda la vida de Julia fué una lucha para recuperar su trabajo y descargarse de las acusaciones de las que había sido objeto.

Habló, la autora del libro, “de una tercera mujer que como las dos anteriores nos ilustra de los limitados caminos que la investigación y el campo académico franquista ofrecían a las científicas formadas en los años republicanos para poder desarrollar sus conocimientos y trabajar dignamente en alguna institución pública”. Se trata de Adelaida González Almejún.

A pesar de nacer en el seno de una familia de ideas progresistas, no sufrió ningún tipo de problema político al terminar la guerra civil. En 1944 comenzó a colaborar con la cátedra de Antropología de la Universidad Central de Madrid, y específicamente en el Instituto Bernardino de Sahagún del CSIC y en el Museo Etnológico (hoy Museo de Antropología) como becaria.

En 1952, emigra para buscar mejores condiciones económicas, junto con su marido y su hijo a Venezuela, dónde desarrollará una fructífera carrera como investigadora, museógrafa y docente universitaria.

“Su camino personal, nos dice la autora, es representativo del exilio y la emigración profesional posterior de toda una generación de científicos españoles brillantemente formados y entrenados en los años republicanos”.

El caso de las otras dos científicas formadas en el franquismo y trabajando en las instituciones del mismo es bastante diferente. Si bien es cierto que Caridad Robles Mendo y Mercedes González Gimeno, eran adictas al régimen por sus características personales y familiares, el trato que recibieron en sus vidas profesionales deriva del pensamiento machista y preponderantemente antifeminista en los cargos de la época.

Ambas pasaron por el Instituto Bernardino de Sahagún, y ambas sufrieron la discriminación de su director Pérez de Barradas, quién curiosamente, en un primer momento fue quién las eligió como colaboradoras, hasta que, claro está, vio que eran dos mujeres que pretendían llegar a lo más alto por sus conocimientos antropológicos y su valía profesional. A partir de ese momento todo fué represión, persecución burocrática, imposición de poder.

Al final estas dos investigadoras tuvieron que refugiarse en la docencia de la enseñanza de grado medio, sin poder continuar con su vocación investigadora. Las dos consiguieron sacar respectivas cátedras por oposición, aunque en el caso de Mercedes González Gimeno con destinos fuera de Madrid, (ciudad dónde había estudiado y trabajado), en Baeza (Jaén) y posteriormente en Sevilla, dónde continuó hasta su jubilación y fallecimiento.

Con esta exposición, se nos mostró una faceta más de la sociedad femenina española y agradecemos a la autora del Libro, Carmen Ortiz, habernos acompañado y presentado este evento.

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