Según una leyenda que contaban los celtas al principio del invierno, el Rey Roble reinaba durante los meses más cálidos y luminosos del año, mientras que el Rey Acebo lo hacía en la época más fría y con menos horas de luz. Cuando el primero perdía sus hojas, el segundo mostraba su más bello esplendor, con un manto de hojas verdes cubierto de bayas rojas.

La capacidad del acebo (Ilex aquifolium) de mantenerse vigoroso a pesar del frío, la lluvia y la nieve, junto a la magnífica combinación de colores rojo y verde, ha hecho que el ser humano considere a esta especie como un símbolo de fortaleza y eternidad desde tiempos remotos.

Los celtas pensaban, además, que podía ahuyentar a los espíritus malignos, probablemente debido a sus hojas espinosas. Por este motivo, era costumbre fabricar coronas con ramas de acebo como elemento de protección y buena fortuna. Después, el cristianismo lo adoptó como uno de los más característicos símbolos navideños. Sin embargo, pocas personas conocen sus usos y su actual lucha por la supervivencia.

Una viva y brillante apariencia

Hablamos de un arbusto o árbol pequeño de tronco recto, con la corteza lisa y copa densa en forma de pirámide. Sin duda, sus hojas y sus frutos son sus atributos más aparentes. Las primeras son simples y persistentes, de color verde brillante por el haz (parte superior de la hoja) y un borde muy espinoso (de ahí el término aquifolium, que significa “hojas con agujas”).

Los frutos, presentes en los ejemplares femeninos, son pequeños y esféricos, de color rojo intenso o amarillo vivo. Denominados drupas, maduran en octubre o noviembre y se mantienen en la planta durante todo el invierno.

El acebo aporta alimento y cobijo a numerosas especies en tiempos de escasez, especialmente a las aves, lo que pone de relevancia su gran valor ecológico. Por otra parte, son especies longevas: normalmente pueden llegar a vivir hasta un siglo, y puede que mucho más.

Le gustan las alturas

Originaria del sur y oeste de Europa, esta especie puede encontrarse como ejemplares sueltos, formando parte del sotobosque de robledales y hayedos, o en densos matorrales, como especie dominante.

Es fácil verla en zonas de montaña, puesto que es capaz de ascender hasta los 2 000 metros de altitud. En España, por ejemplo, podemos encontrar acebos asociados a bosques de robles y en zonas montañosas como la cordillera Cantábrica o la meseta Norte.

Distribución del acebo por la península ibérica, islas Baleares y el norte de África. Fuente: Anthos. Author provided

Utilizada desde la Antigüedad por sus numerosas propiedades y su simbolismo, es conocida por muchos nombres vernáculos diferentes, como agrifolio, alebro, aquifolio, xandón, acibiño o rascacú.

Pero antes de conocer más detalles sobre esta especie, vamos a descubrir su vínculo con las fiestas navideñas.

El color rojo y las espinas, símbolos cristianos

Su uso como planta decorativa en estas fechas se atribuye a un intento del cristianismo por desplazar a su homólogo pagano, el muérdago, especie que era empleada por los druidas en las festividades del solsticio de invierno. Los frutos rojos evocaban la sangre de Cristo, mientras que las hojas con bordes espinosos se identificaban con la corona de espinas que portaba el Mesías.

Cuando el cristianismo se expandió por Europa, el acebo conservó su simbolismo en muchas zonas y empezó a formar parte de las fiestas religiosas, en especial el Adviento y la Navidad.

Un apreciado recurso natural

Pero el acebo no solamente recibía veneración por estas propiedades mágicas. Era, y es, mucho más. Fue utilizado como recurso natural desde tiempos antiguos, muy apreciado en ebanistería y marquetería por su madera dura y compacta, resistente a la podredumbre.

Además, Ilex aquifolium se ha utilizado en la medicina tradicional por sus propiedades diuréticas y laxantes. Los frutos tienen propiedades purgantes y pueden provocar el vómito, causando intoxicaciones si son consumidos.

Especie protegida

Pero su llamativa apariencia y virtudes han jugado en su contra. Su recolección para usos medicinales, ornamentales y su utilización en ebanistería y marquetería han ido mermando las poblaciones naturales. También han contribuido la pérdida de hábitats y el incremento sucesivo de las temperaturas como consecuencia del cambio climático. Actualmente, disfruta de protección en numerosos territorios.

De acuerdo con la Lista Roja de Especies Amenazadas elaborada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (actualizada en 2018), el acebo es una especie protegida con la categoría LC (en español “preocupación menor”).

Ilex aquifolium así mismo aparece recogida en diferentes catálogos y listados regionales, como es el caso de Andalucía, que engloba al acebo en la Lista Roja de la Flora Vascular de Andalucía bajo la categoría de especie “vulnerable” y en el Listado Andaluz de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial.

Por su valor científico y ecológico, por sus diferentes utilidades, por su simbología y por su innegable belleza, el acebo merece ser protegido y darle un uso sostenible. ¡Que siga alejando a los malos espíritus por cientos de siglos más

 

Por Fátima Aguilera Padilla

Bióloga. Profesora en el Área de Didáctica de las Ciencias Experimentales, Universidad de Jaén

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