Con motivo de la exhibición del documental sobre su padre, Virgilio Leret Ruiz, el pasado lunes 14 de Noviembre, asistió a nuestro centro su hija, Carlota Leret O’Neill, y participó activamente en el coloquio posterior que tuvimos a propósito de la película.
La televisión vasco-navarra, ETB, rodó el pasado año un documental sobre la vida de este héroe republicano, Virgilio Leret Ruiz, nacido en Navarra en Agosto de 1922.

Virgilio fue un militar republicano que con el grado de Capitán murió en Melilla el 17 de Julio de 1936, defendiendo a la II República, a la que había jurado lealtad. Fue fusilado por los regulares de Mizziam, el único indígena marroquí, que llegó a ser nombrado general por Franco.

La vida de Virgilio fue la de un ser extraordinario, fuera de lo común; militar desde los 15 años cuando entró en la Academia Militar de Toledo. Más tarde cursó estudios de Ingeniería, estudió idiomas, llegó a dominar cuatro, incluyendo el árabe, escribió libros, recibió hasta 7 Medallas al valor, con distinta denominación, por sus actuaciones en la guerra de Marruecos, estudió la carrera de Piloto (el Ejército del Aire no existía aún, y era una extensión del Ejército de Tierra) y de Mecánico de Aviación.

Aunque lo más importante de todo, es que su inquietud le hizo llegar a buscar una solución al calentamiento y escasa velocidad de los aviones de hélice. Inventó un nuevo motor, que sería vulgarmente denominado como “a reacción”, en el que se aprovechaba el aire que entraba en las turbinas para impulsar el avión, eliminando las antiguas hélices.

Manuel Azaña, presidente de la II República Española, creó una comisión que estudió la viabilidad del invento, y concretó que se empezara su fabricación en Septiembre de 1936.

El golpe de Estado de los militares africanistas, Mola, Sanjurjo y Franco, frenó el trabajo de Leret que murió fusilado el primer día de la guerra civil posterior al golpe.

El documental de la ETB, refleja la vinculación familiar de Leret. Su compañera, fue Carlota O’Neill, de ascendientes mexicanos, periodista, escritora, mujer liberada, conocedora de las Artes y las Letras, y de los ambientes bohemios y políticos. Muy diferente a lo que había sido la vida de Leret. Quien con un padre militar, retornado de la guerra de Cuba, y rodeado de una familia conservadora, clerical, retrógrada, jamás había conocido otros ambientes diferentes a los de la milicia española y la familia numerosa a la que pertenecía.

Pero Virgilio era un buscador de caminos, con inquietudes que no paraban en la pacatería familiar.

Así cuenta, Carlota O’Neill, en sus Memorias “Una mujer en la guerra de España” que Virgilio, antes de conocerla, ya leía en las trincheras de África (los famosos blocaos) libros de los mejores novelistas, Tolstoi, Dostoievsky, y también a Bakunin y a Marx, en lo que se refiere a la política.

Después cuando conoce a Carlota pasa de la teoría a la praxis. Claro que sus opciones son limitadas al continuar en el Ejército, pero siempre tiene una profunda inquietud social, que le hace decantarse por el republicanismo.

Virgilio tiene dos niñas con Carlota O’Neill, Mariela (María Gabriela) y Carlota.

Llega un momento que, dejando aparte la presión de su padre para que legalizara su unión, piensa que sus hijas están fuera de cualquier derecho al ser hijas de padres solteros, lo que le lleva a pedirle matrimonio a Carlota en una carta maravillosa llena de poesía y cariño, que sale en el film brevemente.

Dejando muchos detalles de su vida que dan para una larga biografía, nos centraremos en el motor a reacción.

Muerto Virgilio, fusilado tras defender bravamente el Atalayón, base de hidroaviones de Melilla, hasta que se acabaron las municiones, sus pertenencias desaparecen.

A Carlota, detenida al poco del asalto a la Base, le niegan cualquier información sobre su marido. La procesan por insultos al Ejército, supuestamente reflejados en un escrito a mano, que no había publicado, sobre la represión militar en la Revolución de Asturias de 1934.

Le quitan la tutela de sus hijas y no le comunican la muerte de su marido, hasta que un día una presa le espeta: “Al menos esta tiene marido y tú no”. Así se entera de que su marido había sido fusilado.

Dentro de lo malo de la cárcel, verdadero calvario para Carlota O’Neill, un día recibe sus pertenencias en dos maletas. Por equivocación las que le dan son las maletas de Virgilio, que tienen en un doble fondo los planos del invento y la Memoria.

Cuando obtiene la libertad en Melilla se dirige a Madrid, y consigue llevarle los planos y la memoria del invento al cónsul británico. El objetivo era  evitar que  el general Franco supiera de ellos.

Nunca más volvieron a saber de los planos por muchos esfuerzos que hizo la familia. En la década de los 40 aparecieron dos inventos de motor a reacción, uno de ellos británico, pero en su estudio no aparecen ninguna mención a Leret.

Carlota y sus dos hijas tras un periplo no exento de riesgo consiguen llegar a Caracas, e iniciar una nueva vida, en un largo exilio de más de 40 años.

Fotografía de Carlota Leret O'Neill en la Asociación de Vecinos Valle Inclán

Una de las hijas, que se llama Carlota como su madre, vuelve a España y empieza a remover cielo y tierra buscando rastros sobre su padre, Virgilio.
No encuentra su tumba en Melilla, supone que lo enterrarían en alguna fosa común.

En el año 2001, buscando en el Registro de la Propiedad Industrial, encuentra, ¡al fin!, que el “mototurbocompresor a reacción” estaba registrado por su padre. Esto hace que el invento tenga fecha de nacimiento y constancia de su importancia en la Historia.

Carlota se dirige al Ministerio del Aire y consigue de las autoridades del Museo del Aire que se reconozca en la revista Aeroplano y que salgan varios artículos en otras revistas, militares y civiles.
 
Se le cita como inventor, pero se omiten las circunstancias de su muerte. Simplemente se dice “murió en la guerra civil”, y además en una Exposición que tras las gestiones de su hija Carlota se consiguió hacer en el Ministerio de Fomento, se colocó en un mural su nombre, junto a los otros dos inventores de motores a reacción, colocando al lado de Leret una bandera monárquica.

En definitiva, Virgilio Leret ha sido reconocido como el militar español que inventó en primer lugar en el mundo, el motor a reacción para aviones, pero en ninguna parte consta  que fuera de y para la República Española, y por supuesto no para cederlo a los militares golpistas.

De todo ello, hablamos en el coloquio posterior en una tarde que le dio por descargar una buena tormenta.