Lo estamos viendo en la prensa año tras año. Nos sorprende constatar accidentes que afectan a una parte importante de la población, con consecuencias trágicas en la mayoría de los casos.

Los medios de comunicación han dado la noticia reciente del hundimiento del puente elevado de Morandi, en Génova, pieza clave en la conexión con Milán y Francia. Aunque aún es prematuro sacar conclusiones sobre las causas del derrumbe, sobre todo cuando la tarea prioritaria sigue siendo el rescate de posibles supervivientes, el Gobierno ya habla de un error humano, debido a la falta de mantenimiento de las instalaciones. Hecho que ha salpicado a la Unión Europea, que contestó de inmediato “que el mantenimiento es responsabilidad de los Estados”. No obstante Italia y Alemania han procedido a dar un informe detallado de la situación de los puentes en cada País, con deterioro conocido en algunos de ellos.

Otro caso en estos días ha sido el derrumbe de parte del paseo en el muelle de Vigo, cuando se estaba celebrando el concierto de final de las fiestas “o Marisquiño” al que habían acudido centenares de jóvenes. Continúan culpándose entre las distintas administraciones, y aunque se achaque a un fallo estructural, con distintas responsabilidades, muchos viguenses habían advertido ya del deterioro de los pilares de hormigón, por falta de mantenimiento.

Y aún podemos recordar el accidente del Alvia el pasado 24 julio de 2013, de Madrid a Santiago y que se cerró inicialmente como un error humano que se achacó al maquinista. El juicio se ha reabierto por la aparición de nuevas pruebas que inciden directamente en causas estructurales que con un correcto mantenimiento habrían podido evitar la tragedia.

Si nos remontamos a 2006, cuando tuvo lugar el descarrilamiento de la línea 1 del metro de Valencia, que después de haberse cerrado el caso hasta en tres ocasiones, concluyendo en todos ellos que había sido debido a un error humano del maquinista, fallecido. Ahora en 2018, gracias a la insistencia de las víctimas, la Audiencia Provincial ha reabierto el caso porque creen que, aparte del error humano, hubo falta de medidas de seguridad. Ya en 2005, en el informe firmado por el jefe de FGV, sobre el estado de varios equipos, similares a los que llevaba el metro que sufrió el accidente eran de: ”tecnología obsoleta, dificultades en los repuestos y corrosión”.

Y esto, sin detenernos en los numerosos incendios estivales, que además de ser intencionados, se han propagado ampliamente con pérdidas incalculables y deterioro de los habitantes de las zonas y de las tierras correspondientes, debido también, al menos como causa importante, a falta de mantenimiento de los bosques durante el invierno a los que no se dedica suficientes recursos humanos y materiales para ello.

Estos ejemplos, al menos, deberían hacer reflexionar a las Administraciones correspondientes de que el mantenimiento, las sucesivas inspecciones técnicas, la calidad de materiales y posibles deterioros posteriores, deben tenerse en cuenta a la hora de presupuestar las obras. Es necesario cuidarse mucho de las reduciones temerarias de personal que, en algunos casos son considerados un logro por las autoridades de turno a la hora de inaugurar la obra. Y no sirve el recurso final, en su caso, de simplemente “error humano”.

Estos elementos cuya responsabilidad es política y técnica han de estar supeditados al cuidado de las vidas humanas, que no tienen precio, fortaleciendo así la seguridad ciudadana.

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