A pesar del tiempo transcurrido lo recuerdo muy bien. Entonces gozaba de una vida apacible, pero esa semana todo cambió, aquella última noche, mientras cargaba la batería, fue más tensa y ruidosa. La pasé junto a Thomás, el infeliz necesitaba apapachos, le asustaba el constante ruido de las aeronaves de trasporte de viajeros que llegaban y partían del intercambiador cercano a nosotros, estaba nervioso, necesitaba que le abrazaran. Thomás, tenía más de 11 años, era hijo de Medea y Coriolano, que nos abandonaron hace mucho, y durante todo este tiempo, nos supo dar toda la alegría y amor que nos habían dado sus padres. Ahora estábamos él y yo solos, más solos que nunca, pero más unidos que nunca. Thomás, era un perro mezcla de pastor alemán como Medea y caniche, como Coriolano, un ser amable, gracioso, el perro más listo que jamás conocí. Solo gracias a él pude soportar la marcha de Gala y los hijos.
La mañana no amaneció, era más oscura de lo normal, a pesar de que el calendario marcaba una fecha donde la luz solar vence a las sombras, era el solsticio de verano, pero había tal contaminación que nos fue difícil saber que ese era el momento en que la luz se hace fuerte y la luna y las estrellas, tímidas, se marchan a descansar. Solo los hábitos de Thomás, me lo hicieron saber. Tras pasear juntos por las terrazas habilitadas al caso, volvimos a la sala y puse en marcha el acondicionador perimetral multivisión a la vez que activé el expendedor de aromas silvestres. Lo tenía comprobado, a Thomás, le deprimía la oscuridad y los malos olores. No estaba dispuesto a soportar más negatividad en mi vida, ya tenía yo suficientes contrariedades sobre mí como para aguantar a un perro con “depre”. Mi problema era algo muy similar a la melancolía y solo la actividad laboral frenética me alejaba de la neurosis obsesiva que me llevaba a la rotunda incomprensión sobre los hechos que habían ocurrido recientemente en mi familia.
Logré cambiar el chip y retomar el hilo del tiempo, eso siempre resulta bueno para evitar las situaciones incomprensibles que nos rodean y en ocasiones atenazan.
Resulta paradójico, me dije, que el día con más horas de luz en el año y la capa de gases impide ver el cielo en todo su esplendor, las leyes de la Patafísica, Brandolini y del absurdo integral, habían decidido unirse en contra de la naturaleza. Los últimos acontecimientos hacían imposible el disfrutar de su color e intensidad lumínica. La tierra estaba avisando. Los sordos de estupidez seguían silbando “Zorba el Griego”, sin intentar solucionar nada. Así es la hiper-mega-prepotencia humana.
Decidí comenzar la jornada como un día cualquiera, mi labor consistía en valorar las noticias de alcance social que me remitía la Agencia de Noticias Intermediterránea y comentar aquellas que pudieran ser de mayor interés para los socios del (I.I.E) Informaciones Internacionales y Ecológicas, colocándolas en red a última hora de la tarde, cuando las personas llegan a los espacios que habitan en familia y se relajan. Lo cierto es que era una labor cada vez más complicada, las noticias que llegaban eran muy pobres, se repetían los asuntos hasta hacerse banales y casi intrascendentes, ya no había nada en que poder ahondar, salvo crear el bulo, pero el I.I.E me lo tenía prohibido, debía tirar de otras cuestiones paralelas a la noticia para ofrecer una información más completa.
Los lectores estaban hastiados de los conflictos geopolíticos, ahítos de pronunciamientos en contra de los asentamientos de refugiados en sus tierras, de las luchas sociales entre los que pedían derechos para todas las gentes y los que pensaban que el capitalismo era la única formulación lógica para resolver los problemas de las naciones. Todo seguía como hacía siglos, la humanidad es lenta de reflejos y mantiene en sus conciencias una sola cosa en la que piensa constantemente: aumentar la capacidad de poder para ejercer mayor control sobre otros seres humanos.
Eché un vistazo rápido a todas ellas, la primera fue el Decreto Base que había sacado el Consorcio de Naciones Mediterráneas, en él se normalizaba la ubicación de la nueva isla de plástico, con un tamaño superior a Mallorca, se aprobó que formaría parte del archipiélago Balear, estaría al noroeste de esta y se denominaría Balearia, estaría dedicada al turismo y a las piscifactorías. La primera isla de plástico mediterránea había sido anexionada veinte años atrás por Chipre, alegando falta de espacio, luego fue Italia la que pidió una isla junto a Sicilia, para controlar mejor a los migrantes, le siguió Francia que la ubicó cerca de Córcega, a fin de que existiera una base de misiles fuera de sus fronteras naturales y ahora le tocaba a España, tener su isla para almacenar al turismo. Los países de la franja sur mediterránea protestaban porque solo tenía dos islas de plástico, una ubicada cerca del delta del Nilo y otra cerca de la desembocadura del río Medjerda, frente a las costas de Argelia. Esta cuestión creaba muchas tensiones entre el norte y el sur mediterráneo y era la causa de multitud de problemas que debilitaban la armonía inicial de los pueblos mediterráneos, unidos en un principio por afinidades culturales. Era consciente que no había cambiado nada en muchas centurias, siempre con la misma tensión entre el norte y el sur, aunque las cosas ya estaban cambiando desde que la zona desértica sahariana fue rehabilitada, ahora las grandes fortunas se trasladaban a sus descomunales oasis porque el aire estaba menos contaminado. Pero mi obligación era la de poner en valor esta nueva isla de 4.250 kilómetros cuadrados, como algo que formaba parte de un proceso regional con intereses comunes y desarrollar una valoración de cuáles serían los siguientes puntos de interés para crear nuevas islas que ofrecieran nuevos recursos a los distintos ciudadanos del Consorcio Mediterráneo. La Organización Internacional de Regiones, quería que se ubicara en el oriente próximo, para concentrar a pueblos que habían perdido sus tierras.
Escribí sobre Balearia, debido a sus numerosas Danas, se podría almacenar gran cantidad de agua para ser repartida entre las naciones mediterráneas que sufrían sequía.