Entre andanada y andanada de calor siento como los medios medio funcionan y el alelamiento mediático gana la batalla a la verdad. Tengo que salir del sopor y activar las riendas del cerebro en cuanto al sentido de la vida y a su entorno.

Poco a poco consigo abrirme paso ante el escepticismo cotidiano y dejar manifestarse al pensamiento crítico sobre lo que allá y acá ocurre.

Con tanto calor, es cierto, lo mal que lo tienen los sesos de la ciudadanía para mantener la cordura y no practicar el escuching resigatum (palabro que me acabo de inventar y que viene a significar, más o menos el aceptar la noticia por infumable que esta sea, sin quedarse uno patidifuso)

Los medios persiguen desde hace tiempo atrofiar nuestros principios, derechos y opiniones solventes. Así, llega un día y escuchas en una loable reunión de jóvenes con el Papa, una determinada aleluya política, con el gracioso eslogan: “que te vote…”. Mientras que, en tu medio de comunicación preferido o preferente, escuchas decir a los miembros destacados de la curia que aquel himno ultramontano no es lo que parece, casi se pudiera considerar como la canción del verano. En otro programa de espíritu abierto escuchas como un político ultraliberal no recogerá su acreditación como diputado…

Meditas con templanza las noticias que te llegan y te cercioras de que no has tomado ni una miajita de rebujito, tampoco es el día internacional del disparate y en plena canícula no hay carnavales en España… ¿Qué está pasando? ¿Quién pretende blanquear un pensamiento “ultramontano” y una canción perteneciente a ese pensamiento?

Ellos, ciertos medio medios, son los que difunden la idiotez sobre lo que prefirieron los ciudadanos cuando cayó el muro de Berlín, sí, la mayoría desearon participar de una democracia y desterrar la dictadura y se quedaron tan “pichis”. Una democracia que evita el uso de banderas de su patria en actos de partidos políticos.

Muchos seres humanos, estimados representantes de los medios, ya sean representantes del empresariado y los accionistas como los trabajadores del periodismo, deben estar en contra de los dictados y de las censuras. Vuestro deber social es alentar esos principios de libertad y no dar pie al blanqueo de las posiciones contrarias a esta. Por un lado, está la ética empresarial. Vuestra labor y sentido social es mostrar esa historia que desde otros lugares se intenta borrar, en definitiva, estáis para evitar que nos quieran seguir tomando el poco cabello que nos queda.

Los medios o cuartos de comunicación, siempre sumisos al poder económico y celestial, están dispuestos a blanquear lo imblanqueable. El intentar blanquear esa aleluya de que te vote… o la ultramontana canción, significa que algunas personas de mal, a las que se debe denunciar desde esos medios, y explicar con severidad, que están trabajando con destreza y con el beneplácito de los poderes fácticos, el dúctil pensamiento juvenil. Y eso se puede hacer sin problema alguno porque los gobiernos han permitido que no se estudie a fondo el último siglo de España. Ningún chaval sabe que el asesino que cantan procede de una represión social y política que se tuvo tras un golpe militar y civil en contra del poder establecido por el pueblo. Por tanto, si hablamos de asesinos tendremos que hacer un histórico y sacar a todos.

Hasta tal punto llega vuestro endiablado afán de borrar la historia de este último siglo que ayer me decía mi amigo Antonio, hijo de un sindicalista clandestino en los años 50, de esos españoles que cada 1 de mayo eran encarcelados. Que prefería no saber nada de las zancadillas y exilio del que fue objeto su padre, él y su familia. Olvidar todo, con el fin de que en España no hubiera odios. Estaba de acuerdo, no con blanquear el ayer, no, quería borrarlo del todo. Hacer que su padre no hubiera existido.

Yo, Antonio, tal como te dije, soy de la opinión contraria, se deben sacar los muertos del olvido, los exilios, las zancadilla. Sin rencores, mis nietos deberían saber que su bisabuelo fue a la cárcel porque la portera, pobre mujer, dijo, cuando le preguntaron que él no iba a misa. Él estaba pateando los barrios más desfavorecidos en esos días de asueto, intentando ver a los enfermos que solo tenían hambre, miedo y miseria. ¿Quién se benefició de esos años de cárcel a los que le condenaron?

Se debe mostrar, desde los institutos, lo malo que es para todos los ciudadanos, una guerra civil. Ningún bando es bueno, ninguno es malo. Solo está la mala sangre de algunos y los deseos de poder en aquellos que lo animan y patrocinan, porque ellos solo quieren sus poltronas: las económicas, las celestiales o las políticas.

A ver cuando nos ponemos de acuerdo en que las guerras matan y si son civiles más, porque destrozan psicológicamente a varias generaciones. A ver cuando trabajamos todos por mantener una patria con bases laicas y sin prejuicios.

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