Tumbado en el iglú, intentando guarecerme del calor y cargado del clásico y perturbador ocio canicular, pienso en como librarme de él. Al final me vence el sueño que durante la pesada noche pasada me hizo ver como dos hermosos osos polares venían como okupas a mi iglú, me desalojaban y tenía que largarme a la catedral de Burgos y allí, colocar mi jergón en corriente para pasar la noche lo menos tropical posible.

Cuando desperté me di cuenta de por donde iba mi cerebro. No era a Burgos capital donde me llevó el onírico proceso, pretendía que fuera a Frías, ese pueblo burgalés que al menos el nombre sugestiona lo suficiente para dormir un rato a gusto. Enseguida me di cuenta del ardiz de mis neuronas desbocadas. Pretendían que me pusiera en contacto con mi amigo Juanjo, gran gestor cultural de la zona y convencido medioambientalista. En realidad, es mi medioambientalista de cabecera.

Así lo hice, le mandé un guasap preguntándole por las vías que podrían frenar este Tsunami de calor que nos azota.

– Juanjo, “El Loren” fustiga con furia sobre esta parte de la península en la que me encuentro. Tú, que sabes mucho, dime como frenar esta insensata calorina, por favor.

Y en un plis plas, me contestó muy acertadamente:

– Te lo he dicho mil veces, compañero, la enfermedad de la Tierra no se arregla con una aspirina. No tiene un simple dolor de cabeza, es algo más serio.

En principio el organismo de los humanos necesitamos unos 8.000 litros de aire al día, unos 7 litros/minuto. Unos 130 m3/año. Un litro equivale a 0.001 m3. Por si se te había olvidado.

Un árbol aporta al medio ambiente unos 340 litros/día. Hecha las cuentas. Se necesitan unos 22 árboles diarios por habitante.

Si contara la tierra con esa cantidad de arbolado, este sería capaz de frenar en un buen porcentaje el calor existente.

Si hablamos del color de los edificios, de los materiales como el cristal que abaratan precios, pero aumentan la temperatura media, si cambiamos el asfalto terrorífico por el empedrado…

Me tenía anonadado y siempre me dijeron que ese estado de amilanamiento con el calor reinante genera mucho estrés. Tuve que cortarle.

– Juanjo, no sigas por ahí que me angustias. ¿Qué se puede hacer ahora?

– Agua, agua y ajo… Se pueden hacer grandes pozos de 30 metros de profundidad para que ascienda la temperatura del interior, eso paliaría el problema en las edificaciones, eliminaría calorías producidas por los aa/aa.

– Ya, pero eso no se puede hacer, así como así. A ver quien pone de acuerdo a una Junta de vecinos. Eso se tendría que legislar.

– Pues ya sabes, vota desde el pensamiento crítico y te evitarás muchas calorías y sofocos de más. Y si no tienes bastante, como decían los Hnos Marx: …Y dos huevos duros.

Publicado antes en El Obrero.es

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