Carlota nos ha dejado. Hija de Virgilio Leret, comandante del ejército republicano y primer oficial fusilado en acto de guerra, el 17 de julio de 1936, así como inventor del mototurbocompresor a reacción para aviones, y de Carlota O’Neill, escritora y periodista. Tuvo una vida de lucha antifascista, intentando encontrar el cuerpo desaparecido de su padre, y acompañando a su madre en el exilio en México y Venezuela.

Fue una de las luchadoras por la recuperación de la Memoria Histórica. Fruto de su labor fue el traspaso de datos y fotos de la memoria de su padre, Virgilio, con el que pudimos realizar su biografía, que publiqué con el nombre de “Virgilio Leret Ruiz. Una vida al servicio de la República” en la Editorial El Viejo Topo.

Su vida, que se truncó en aquellas vacaciones del 1936, cuando su padre y su madre fueron a Melilla, a la Base de Hidroaviones “El Atalayón”, acompañados de sus dos hijas María Gabriela (“Mariela”), y ella misma, y aquel fatídico día (el 17 a las 17) las fuerzas regulares sublevadas del ejército fascista del General Franco, atacaron la Base y tras la corta defensa de la misma, su padre, entonces capitán, fue capturado, obligando a sus propios soldados a que procedieran a su fusilamiento, junto con dos suboficiales. Sin juicio, ni procedimiento jurídico alguno. Simplemente por “rebelarse” contra el ejército sublevado.

Luego fue arrojado a una fosa, que no se ha podido encontrar, pese a los esfuerzos de Carlota.

La madre, Carlota O’Neill fue detenida, acusada también por sus escritos antifascistas, y sin ninguna acusación clara, pasó cuatro años en la cárcel.

Mientras las dos niñas, estuvieron con algunos parientes de los soldados a las órdenes de Virgilio, hasta que vinieron las hermanas de Virgilio, para llevárselas, sin permiso alguno, simplemente por la presión del abuelo de Virgilio, militar también, y proclive a las fuerzas franquistas. Las internaron en un colegio-hospicio de Aranjuez, y allí las vio por primera vez su madre, cuando le dieron la libertad provisional.

Después, sin contar con la autorización de su madre, las trasladaron a Barcelona. De allí, y aprovechando una salida con su madre que fue a verlas, consiguieron huir y embarcarse en un barco rumbo a México. Con el agravante de que no consiguieron Visados. El Capitán Garastañaga del barco mercante, un santo varón, las autorizó advirtiéndo que si no llegaban los visados, no podrían desembarcar y tendrían que volver de nuevo a España.

Afortunadamente, un amigo las estaba esperando en el puerto con los visados en la mano. Y allí comenzó el exilio de las dos Carlotas, madre e hija, y de Mariela, su hermana.

Todo ésto está detalladamente expuesto en el libro antedicho. Verdaderamente si no me lo hubiera contado Carlota, una verdadera amiga, no lo podría haber referido.

Carlota, desde Venezuela, donde residía, volvió muchas veces a Madrid, y participó en varios actos, siempre con la finalidad de la reivindicación de sus padres como verdaderas personas dignas de toda consideración.

Carlota O’Neill fue la escritora del libro “Una mujer en la guerra de España”, en el que narra los hechos acaecidos.

Participamos juntos en varias presentaciones del libro de su padre, en Pamplona (dónde había nacido Leret) y en varias presentaciones en Madrid, entre otras una en nuestra Asociación Valle Inclán.

En la época actual y según referencias de su hija, Laura, y de su prima, Lidia Falcón, estaba bastante delicada. Parece ser que a consecuencia de una caída, todo se agravó más y se produjo su fallecimiento.

Descansa en paz, Carlota y que sirvas de ejemplo, como hija, como amiga y como luchadora por la justicia y la reparación.

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