A principios del pasado mes de agosto el Gobierno nos ha reiterado con euforia que la evolución de las cifras de paro son muy satisfactorias, que el número de trabajadores en paro ha ido disminuyendo desde el año 2013 y que esta tendencia se ha acentuado en los dos últimos trimestres.
Creo que la política es una de las actividades (no profesiones) más meritorias y que tiene una gran incidencia en el desarrollo de la sociedad, en las condiciones de vida de la población. Una buena actuación pública puede mejorar sensiblemente un país y una desacertada ocasionar una grave crisis o profundos problemas sociales.
El progreso de la humanidad siempre ha sido lento, muy lento, difícil, con grandes retrocesos para después volver a avanzar. A veces nos da la impresión de que no hay avances, de que nuestro empeño de conseguir una sociedad más justa es baldío, de que no se podrá lograr nunca. Nos desalentamos.
Desde hace años, demasiados años, atravesamos una crisis social muy profunda, millones de parados, cotas de pobreza crecientes, nuevos contratos de trabajo con sueldos de hambre, la mitad de los jóvenes en paro, sin futuro. Ya estamos cansados de repetirlo pero está ahí.