-Hoy he vuelto a pasar, por la calle de Alcalá.

-¿Y…?

-Ahí seguía, en el tramo alto, cerca de Príncipe de Vergara bajo la marquesina de un local cerrado por la crisis.

-¿El qué?

-Su refugio. Una casa hecha con cartones y cajas grandes. Incluso ha puesto encima la esquina de una que aparenta un tejadillo. Original a tope.

-¿Y no lo quitan?

-El inquilino ha escrito con buena letra, bien visible en uno de los laterales: “Por favor, no quitar”.

-Muy previsor.

-Pues ayer, al pasar de nuevo, he visto que ha añadido: “Por favor, no deje que su perra mee en mis pertenencias”.

-Es que la gente no tiene miramientos.

-Yo recordé de pronto a Jesucristo. A este otro, incluso, le orinan los perros encima. Y sentí dolor. Por él y por esta ciudad.

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