Respecto a la tragedia de Melilla, le faltó la contundencia desplegada en favor de los náufragos del Aquarius.

Los ciudadanos de Ceuta y Melilla están tranquilos. La reformada hoja de ruta de la OTAN suscrita en Madrid, se compromete a defender cada pulgada de la totalidad del territorio de los aliados, lo que incluye en el caso de España las dos ciudades autónomas. Ese éxito del Gobierno ha conseguido minimizar la débil condena inicial de Sánchez al desastre producido al pie de la valla de Melilla, cuyos cadáveres no identificados ya están enterrados en Nador sin investigación ninguna de las causas de su muerte.

Eso sí, estaban completamente muertos porque si alguno de aquellos cuerpos amontonados al pie de la valla que cedió se movía en los estertores de la muerte, el garrotazo de las fuerzas marroquíes estaba garantizado. Esa dramática actuación la vimos en vivo y en directo.

Pedro Sánchez, días después de la tragedia, entrevistado en La Sexta por Ferreras, lamentaba su tibia condena inicial porque la había expresado sin conocer todavía el alcance del desastre, aunque sí condenó a las mafias. Pero, en esa primera intervención no brotaron de sus labios palabras de condolencia o de afecto hacia las víctimas y sus familias.

Cabe la posibilidad de que la enorme organización de la cumbre de la OTAN en Madrid, tuviera a Moncloa y a los dos ministerios más implicados, Defensa e Interior, yendo de cráneo para enfrentar el enorme desafío.

En todo caso, qué lejana quedaba la contundencia empleada en 2018 cuando apostó con firmeza en favor de que el Aquarius, dedicado al salvamento marítimo, amarrara en Valencia para que los 630 inmigrantes que habían recogido a punto de ahogarse, tocaran tierra firme. Como así fue.

Menos mal que, frente a la tibia reacción presidencial, se sucedieron declaraciones de condena y espanto. La asociación progresista Jueces por la Democracia, reclamó una investigación, mientras el Defensor del Pueblo iniciaba el trámite de información, la fiscal general del Estado, Dolores Delgado, ordenaba las investigaciones pertinentes y la ONU clamaba por aclarar los hechos. El Papa Francisco pidió abrir el corazón para que esas desgracias no se repitan.

En la cumbre de la OTAN, mientras el Gobierno español pugnaba porque quedara clara la defensa de Ceuta y Melilla frente a cualquier hostilidad, Joe Biden y Pedro Sánchez firmaban una declaración conjunta sobre la relación estratégica bilateral. En ella se han comprometido a promover “una migración segura, ordenada y regular”. Añadieron también que ambos países tienen intención de colaborar en un “enfoque integral para la gestión de los flujos migratorios irregulares que garantice un trato justo y humanos de los migrantes”. Ya se verá. Todo esto ocurría después de las muertes de Melilla y de que en Texas apareciera un camión abandonado con 50 migrantes y mientras en El Prado se veía a Boris Johnson entusiasmado con el cuadro de Tiziano Carlos V en la batalla de Mühlberg. No se conoce la opinión del primer ministro del Reino Unido sobre estos dos sucesos, pero viene a la memoria su iniciativa de deportar demandantes de asilo a Ruanda pese a las admoniciones del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

Los migrantes molestan y no son de nadie, mientras se avanza hacia un mundo armado hasta los dientes, cada día más deshumanizado y menos solidario.

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