El jueves 24 de marzo quedamos en la salida de la estación del AVE, junto a las preciosas esculturas de Antonio López.

Carlos nos cuenta que el nombre de Atocha procede de que allá por el siglo VIII era un atochal, un sitio con unas hierbas parecidas al esparto llamadas tochas. Estaba lejísimos de Madrid y, según la tradición, Gracián Ramírez, el señor de Rivas, que era muy devoto, consiguió que se edificase una ermita a la Virgen de Atocha y que esta fuera respetada por los musulmanes.
Los Ramírez Vargas y los Vargas Ramírez, señores de Rivas, son la nobleza antiquísima hispano-goda madrileña y quizá llegaban ya sus terrenos hasta los confines de Atocha. Sus descendientes eran propietarios de esta zona y son los que venden cuando se hace la estación.

El marqués de Pontejos, siendo alcalde de Madrid, en 1829 se planteó hacer un ferrocarril de Madrid a Aranjuez exclusivamente para el recreo de la familia real y por problemas económicos no se llegó a hacer. Hubo varios promotores que no consiguieron sacarlo adelante hasta que llegó el marqués de Salamanca y empezó a promoverlo en 1846. Justo en ese año tuvo que salir por pies hacia Francia para no entrar en la cárcel –era ministro de Hacienda y todas las concesiones las hacían sus compañías sin disimulo ni pudor– pero en 1848 ya estaba de vuelta y se trajo bajo el brazo a un ingeniero francés que iba a montar el tinglado. El llamado Embarcadero de Atocha de la línea Madrid- Aranjuez lo inaugura la reina Isabel II el 9 de febrero de 1851.

Pero en otros países ya se estaban haciendo ferrocarriles para transportar pasajeros y se empieza a organizar un movimiento en ese sentido. En 1882 empieza a funcionar la Estación del Norte en Príncipe Pío y en Atocha se empieza a hacer la Estación del Mediodía. Cuando ya la tienen hecha se les quema el andén y llegan a la conclusión de que hay que hacerla de hierro. El proyecto lo gana Alberto de Palacios, un arquitecto vasco que estudia en París con lo cual está muy familiarizado con la arquitectura del hierro. Es la época de Eiffel. Termina la carrera en Madrid. Está en el grupo de Ricardo Velázquez Bosco, uno de los grandes arquitectos al que debemos el Ministerio de Fomento, el Palacio de Cristal, el Palacio de Velázquez, etc. Alberto de Palacios colaboraba con él y a la vez estaba haciendo la estación con ingenieros y arquitectos belgas. La Estación del Mediodía se inaugura en 1892. Es una estación de mucho mérito, hecha en hierro y en dos tipos de ladrillo, uno rojizo y otro más blanquecino. Está considerada como una obra de arte decimonónica que superaba en dimensiones a muchas estaciones de las capitales europeas.

Tras la reforma realizada por Rafael Moneo entre 1984 y 1992, en la actualidad la estación de Atocha es un complejo formado por dos estaciones, la antigua y la nueva. La nueva es la destinada al tráfico ferroviario –terminal del AVE, largo recorrido y red de Cercanías- mientras que la antigua ha sido dedicada a oficinas de RENFE y a un complejo comercial y de ocio en el que se ha instalado un jardín tropical.

Vemos la estación por dentro y por fuera y también entramos en el monumento en memoria de las víctimas del 11-M. Enmudecemos unos minutos ante el recuerdo del horror de aquel día y de las víctimas. Esta es la frase que nos recibe: “Recordadnos siempre”

Caminamos por la Avenida Ciudad de Barcelona hacia la basílica de Atocha.

La antigua ermita se transformó en iglesia en el siglo XVI. Felipe II, muy devoto de la Virgen de Atocha, iba allí a rezar antes y después de cada batalla y la puso bajo su patronato real. A finales del XIX se reconstruye aunque no según el proyecto de Fernando Arbós que incluía la iglesia, el campanile y el panteón. Al comenzar la guerra civil la incendian. Después de la guerra había que hacer una iglesia, dada la importancia que tenía la Virgen de Atocha al ser Real Basílica, así que construyeron la actual de estilo escurialense.

Pasamos a echar un vistazo a la basílica que no tiene nada especial salvo la talla tarda románica de la virgen y nos subimos hacia el Panteón de Hombres Ilustres.

Al llegar a la calle Vandergoten, Carlos nos habla de la Real Fábrica de Tapices que tenemos al lado del Panteón. En 1882 se demolió la Fábrica de Tapices de Santa Bárbara para proceder al ensanche de Madrid y la trajeron a la calle Fuenterrabía. Vandergoten fue el holandés encargado de montar la primera fábrica y después le sucedieron sus hijos. Fue una saga que estuvo manteniendo el taller muchísimos años.
Vale la pena hacer una visita a la fábrica pero Carlos no está de acuerdo con la política que tienen porque en las visitas enseñan los talleres, los obradores y los tapices colgados pero hay una sala Mengs, una sala Goya y una sala Giaquinto muy interesantes que no puede verlas el público que paga su entrada sino que las reservan para eventos de empresa y celebraciones privadas.

La idea de hacer un Panteón de Hombres Ilustres surgió en 1837. El sitio elegido fue la iglesia de San Francisco el Grande y las Cortes habrían de decidir qué personajes tenían derecho a descansar allí, siempre con un mínimo de 50 años tras su muerte.

La Academia de la Historia redactó una lista pero hasta 1869 no se formó una comisión encargada de reunir los cuerpos. Esta tarea fue un fracaso, más de la mitad de los restos de hombres ilustres que quieren rescatar para llevarlos al panteón no los encuentran. No aparecen los restos de Cervantes, ni los de Lope de Vega, … A pesar de ello se inauguró el panteón con los restos de algunos escritores, arquitectos, políticos… se montó una procesión con un montón de carros fúnebres y todo el clero.

Después pensaron hacer un edificio ex profeso y como iban a reconstruir la basílica de Atocha que estaba en ruinas, decidieron hacer un panteón anexo. Ganó el proyecto presentado por Fernando de Arbós pero quedó incompleto. Se hizo el campanile y el panteón pero no la basílica. Esta se reconstruyó pero sin tener en cuenta el proyecto de Arbós. El campanile es precioso pero ahora no tiene acceso desde el panteón porque se cometió el despropósito de hacer un colegio en medio.

El panteón se hizo, aunque con pocos muertos. Con pocos, entonces. Ahora solo queda uno, Canalejas. Como el proyecto no iba hacia adelante cada ciudad reclamó su héroe local: Zaragoza reclamó al general Palafox, Bailén al general Castaños, reclamaron a Calderón, a Quevedo, etc.

Al menos sí se conservan los espléndidos monumentos funerarios que podemos contemplar en el Panteón. Destacan los de Canalejas, Sagasta y Eduardo Dato, esculpidos por Benlliure y el de Cánovas por Agustín Terol.

Mariano Benlliure es sin duda uno de los grandes escultores españoles de finales del siglo XIX y primera mitad del XX. Caminando por Madrid podemos ver muchas de sus obras, entre otras, la estatua de Goya junto al Museo del Prado, la exquisita figura de la Reina María Cristina junto al Casón del Buen Retiro y la estatua ecuestre de Alfonso XII que corona el monumento del estanque del Retiro.

El monumento a Cánovas es de Agustín Querol. Este escultor gozó de una enorme popularidad en su época, con numerosos encargos oficiales que le hicieron montar un taller con decenas de colaboradores, algunos muy buenos escultores. Pío Baroja dice que le hacían las esculturas sus trabajadores. Una de sus obras más conocidas es La Gloria y los Pegasos que coronaba el Ministerio de Fomento, hoy Ministerio de Agricultura, donde actualmente hay una réplica en bronce vaciado de Juan de Ávalos que acabamos de ver. Querol lo hizo en mármol y con el tiempo la cubierta del edificio no aguantaba el peso y lo tuvieron que quitar. Los caballos de Querol están ahora en la plaza de Legazpi y La Gloria en la Glorieta de Cádiz.

La idea era ir hasta Pacífico pero nos entretenemos en el Panteón y se hace tarde. Como es habitual ponemos el broche a esta ilustre visita tomando una caña en el bar más cercano.

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