Este film de Ken Loach nos ayuda a ilustrar el proceso de privatización de empresas públicas, que es uno de los fines del actual sistema capitalista neoliberal. Dentro de nuestro seminario sobre Europa conviene recordar este tipo de películas que tratan los temas de la globalización y el pensamiento único.

De Ken Loach, ya hicimos una pequeña introducción en nuestro artículo anterior. Conviene recordar que este director británico, nacido en Nuneaton, Warwickshire, Inglaterra en 1936, ha dedicado más de 45 años de su vida a reflejar en sus películas los problemas sociales que encuentra el hombre dentro del sistema económico de la Europa Occidental. También ha tratado el tema de la emigración proveniente de países lejanos con la esperanza de alcanzar una vida digna, y el encuentro de estas gentes con la precariedad laboral, la explotación más despiadada que se recuerda desde los tiempos primitivos del capitalismo, allá por finales del siglo XIX.

En La cuadrilla se trata sobre todo de la privatización, en 1995, de la British Rail, la compañía ferroviaria de los trenes ingleses. Cómo con la ayuda neoliberal de  la tristemente célebre Margaret Thatcher, se troceó toda la empresa, se despidieron a los trabajadores más antiguos, se desmontó todo el conjunto de derechos sindicales, vacacionales, de derechos adquiridos por los trabajadores, en horarios, garantías laborales, referentes al despido, a la regulación de los convenios colectivos, a las horas extras, etc. etc. Para ello, de manera similar a como se hizo en España con las empresas públicas, Campsa, Tabacalera, y todas las provenientes del antiguo INI, y que luego englobarían la actual SEPI. Es decir se separan funciones, zonas de trabajo, labores de producción, y se crean empresas pequeñas para realizar lo que antes hacía la empresa única. Claro que esto tenía el truco de que las empresas pequeñas en cuanto no llegan a los objetivos propuestos (en estos casos la suma de las pequeñas no es igual a la grande) presentan expedientes de regulación de empleo, despiden a sus empleados y desaparecen con un gran número de deudas. Esto se ha trasladado también a las empresas privadas, como hizo el presunto defraudador y delincuente fiscal, Díaz Ferrán, que llegó a ser presidente de la CEOE, la patronal nacional, que lo que debía a sus empleados de las empresas de viajes Marsans y otras, se lo llevó a los paraísos fiscales y aquí aparece presuntamente como un hombre arruinado, hoy en prisión, aunque suponemos que se acogerá a uno de los indultos gubernamentales tan proclives con hombres de la patronal, la banca, y el mundo de los negocios y la política.

Del trabajo regulado y amparado por los años de lucha de los siglos XIX y XX, en que se trataba de conseguir un Estado de bienestar, basado sobre todo en la igualdad de una sociedad desigual, que se pretendía paliar a base de impuestos, que equiparaban a los más desfavorecidos con los más ricos, se pasa al pensamiento de la escuela de Chicago con una mentalidad totalmente individualista y en muchos casos mafiosa, que se basa en “el que quiera algo que lo pague”, desde la sanidad hasta la educación, los servicios de atención social, el agua pública, el transporte público (Renfe, Metro, Empresas de transportes, Iberia, etc.), y el deterioro de todo el funcionariado y el empleo público, a base de recortes, en cuanto a pagas extraordinarias, a horas de baja médicas, a permisos vacacionales, y de familia, a horas sindicales, con la clara intención de mantener solo la Administración militar y la que da de comer a los políticos, que casualmente no renuncian a lo público, sino que introducen la figura del asesor para sustituir a técnicos al frente de Ministerios, Ayuntamientos, Diputaciones, Empresas públicas, etc.

Todo esto queda reflejado en la película, que es del año 2001, reflejando hechos de 1995, pero que como se ve afecta a toda Europa de los años actuales. La desregulación financiera, es decir eliminar los impuestos sobre el capital en las transacciones financieras, bursátiles, bancarias, con la demagogia “de un mundo libre”, implica que por mucho que quisieran ahora transformar la sociedad un nuevo grupo de políticos (por que los del antiguo mundo no están por la labor) se ven enfrentados a una oposición globalizadora mundial, muy difícil de superar. Veamos un ejemplo, un terreno público lo administra una comunidad autónoma, y lo cede gratuitamente a un hospital, a un centro de diversión, a un conjunto hotelero, a un aeropuerto privado. Bueno si después de esta concesión, viniera un gobierno digno que quisiera retornar los dominios públicos a sus legítimos poseedores, es decir a los ciudadanos, tendría que ajustarse a las leyes expropiatorias, a pagar un sinfín de indemnizaciones, y mantener unos pleitos interminables, para que al final, cualquier cambio político eche una cortina de humo sobre todo lo que se pretende socializar.

Es decir el desmontaje de lo público, sobre todo en funciones de transporte, sanidad, educación, agua, vivienda, electricidad, gas, etc., (que además son servicios que jamás lograrán dar un beneficio para un privado, ya que hay que mantenerlo a pesar de las irregulares condiciones en que se dé) es completamente criminal. Por ejemplo, los trenes deberán partir, estén llenos de pasajeros o no, el agua habrá que suministrarla se gaste más o menos, etc. Pero claro el truco está que las corporaciones poderosas se quedan con el servicio público, y si empieza a ir mal, reclaman al Estado las subvenciones suficientes para continuar, y si no se continua, el ciudadano se queda sin el servicio. Así de sencillo y así de fácil.

Por si alguien lo duda es lo que ha pasado con Bankia y otras cajas. Primero se privatizaron, se convirtieron en Bancos, se repartieron los beneficios en grandes sueldos de los altos cargos, y luego a pedir el rescate europeo, porque no salen las cuentas. Y es ahora dónde el ciudadano, con sus impuestos, no los gobiernos, pero sí bajo la estulta dirección de éstos, es quién mantiene abierto el negocio de estos explotadores.

Todo ello es fiel reflejo de la economía neoliberal que se refleja en la película citada.

El cine comprometido de Ken Loach está de total actualidad y conviene revisionar este tipo de films para no perder de vista el horizonte que tenemos que mejorar.