
Qué yo sepa, hay PROTOCOLOS para:
Prevenir accidentes laborales
Prevenir los casos de bulín en los colegios
Denunciar el acoso escolar
Denunciar el acoso a las mujeres en las empresas
Ídem en los partidos políticos
Para prevención y alejamiento de maltratadores
De empleo de material de un solo uso en los hospitales
Para protección y atención policial del maltrato
Del cuidado y seguridad en las residencias de mayores
De aviso y protección en casos de emergencias por fenómenos climáticos y naturales
Para la prevención de incendios forestales
De control de compras y gastos públicos
Ídem de pagos y gastos en los partidos políticos
Para pruebas médicas en la sanidad «concertada»
En el cumplimiento de concesiones de contratos públicos
Pero, visto lo visto… ¿para qué c*** sirven los protocolos?
Ahora, me voy a desayunar mientras releo «el protocolo» para prevenir infartos, tomando: un par de porciones de tarta de limón procesada, una tostada con mantequilla y mermelada de melocotón, otra de arándanos y grosella, dos cucharaditas de azúcar colmadas, un vaso de zumo de naranja del super de la esquina y una taza de té bien cargado.
¡No voy a ser yo el único tonto que cumpla el protocolo, hombre!