Este sábado 11 de mayo la Escuela Popular de la Prospe celebró una gran fiesta para conmemorar sus 50 años de existencia. La Escuela siempre ha sido un espacio abierto a la cultura, muy atenta a las necesidades del momento, si en los primeros años de la Transición su principal actividad tuvo que ver con la alfabetización y con facilitar el título de graduado escolar, ahora en pleno siglo XXI la necesidad es que los emigrantes y refugiados puedan integrarse plenamente en nuestra sociedad, y que la sientan suya, aprendiendo castellano, participando en diversos talleres, dando paseos por los lugares históricos y emblemáticos de Madrid, no hay nada que genere más arraigo que conocer las raíces de la sociedad en la que se vive y esto lo transmite como nadie la Escuela de la Prospe.
Su éxito, creo que se debe a que han sido siempre fieles al movimiento asambleario y de autogestión, esto exige un esfuerzo grande de organización y de trabajo colectivo, pero la recompensa es evidente, la escuela no se ha anclado en el pasado, como ha ocurrido con otras organizaciones, sigue viva y abierta a las necesidades del siglo XXI, daba gusto ver en la gran fiesta de este sábado a cuatro generaciones compartiendo el mismo espacio y contentos de estar juntos. Cuatro generaciones, los pioneros de la transición, la generación que era joven en los años 90 y que lucho y consiguió un espacio para que la escuela siga viva. Los jóvenes del siglo XXI, que han cogido el relevo, y adolescentes y hasta niños, que son el futuro de la Escuela.
La fiesta estuvo muy animada, no faltó de nada. El ágape abundante y variado, con karaoke participativo y un concierto final con músicos comprometidos con la Escuela. No hubo charanga popular, aunque estaba programada, los testimonios de unos y otros se comieron el tiempo, pero así es la autogestión hay que acoplarse al presente.
La fiesta comenzó recordando los inicios de la Escuela allá por los años 70 en plena decadencia del régimen franquista, fue emocionante escuchar las vivencias de los que todavía están, escuchar por boca de sus compañeros el testimonio y la lucha de los que se fueron y el relevo generacional de los escolares de hoy. Algunos calificaron este espacio abierto de libertario, y les doy la razón, si hay algo que califica a la Escuela Popular de la Prospe es su amor a la vida y a la humanidad, y ha sido esta firme y apasionante creencia de que se puede, de que los seres humanos no necesitan guía, solo necesitan confiar en ellas mismas, en su poder y en su capacidad, la que les ha acompañado estos cincuenta años y la que seguirá acompañándoles. Mientras este espíritu no se pierda la Escuela seguirá viva.