La situación emocional de sentirnos solos o solas, no habiendo sido voluntariamente elegida, puede sobrevenir a lo largo de la vida.

Sin embargo, cuando los recursos vitales tienen horizonte temporal tenemos más posibilidades de escaparnos de sus garras, porque tenemos expectativas, entre ellas el tiempo previsible de vida, que nos ayuda a superar el sentimiento de soledad no deseada, si contamos con las ayudas apropiadas.

Nunca es positiva, la soledad no deseada merma nuestras capacidades y nos puede llevar a un bloqueo funcional físico y psíquico.

Resulta complicado salir de una emoción que no se comparte, en sí misma, es aislamiento, es un abandono de la vida social estando aún vivos.

Cada vez más a menudo leemos y escuchamos hablar de ella, de la soledad no deseada. También muchas veces creemos que ese no es nuestro caso, lo negamos, lo invisibilizamos o lo invisibilizan. En el primer supuesto es que no sabemos cómo compartir la soledad que no deseamos sufrir, en el segundo es porque se han sucedido pérdidas de personas muy próximas, porque nos ha sobrevenido una enfermedad incapacitante o simplemente porque no previmos que nos iba a pasar.

Incluso personas con una actividad familiar y/o profesional y amistosa plenas se ven sorprendidas con una clandestinidad no deseada y ahí quedan.

Mi pregunta es ¿hasta cuándo puede durar la soledad no deseada?

Hay soluciones que están a nuestro alcance, basta con que abramos los ojos y nuestras percepciones y nos ofrezcamos a ayudarles.

Ejemplos hay muchos como compartir actividades, hablar, recordar. … hacerles sentir parte de nuestra propia vida. Se trata de que les ayudemos y de que nos ayuden a vivir, a sentirnos orgullosos los unos de los otros.

Somos conscientes de que el final de nuestras vidas es un hecho cierto. El plazo puede variar, pero está ahí.

¿Querremos continuar solos al final de nuestra vida?

Entiendo que no, que precisamente encontrándonos en el tramo finalísimo esperaremos una mano, una caricia, la presencia y la paz que da una despedida en compañía.

Pues bien, también para este trance hay que combatir la soledad no deseada.

Tenemos la obligación y el deber moral de prolongar las estrategias sobre la soledad no deseada entre las personas mayores hasta las situaciones finales, hay que evitar las habitaciones de los hospitales y de las residencia vacías, esperando en soledad lo que va a llegar, con la mirada vacía o los ojos entornados.

Hablo de servicios sociales de acompañamiento ante la soledad final, de movimientos cívicos y vecinales, de corresponsabilidad social y humana.

La primera responsabilidad es de las Administraciones públicas, tienen que mirar con perspectiva el bienestar hasta el último momento.

Ante la soledad no deseada hay que reaccionar siempre.

Cada minuto ganado a la soledad no deseada puede arrancar una sonrisa.

Dejar una respuesta