Es preciso mirar estos días tan raros de confinamiento con optimismo y vencer la visión pesimista que no nos conduce a nada. Y al decir nada, quiero decir a depresiones, malestares, y molestias que no sirven absolutamente para liberarnos de nuestros problemas. Lo primero que pensé cuando empezó todo, allá por el mes de marzo, fue fijarme en los temas similares tratados en novelas. La primera y más famosa La peste de Albert Camus, que volví a leer y me pareció mejor que la primera vez. La segunda el Decamerón de Bocaccio, aquel grupo de amigos que durante la epidemia de peste en Florencia, por los años en que vivió el autor, se guarecen en una casa de campo y se cuentan historias, la mayor parte eróticas, pero todas muy graciosas que hacen olvidar a aquel grupo lo que está ocurriendo fuera. Porque es necesario distraerse y no pasar el tiempo pensando continuamente en mascarillas, virus, médicos, fiebres, y todo tipo de posibles males que nos pueden llegar.

Por todo ello, vamos a repasar una serie de espacios literarios a donde acudir. Recordemos que este año se celebran varios centenarios, el de Galdós, al que ya le dediqué un par de artículos, si bien miraba a su conciencia republicana, más que al aspecto literario. Este es un buen momento para leer sus maravillosas novelas: La fontana de oro, Fortunata y Jacinta, Miau, Tormento o Las novelas de Torquemada, por poner algunos ejemplos. Y por supuesto es el mejor momento de acercarse a los Episodios Nacionales. Un amigo mio, editor y también escritor, me dijo en una ocasión que para empezar los Episodios lo mejor era coger aquel hecho histórico que nos hubiera impresionado más, por ejemplo La corte de Carlos IV, El 19 de marzo y el 2 de mayo, Gerona, Bailén, etc., porque aunque los personajes se repiten y salen en varios volúmenes, el leerlos separados no hace perder el hilo argumental. Claro que el año ha sido prolijo en centenarios y si queremos recordar a algún autor, dándonos el placer de releerlo en su aniversario, podemos escoger a Asimov, con su literatura fantástica, o Benedetti fallecido en 2009, y cuya Antología realizada por Serrat acaba de publicarse, o Bradbury para recordar sus Crónicas Marcianas o Farenheit 451, también podemos ir a la biblioteca y buscar a Mario Puzo que con El Padrino, llevado al cine, es conocido mundialmente o leer a Delibes, también fallecido recientemente, en 2010, que con sus Cinco Horas con Mario o Los santos inocentes, nos entretendrá. También la literatura brasileña de Clarice Lispector, más complicada, pero magnífica. Nos queda el poeta Paul Celan, rumano, que sus obras menos conocidas son dignas de leerse, como Rejas de lenguaje, La rosa de Nadie, o Soles de hilo.

Para los más exigentes, les aconsejamos los clásicos. Estas jornadas tan largas son maravillosas para leer las grandes novelas: El Quijote del genial Cervantes, el mejor libro de humor que ha existido, Guerra y Paz y Ana Karenina de Tolstoi, Crimen y Castigo o los Hermanos Karamazov de Dostoievski, La Regenta de Clarín, contemporáneo y amigo de Galdós, y no pararíamos de enumerar : Flaubert, Sthendal, Proust, Thomas Mann, Stefan Zweig. Son esas joyas que conviene recordar, o descubrir y que nos aportarán un hálito de aire nuevo.

Y he querido dejar para el final de esta enumeración de autores a Friedich Engels, que nació en un 20, pero de 1800, y celebramos el bicentenario el 28 de noviembre. Filósofo, ensayista, periodista, historiador, sociólogo, politólogo revolucionario, teórico comunista alemán, amigo y colaborador junto a Marx, de muchas obras. La más conocida el Manifiesto Comunista. Pero las que el escribió sólo, son de una categoría que se ha mantenido en el tiempo, prueba irrefutable, de que los conocimientos vertidas en ellas, son verdades duraderas. A mí particularmente la obra que más me impactó ha sido: El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Empezó a escribir a una edad más temprana que Marx, y a publicar en diversos medios. A quién le interese algún dato más puede acudir al Viejo Topo de este mes de noviembre, en que además publican un artículo suyo.

A mí me están sirviendo estas jornadas para leer mucho más de lo habitual y recordar también a los que se marcharon en este año, Juan Marsé, Javier Reverte, Carlos Ruiz Zafón, Quino, Ernesto Cardenal, Rubem Fonseca, Luis Sepúlveda, entre los más conocidos. Y recordar que leer a un autor es tenerlo entre nosotros, y los anteriores siempre que los leamos estarán entre nosotros y nos iluminarán el camino, para que no sea tan oscuro.

He dejado para el epílogo al gran Miguel Hernández, cuyo nombre quieren mancillar los impresentables. No valdrá con romper su placa, no lo vamos a olvidar. Hay una idea muy bonita y es la siguiente: a través de las redes sociales se están mandando sus poesías y las vamos a expandir por todo el orbe para vergüenza de quienes lo dejaron morir, y lo siguen persiguiendo en la Historia. El genio de los inmortales no podrán matarlo, pero son tan necios que piensan que por romper una placa ya va a desaparecer. Tú estarás siempre con nosotros, compañero del alma, compañero.

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