La visita a Torremocha del Jarama era una visita anhelada y esperada por los socios de la A. VV. Valle-Inclán de Prosperidad, no porque últimamente hayan aparecido reportajes y artículos de su Residencia de Mayores en los principales periódicos del país y del extranjero, proponiéndola como un modelo satisfactorio donde abordar la etapa final de la vida, sino sobre todo, para visitar a nuestros compañeros Jaime Beneyto y Pilar Ruiz, socios antiguos de la Asociación de Vecinos Valle-Inclán de Prosperidad, que durante muchos años han sido entusiastas colaboradores de nuestro quehacer diario y soporte de muchas de nuestras actividades.

Así fue como el 12 de julio pasado, un grupo de socios nos trasladamos a Torremocha, una población tranquila a orillas del rio Jarama, donde nuestros amigos nos estaban esperando para mostrarnos su Residencia.

Nos contaron que la Cooperativa TRABENSOL, Trabajadores en solidaridad, se formalizó hace unos diez años, como fruto de una voluntad colectiva y cohesionada de un grupo de amigos.

Su planteamiento era ¿cómo abordar la etapa final de la vida para pasarla de una manera satisfactoria, sin ser una pesada carga para hijos e hijas, que bastante tienen con sus problemas actuales?

La respuesta la dio un grupo de personas interesadas en sacar adelante un proyecto colectivo y viable, que respondiera a las expectativas de crear un Centro de Convivencia para Mayores, donde se dieran las condiciones para que la fase final de la vida fuera una etapa vitalmente rica para todos sus integrantes, ya que la mayoría llevaba a sus espaldas un gran bagaje de trabajos y experiencias colectivas en instituciones y asociaciones diversas, y donde pudieran seguir creciendo humanamente, aportando a la sociedad su hermosa experiencia.

A partir de ahí comenzó una agotadora búsqueda para encontrar un terreno adecuado donde poder realizar el proyecto, que llegó finalmente en Torremocha, donde el Ayuntamiento acogió el proyecto con entusiasmo.

Jaime y Pilar nos mostraron todas las dependencias, empezando por el comedor, donde los mismos residentes voluntarios nos sirvieron la comida, visitamos su vivienda con sus propios muebles y decorada con las plantas que crecieron en su casa y, cómo no, las fotos de sus hijos y familiares; también nos mostraron los talleres donde realizan actividades, la piscina temperada con su sala de gimnasio, la lavandería, la enfermería, para pasar luego a la huerta cultivada en bancales a la altura cómoda de la cintura y luego a los jardines donde Pilar es una experta colaboradora, en los momentos que le deja libre su compromiso con la contabilidad del Centro de Mayores.

En todos los ambientes se respiraba una atmósfera de una sana y satisfactoria tranquilidad, para favorecer el equilibrio cultural, físico y mental.

Todos sus residentes saben que el camino emprendido es responsabilidad de todos, sabiendo que su colaboración es fundamental y necesaria para llevar adelante este proyecto y que ofrece a la sociedad una experiencia diferente en la seguridad de que se puede vivir de una forma satisfactoria con unos criterios y unos valores alternativos a los del mundo consumista y neoliberal.