Por Marisa Manchado Torres PAGINA_WEB

El pasado 23 de octubre, miles de mujeres, provenientes de lugares de todo el Estado español, se manifestaron en Madrid con una única finalidad: reivindicar la agenda de los derechos de las mujeres.

Esta agenda y de manera prioritaria, reivindica con urgencia una ley para abolir la prostitución, aspiración de largo alcance y cuyo debate dentro del movimiento feminista se viene dando desde hace décadas, pues es un ejemplo palmario de la mercantilización de los cuerpos de las mujeres.

Al hilo del uso del cuerpo de las mujeres como valor de mercado, se encuentra también la denominada «gestación subrogada», otro de los ítems de dicha agenda, que una vez más solicita su prohibición, como de hecho sucede en la mayoría de los países occidentales (así como la prohibición de la prostitución)

Uno de los eslóganes más coreados en dicha manifestación fue «ser mujer no es un sentimiento», que se refiere directamente a la llamada «ley trans», ley controvertida y discutida donde las haya, pues su redacción provoca fundamentalmente inseguridad jurídica a las mujeres. Esta ley fue aprobada por el gobierno y en breve pasará a ser discutida en el Parlamento, siendo una ley en la que se normatiza la autoidentificación de género, de ahí que otros de los eslóganes repetidos fueran «Sexo no es género» o «Contra el borrado de las mujeres».

Para contextualizar el debate, es fundamental apoyarse en la teoría feminista, que parte de la Ilustración con Olympe de Gouges y Mary Wollstonecraft; y llega hasta nuestros días pasando por el movimiento sufragista, la liberación sexual de los años 70 del siglo pasado y en la actualidad la lucha contra la prostitución, los vientres de alquiler, el “me too”, romper los techos de cristal, luchar por la paridad en la vida pública en todos los aspectos de la misma, entre los más relevantes.

La mitad del siglo XX fue rico en aportaciones teóricas, de obligado estudio si queremos entender la polémica: Simone de Beauvoir en El segundo sexo, define género como un constructo social diferente absolutamente al sexo: “No nacemos como mujer, sino que nos convertimos en una”.

En España existen dos títulos fundamentales en la teoría feminista, de nuevo de obligado estudio y que además son históricos pues ambos datan de finales del siglo pasado: Hacia la crítica de la razón patriarcal, de Celia Amorós (Anthropos Editorial, 1991) y el otro texto, del mismo año, en la misma editorial y también de una filósofa, Amelia Valcárcel, Sexo y filosofía, sobre mujer y poder (Anthropos Editorial, 1991).

Ambos títulos fueron los que dotaron al movimiento feminista español de acción política y de teoría en la que apoyarse.

No obstante, para comprender mejor la manifestación del 23 de octubre y entender el discurso teórico y político que subyace, sería interesante iniciar una serie de artículos explicando la teoría feminista, ya digo desde los primeros textos que ayudaron al movimiento social de las mujeres.

Mientras tanto, distinguir sexo de género y saber qué es el género, es básico.

El concepto de género lo podemos definir como el conjunto de actitudes, sentimientos, creencias, conductas y actividades sociales, en lo público y en lo privado, que diferencia a hombres de mujeres y siempre a través de un proceso de construcción social inherente al sistema patriarcal en el que vivimos, implicando una jerarquización de valores entre lo masculino (mayor valor) y lo femenino (subsidiario de lo masculino).

Por este motivo la teoría feminista ha realizado numerosas y excelentes aportaciones a la distinción existente entre sexo y género.

En resumen, sexo es biológico y género es cultura: sexo se refiere a las características anatómicas de los cuerpos, incluida la genitalidad, así como las características morfológicas del aparato reproductor y diferencias hormonales y cromosómicas, mientras que género es un término que designa la elaboración cultural de lo femenino y lo masculino. Así, disociar un aspecto de otro es básico para estudiar y analizar el lugar de hombres y mujeres en la estructura social, el cual depende de la organización social y cultural: comprender y desentrañar la construcción del género en su contexto social y cultural es una de las aproximaciones teóricas del feminismo más relevantes.

Aquí reside la clave de la contestación a la llamada “ley trans» y el núcleo de la convocatoria del pasado 23 de octubre.

Es un debate amplio, que ya se ha llevado a cabo en Escandinavia, Centroeuropa, Reino Unido, Italia, Grecia, entre los más destacados de los países europeos, así como Estados Unidos, Canadá, México, Chile, Colombia, entre los más sobresalientes del área americana.

Esta manifestación de miles de mujeres, MANI_MILES_DE_MUJERES, es un ejemplo de la falta de consenso existente en torno a una ley, que en los términos en los que se pretende aprobar, sería probablemente la primera en el mundo.

Quizá sea necesario más debate y más acercamiento entre las “distintas partes”, las leyes orgánicas deberían tener un amplio consenso entre la ciudadanía, las negociaciones, donde se habla, se discute y se acercan posiciones, cediendo ante las posiciones de partida, son, sin duda ninguna, la base sólida para la construcción cierta y real de una Democracia Plena.

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