La pandemia del Coronavirus nos ha traído mucho dolor y muchas vidas perdidas, empleos y economía a nivel mundial.

También, nos ha hecho llegar a través del confinamiento, con un parón tan radical como inesperado, la posibilidad de modificar nuestras perspectivas y expectativas de futuro.

La dinámica económica neoliberal que rige a nivel internacional y parecía imparable e inmodificable, ha sufrido un cuestionamiento, haciéndonos volver la mirada a la vulnerabilidad de nuestra especie que se iba acorazando de modo progresivo, aparentando en ocasiones que el poder humano iba a llegar a ser casi sobrehumano e inatacable, con un crecimiento infinito, sin atender a los daños que se causaban al medioambiente y a los recursos del planeta sin atender a la emergencia climática.

El coronavirus nos ha avisado de la relación entre ecología y nuevos virus, alertándonos y urgiéndonos a nuevas formas de vida.

Otra certeza se nos ha hecho evidente: la conciencia de que no somos islas, que estamos hiperconectados en una única humanidad, no sólo como una idea sino como un hecho palpable. Una cierta salida del individualismo egoísta para darnos cuenta de las necesidades de los demás y una de ellas, la más visible, ha sido la necesidad de unos servicios sanitarios, universales, gratuitos y de calidad que junto a una educación pública son imprescindibles para la vida digna de todos los seres humanos. Y con todo ello la importancia del Estado frente a la propuesta neoliberal de “el dinero, dónde mejor está es en el bolsillo de cada uno”.

Ha surgido un “nuevo” valor: la solidaridad que se ha hecho presente en todos los niveles.

La solidaridad vecinal, con multitud de redes de ayuda solidaria, proporcionando alimentos, medicinas y apoyo a personas solas o vulnerables.

La solidaridad social, véase el Ingreso Mínimo Vital recién aprobado por el actual Gobierno y a nivel europeo el Fondo de Reconstrucción.

Otro ingrediente más, en las reflexiones que nos ha traído la crisis actual, es la vuelta a una vida más sosegada, de mayor contemplación frente a las prisas permanentes y la agitación constante, así como una revisión del consumo compulsivo y superfluo hacía un consumo esencial y responsable.

Y así podríamos proseguir…

Animo a todos los amigos a seguir añadiendo las propias reflexiones que nos ayudarán a ir cambiando.

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