El pasado 27 de septiembre tuvo lugar la Huelga Mundial por el Clima como culminación de una semana de actividades reivindicativas en defensa del planeta que tuvieron lugar en una inmensa mayoría de ciudades del mundo en todos los continentes. No se trataba de celebrar una de esas fechas emblemáticas que conmemoran grandes hitos de la humanidad de forma discursiva y retórica. Tampoco se trataba de una huelga laboral en sentido estricto, sino de una gran movilización social y cívica a todos los niveles para que nadie pudiera quedar ajeno a esta acción política transversal y apartidaria, aunque evidentemente las fuerzas progresistas de cada país han empujado con vigor esta reivindicación humanista y solidaria.

Pero además esta movilización ha tenido una característica singular y enormemente positiva. Ha sido una iniciativa surgida en su totalidad de los jóvenes como colectivo diverso y a veces complejo, mas con un tirón especial para moverse y usar recursos impactantes ante los poderes públicos y ante toda la opinión pública mundial. Esto se percibía de forma ostensible en todas las actuaciones y les otorgaba una frescura y un desparpajo increíbles.

En concreto ha tenido un valor especial la campaña iniciada hace 13 meses por la joven sueca Greta Thunberg desde que se sentó a las puertas del parlamento sueco en solitario hasta que proclamó los Viernes para el Futuro (Fridays for Future) que suscitó el seguimiento más espectacular conocido de toda la juventud mundial. Sus viajes a distintos países han encontrado una respuesta consistente, por ejemplo el que realizó a Polonia. Y finalmente su desplazamiento a América en barco como símbolo inequívoco de su opción vital alternativa al proceder común según las costumbres de la contemporaneidad.

Este proceso de movilización perseverante de cada viernes contó también con fechas señaladas como el pasado 15 de marzo y el 24 de mayo, eventos que tuvieron escasa repercusión en España, lo que sin embargo no ha ocurrido en esta ocasión del 27S que comentamos.

De otra parte, la comparecencia de Greta Thunberg la pasada semana en Naciones Unidas con un lenguaje radical completamente inhabitual en ese medio, produjo un impacto mundial muy potente para la causa ecológica. “No os perdonaremos nunca, que no hayáis respondido a este problema de toda la humanidad”. Esa joven de 16 años ha mostrado una conciencia cívica y un vigor contestatario capaz de conmover los cimientos de la laxa comunidad internacional.

Por eso, no extraña en absoluto el apoyo que esta movilización, promovida inicialmente como huelga estudiantil, ha logrado entre las organizaciones sociales y sindicales que la han suscrito en un número superior a 300 entidades en nuestro país. Los sindicatos han demostrado su compromiso mediante convocatorias diferentes que van desde la huelga general laboral hasta paros en los centros de trabajo para identificar al mundo del trabajo con la causa climática. Las centrales sindicales mayoritarias, CCOO y UGT, convocaron un paro de 4 minutos y 15 segundos en los centros de trabajo entre las 11 y las 12h del viernes 27, como protesta simbólica por la presencia de 415 partículas de dióxido de carbono por millón, según los estudios publicados desde la última medición efectuada en el pasado mes de abril, la más alta desde hace 3 millones de años, en versión de las organizaciones que lo han difundido.

No obstante, el hecho de introducir la movilización en el ámbito laboral en mayor o menor medida resulta ser un paso muy relevante en la lucha por el clima, ya que implica dar cauce sociolaboral a una reivindicación social, lo que le concede un rango estructural en las relaciones socioeconómicas, algo que sin duda supone un éxito innegable para la lucha contra el cambio climático.

Para culminar la jornada mundial, hay que destacar las importantes manifestaciones celebradas en numerosas ciudades de España y de todo el mundo. Concretamente la efectuada en Madrid tuvo una participación ingente, como las mejores de la larga historia democrática de la capital. Desde las 18h. del viernes entre Atocha y Sol, discurrió una manifestación original, creativa y festiva, donde la garra juvenil infundía una marcha decisiva al movimiento, con consignas muy novedosas e incisivas, que lograban combinar la gracia con la seriedad de lo que se reivindicaba. Bajo el lema “no hay un planeta B”, discurría por todo el recorrido un cúmulo de mensajes muy didácticos para la ciudadanía, donde los grupos de jóvenes más o menos organizados y las organizaciones ecologistas cobraban un protagonismo indudable.
A pesar del cariz apartidista de la convocatoria, quedó claro que en cambio la movilización no era apolítica en absoluto, toda vez que evidenciaba un vigor alternativo muy potente frente al actual sistema económico y político incapaz de afrontar el reto climático. Por ello, se notaba con claridad el peso de los partidos políticos progresistas en el desarrollo colectivo y argumental de las actuaciones por el clima.

Como reflexión final, cabe indicar que la dimensión del problema nos invita, no solo a comprometernos en una movilización social tan encomiable como ésta, sino a mantener una lucha diaria como necesidad ineludible para salir del círculo vicioso al que el sistema neoliberal y la inacción de los gobiernos y las instituciones internacionales nos ha abocado. Lo que quiere decir que más que el compromiso de un día, por meritorio que sea, precisamos poner en valor una militancia activa y cotidiana, siguiendo el ejemplo formidable de Greta Thunberg, para de verdad cambiar el estado de las cosas.

Por si faltaba algo, en la última semana ha aparecido un Informe de Naciones Unidas sobre la situación de los océanos que resulta espeluznante para el futuro de los mares. Otra prueba más de que estamos convocados a no perder ni un día más en esa movilización mundial por el clima.

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