Cerrando el ciclo de la “Biblioteca presenta” el miércoles 29 de mayo tuvimos en nuestra Asociación de Vecinos Valle Inclán un acto dedicado al 80 aniversario del Exilio Republicano.

Asistieron como ponentes, María Rosa de Madariaga, descendiente de exilados, Filósofa e Historiadora, colaboradora de Crónica Popular y gran amiga de nuestra Asociación y Pilar Nova Melle, Presidenta de la Asociación de Descendientes del Exilio.

Ambas nos deleitaron con una magnífica exposición sobre los diferentes aspectos del exilio y sus personajes más conocidos.

Empezó el acto refiriéndose a las dos clases de exilio, el exilio exterior, de todos aquellos que vencidos pero no derrotados, tuvieron que dejar el país, por las consecuencias dramáticas que se avecinaban para ellos, y los del exilio interior que no sólo fueron los que vivieron la Guerra Civil, sino los que sufrieron represión en todos los aspectos por los vencedores de esa Guerra, y por la dictadura posterior.

En este último exilio, se encontraban todos a los que despojaron de sus cátedras universitarias, todos los maestros que fueron perseguidos por el hecho de serlo, los funcionarios de ayuntamientos, y otras corporaciones, y en general todos los que no habían colaborado con el golpe de Estado franquista, pero también los estudiantes que a partir de los años 60 se organizaban en contra del régimen, y querían más libertad, y los obreros que deseaban un sindicalismo democrático. Muchos de estos últimos, sin haber nacido hasta después de la Guerra Civil, sufrimos las consecuencias de la represión, expedientes académicos, despido de las empresas, y no digamos nada de cárceles y condenas por no ser proclives a la dictadura.

Con este pequeño preámbulo, comenzó María Rosa de Madariaga a explicarnos los aspectos generales del exilio, cómo trataron la Francia de Petain, desde Vichy, a los que iban llegando a ese país. Empezando por introducirlos en campos de concentración, en el más famoso Argèles sur mer, y en los menores de Saint Cyprien, Vacarisses y otros. A los militares les hicieron devolver las armas a medida que pasaban la frontera, y los que no tenían graduación, soldados rasos se llamaban entonces, pasaban a englobar el grupo de civiles que ya estaban en los campos, separando a los hombres de las mujeres y los niños.

Esto en líneas generales en el lado francés. Hubo otros que se exiliaron a través de los barcos más famosos de la época, se recomendó el libro “Los barcos del Exilio” de Emilio Calle y Ada Simón, editorial Oberon, Madrid 2005, algunos desde Alicante hacia Orán en Argelia, como el Stanbrook, otros fletados y preparados en Francia por personajes tan entrañables como el embajador mexicano, Luis I. Rodriguez y el cónsul de México en Paris, Gilberto Bosques, amparados ambos por el presidente mexicano Lázaro Cárdenas, que salvaron a más de 20.000 españoles de las garras del fascismo europeo y español, aquí podríamos citar al Mexique, el Sinaia, y el preparado por Pablo Neruda cónsul de Chile en Paris, el Winnipeg, destinado a ese país.

Después de esta visión general, citando a los “niños de la guerra” que salieron de España en el 1937 con destinos diferentes, Inglaterra, Bélgica, la URSS, y reflejando las diferentes políticas que utilizaron con los exiliados según el país al que fueron destinados, incluso según el partido político al que pertenecían.

Después Pilar hizo un examen más pormenorizado del exilio, fijándose sobre todo en los personajes más famosos, y sus anécdotas, Machado, Azaña, Líster, y algunos más. No quiso repetir escenas que ya había tratado Rosa, pero supo destacar la principal característica de los exiliados, que fué la dignidad. Vencidos pero no derrotados. Machacados pero no humillados. Perseguidos pero no rendidos. Puso de manifiesto sobre todo las figuras de los mexicanos ya citados, Lázaro Cárdenas, Luis I. Rodríguez y Gilberto Bosques, auténticos antifascistas que dieron todas las facilidades a aquellos españoles que pretendían escapar del nazismo y el fascismo.

Las dos ponentes, sin haberse puesto de acuerdo, ofrecieron una imagen bastante completa de lo que significó el exilio republicano. También aquellos españoles del exilio que reunidos en la Nueve, la compañía del general Leclerc, fueron los primeros en entrar en París por la puerta de Roma y en llegar a la Mairie (el ayuntamiento) con nombres en sus carros de combate, como Brunete, Belchite, Guadalajara, Don Quijote, que hacían que se les conociera claramente como republicanos españoles que liberaron la Francia ocupada.

Después hubo un turno de palabras muy interesante, destacando la poco o nula publicidad que se ha hecho en la democracia de todo lo referente a la Guerra civil y el exilio, destacando que en Francia nada más pasar el puente del Bidasoa hay monumentos en todo el Midi, para los españoles republicanos que combatieron en la resistencia ayudando a liberar Francia. Es evidente, que pese a quién pese, ese silencio ha obedecido a un plan evidente de no sacar a relucir crímenes y encubrimientos de quienes han sido altos cargos en la transición. Y que fueron protegidos por ellos mismos al crear la Ley de Ammistía, que permitía poner a detenidos de la dictadura en la calle, pero a su vez no investigar los crímenes y represiones del franquismo, que podrían ser calificados de genocidio, con el inconveniente para los verdugos, que este tipo de delitos no prescribe jamás.

Sólo algunas asociaciones muy valientes de la Memoria Histórica se han atrevido a destacar los más de 300.000 cadáveres de la República que aún están en las cunetas y en las fosas comunes, y que tanto trabajo cuesta rescatar del anonimato y de la desaparición.

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