En pleno siglo XXI un grupo de vecinos de Prosperidad dieron un paseo por la España Romántica, que abarca desde Fernando VII, la Guerra de la Independencia y el reinado de Isabel II, visitando el Museo Nacional del Romanticismo. (conocido por Museo Romántico antes de la reforma en el 2007). Se fundó a mediados del siglo XIX, por El Marqués de la Vega-Inclán y está situado en la calle San Mateo, 13.

En el hall de entrada está el retrato de busto en bronce de Benigno Vega- Inclán y Flaquer, II marqués de la Vega- Inclán, realizado por Mariano Benlliure y Gil, en edad madura y con solemne y sobrio aspecto, que donó su colección particular y fundó el Museo.
Ingresó en Bellas Artes a los 13 años y posteriormente en el ejército ya que su padre, amigo de Alfonso XIII, se forjó en las guerras carlistas. Supo compaginar su vida militar con su cargo político, fue diputado y Comisario de Turismo, dependiendo del Rey, cargo en el que permaneció de 1911 a 1923.Le permitió iniciar los Paradores Nacionales, comenzando por el de Gredos, el Museo del Greco en Toledo, la Casa de Cervantes en Valladolid y en Madrid, este Museo, en 1923, en el palacio de los Marqueses de Matellana, desde 1793.

Avanzando por una escalera, semicircular, están los cuadros de Isabel II y el Rey Francisco y en el descansillo antes de entrar propiamente al Palacio, se escucha un cuarteto musical de Avellaneda, “Noches de Insomnio”, para dar la bienvenida y amenizar a los visitantes ilustres, de la vida social de aquellos años.

A través de la visita a las XXV salas de Palacio, se puede conocer,: El espacio doméstico, el confort y las relaciones sociales, manteniendo el espíritu de Casa-Museo.

La sala I, está dedicada a la infancia de Isabel II, con cuadros de Vicente López Portaña, más realista en su pintura que los de Madrazo, que la beneficiaban. En la sala II, con cuadros de las figuras ecuestres de Isabel II y Francisco de Asís, por Federico de Madrazo, y el tondó que pertenecía al Casino de la Reina. Se destaca la antesala del salón de baile, con pinturas de la guerra de la Independencia, ambiente muy recargado, con sillas, tocador de mujeres, divanes, piano y paso diáfano al salón de Baile, la sala más espaciosa y pública, en donde se celebraban, bailes, reuniones literarias y musicales; está decorada con cuadros del Marqués de las Marismas del Guadalquivir, antecesor de Luis Aguilar, del Duque de Rivas, literato y pintor, de Isabel II, pintada, nuevamente, por Madrazo. Vimos el Arpa, firmada por su autor, catalán, y el Piano, de la casa Pleyer de París, fabricado especialmente para Isabel II. Vitrinas, con abanicos, jarrones, chimeneas y candelabros, completan el adorno del salón.

Se continúa la visita por una segunda antesala, que recoge la historia del final de Isabel II, con un retrato del General Prim, las sillas de Juan Ramón Jiménez, un cuadro de Valeriano Domínguez Bécquer, hermano de Gustavo Adolfo Bécquer, que representa la conspiración carlista y dos pianos, uno de ellos vertical, de origen inglés.

A partir de aquí se pasa a las salas de ámbito familiar: dos salitas dedicadas al costumbrismo andaluz, lejos de lo oficial, de ambiente más popular con cuadros de tabernas, romerías, fiestas, los barros malagueños, como el del Bandolero, que reflejan una de las facetas principales de las costumbres en esta época, de la que no faltan los estereotipos españoles como el bandolero, la gitana, o los toros. Seguida de otra estancia, de la escuela madrileña de Goya.

El ”cuarto de estar”, más familiar, que aparece a mediados del XIX, dedicado en este caso al paisaje, pintado entre otros, por Jenaro Pérez Villamil. Pinta obras públicas, reflejando el inicio de la revolución industrial, y la inauguración del Canal de Isabel II. Adornada también con oleos, grabados, acuarelas y porcelanas con relieve.

El “comedor”, lugar de encuentro familiar en el momento de la cena. Presidido por un cuadro retrato de la familia, tiene una espléndida lámpara y un techo con cenefas a juego de la tapicería del mobiliario y cortinas.

En el anteoratorio, se encuentra el cuadro “Agar e Ismael despedidos por Abraham”, considerada como la mejor obra de Antonio María Esquivel, desaparecida durante años, fue adquirida en una subasta en Londres, por el Museo Romántico en 2013 e incorporada por lo tanto a su colección. El oratorio está, presidido por un cuadro de Goya, de San Gregorio Magno, de finales del siglo XVIII, propiedad de la colección del fundador del Museo, el II Marqués de la Vega- Inclán.

Es asombrosa “la sala de los niños” más alegre y luminosa, con pinturas de Ferrán, Ribera, Esquivel, ya del siglo XIX. Sobresalen los juguetes, separados los niños de las niñas, los soldaditos de plomo, un gran carruaje, un tren, las calcomanías y una envidiable casa de muñecas.

Inmediatamente al lado se encontraba el “gurú”, la estancia de las mujeres, sobresaliendo un “Bonheur du Jour” realizado en papel maché con incrustaciones de nácar y que tiene diversos usos: tocador, costurero, escritorio y mesa de juegos.

El dormitorio femenino, más austero, con la cuna de madera, perfectamente conservada, un reclinatorio y tocador

La sala XVII, dedicada a Larra, es una sátira del suicidio romántico, que refleja el emblemático cuadro del pintor Leonardo Alenza, y de Federico Madrazo, y se exponen diversos objetos personales, incluso se dice de la pistola con la que parece se suicidó Larra.

Seguida de la “sala literaria”, que es una vuelta a la Edad media, con escenas de D. Juan Tenorio, poemas de Esquivel y literatura de la época. Tampoco faltaba un piano y la sala de fumar, adornada con motivos orientales.

El dormitorio del Marqués aparece rodeado de cuadros con figuras masculinas, del Madrazo jóven, una austera cama, sin que faltara el brasero y un calienta camas, así como un tocador. El despacho, de uso estrictamente masculino, con una gran mesa de despacho, que expresa la importancia de la burguesía durante el Romanticismo y símbolo de la profesión liberal. Los cuadros de las paredes son también de figuras masculinas. Para ir finalizando está la mesa de billar, ya con algún cuadro femenino y el mirador, llamado sala de las porcelanas por el panel que tiene de las mismas, plantas y un biombo, de tiempos de Felipe II, de Francia, con incrustaciones de porcelanas transparentes.

Al final de la visita, se pasa por una series de casas y salones, adosados en la pared, alguna de cuyas estancias están iluminadas y se pueden observar actividades sociales, literarias y domésticas rutinarias de la vida de palacio.

En este periodo se desarrolló el comercio literario, las novelas por entrega,, la poesía, y se multiplicaron las tertulias literarias, tanto en el Ateneo como en el Liceo. Se cultivó la música de instrumentos, piano y arpa. El ballet, la danza y la música popular y costumbrismo. En la burguesía se cuidó el vestido, en la burguesía, las cenas y el fumar como signo de distinción y poder. Finalmente el salón del te, en el jardín del Magnolio,, rodeado de vegetación de hoja perenne y la fuente central, que es la original, sirve para contemplar la naturaleza y dejarse penetrar por el ambiente de este periodo de la historia de nuestro País.

Como información en el Museo, actualmente, también se ofrecen actividades culturales y educativas para todos los públicos, Talleres infantiles, sala de interactivos, sala Auditorio, Biblioteca y Sala de exposiciones temporales. Los sábados tarde y domingos la entrada es gratuita.