de Carmen Linares

Antes de empezar con el comentario de la visita, conviene advertir que es un breve resumen de los aspectos más importantes del recorrido realizado ya que éste engloba varios de los edificios y monumentos más emblemáticos de esta ciudad, es más casi todos merecen una visita individual por su importancia y belleza.

El nombre de SALON DEL PRADO fue una vaguada sobre la que corría el arroyo bajo de Valnegral (también llamado de la Castellana), siendo uno de los prados del Común de la Villa desde la Edad Media. Hasta últimos del siglo XVIII era una zona rural y suburbana llena de solares y prados que pertenecían: A los Recoletos Agustinos (hoy Pº de Recoletos), al Monasterio de San Jerónimo el Real (entre la calle de Alcalá y la Carrera de San Jerónimo) y el prado de Atocha (desde el punto anterior hasta la puerta de Atocha).

En 1767, bajo el reinado de Carlos III, el Conde de Aranda encargó a José de Hermosilla el diseño de este paseo, con grandes arboladas y teniendo como puntos de referencia las fuentes de Cibeles y Neptuno en los extremos y las de Apolo (en el centro) y de las Cuatro Estaciones (en el cruce de la calle Huertas), todas ellas de características barroco-romano, diseñadas por Ventura Rodríguez (arquitecto y fontanero mayor de la Villa) y labradas por los más reconocidos artistas de la época. El paseo que discurría delante de la fachada principal del Jardín Botánico constituía el tercer tramo, al final del cual se colocó la fuente de la Alcachofa (en la plaza de Atocha). La actual esuna réplica ya que el original se trasladó al Parque del Retiro cuando se instaló el paso elevado conocido como ‘scalextric’, desmontado en el año 1986.

LA PLAZA DE CIBELES

La plaza de Cibeles toma su denominación de la fuente dedicada a la diosa griega Cibeles, que se instaló en el año 1782 junto al Palacio de Buenavista, en el Pº de Recoletos, mirando hacia la vecina fuente de Neptuno, sirvió para el abastecimiento de agua a los ciudadanos. Fue diseñada por Ventura Rodríguez y labrada por Francisco Gutiérrez y Roberto Michel. En 1985 se trasladó a su actual ubicación, con  una rotonda de distribución del tráfico de carruajes a su alrededor, que dio origen a la plaza. El lugar se llamó plaza de Madrid, para en 1900, pasar a llamarse plaza de Castelar, nombre que finalmente fue sustituido por el actual.

Alrededor de ella se encuentran varios edificios singulares:

El Palacio de Buenavista, actualmente sede del Cuartel General del Ejército, fue la residencia de los duques de Alba en el último tercio del siglo XVIII. Construido en 1777 por el arquitecto Pedro de Arnal, de estilo neoclásico, siendo en su época el más ostentoso e importante de Madrid. Tras la muerte sin herederos de la XIII duquesa de Alba, en 1807 Manuel Godoy lo expropia y se queda con él. Después de la Guerra de la Independencia vuelve a poder del estado y se convierte en Ministerio de Guerra en 1847 se hicieron numerosas obras de reforma y ampliación, sumando un cuarto piso a su altura.

El Palacio de Linares debe su nombre a Mateo Murga, marqués de Linares, que en el año 1872 compró el solar al Ayuntamiento, antes era un depósito de grano que servía de abastecimiento a la ciudad. Obra del arquitecto Carlos Colubí fue terminado en 1900, destacando su chaflán cilíndrico, los bajorrelieves de los frontones de las ventanas y frisos, así como en su interior el vestíbulo ovalado, la escalera y la suntuosidad de las salas donde se combinan diferentes estilos: neogótico, neobarroco y romántico. En su parte trasera hay dos pabellones anexos: la casa de muñecas y las caballerizas. Actualmente es la sede de la Casa de América.

El Banco de España nace como tal en 1856 de la fusión del Banco de Isabel II con el Banco de San Fernando. Se convoca un concurso público para la construcción del edificio pero no gusta ninguno de los cuatro proyectos presentados. Se adjudica a los arquitectos del Banco, Severiano Sáinz de la Lastra y Eduardo Adaro, pidiéndoles que se adecuen a los edificios de estas mismas características que hay en las más importantes capitales de Europa. Destaca en el exterior del edificio la puerta de entrada, construida en hierro dulce por el artista Bernardo Asins.

El Palacio de Comunicaciones o nuevo Ayuntamiento construido en parte de los antiguos jardines del Retiro ocupa una extensión de 12.207 m2 y fue el último de los cuatro edificios del contorno de la plaza. Se empezó a construir en 1904 y se inauguró el 14 de Marzo de 1919 como moderna central de correos, telégrafos y teléfonos. Sus arquitectos fueron Antonio Palacios, Joaquín Otamendi y el ingeniero Angel Chueca Sainz. El escultor Angel García Díaz fue el creador de los motivos decorativos de la fachada y el interior. Se mezclan distintos estilos e influencias, recordando a la arquitectura medieval española en los elementos exteriores y en el tratamiento de la piedra (estilo barroco salmantino, con evocaciones neoplaterescas). Destaca la aportación de Antonio Palacios en la arquitectura del hierro y la funcionalidad del edificio. Discípulo de Ricardo Velázquez Bosco proyectó la planta lobulada igual que la del Palacio de Cristal del Retiro como homenaje a su maestro.

Después de diversas obras de reforma, desde el año 2007 sirve de sede a la Alcaldía de Madrid, destacando la construcción en el antiguo patio trasero de una bóveda acristalada a 30 metros de altura, con un peso de 500 toneladas y 2.000 triángulos de vidrio, cada uno diferente.

LA PLAZA DE LA LEALTAD

Tras la Guerra de la Independencia esta zona empezó a llamarse Campo de la Lealtad, por haber sido fusilados en este lugar bastantes madrileños sublevados contra los franceses el 2 de Mayo de 1808, en su honor se erigió el Obelisco del Dos de Mayo, obra de Isidoro González Velázquez donde están depositadas las cenizas de los madrileños fusilados al día siguiente. Se inauguró el 2 de Mayo de 1840 y actualmente recibe el nombre de Monumento a los Caídos por España, existiendo una llama que siempre está encendida.

También podemos ver el Palacio de la Bolsa de Madrid, inaugurado en 1893, de estilo neoclásico realizado por el arquitecto Enrique María Repullés, ganador del concurso de adjudicación con el lema “Sin Paz no es posible el Comercio”. Destaca el pórtico de su fachada con seis columnas en el frente y la gran sala de contrataciones por la amplia entrada de luz natural gracias a la cubierta de hierro y cristal.

A partir de 1850, Madrid recibe cada vez más gente. La construcción de la estación de Atocha trae otro tipo de  visitantes más importantes, por lo que se busca hacer hoteles de calidad para recibir a la realeza europea y visitantes ilustres. A sugerencia de Alfonso XIII y como escusa por la falta de este tipo de alojamientos en Madrid cuando se celebró su boda con Victoria Eugenia de Battenberg, se impulsó la construcción del Hotel Ritz, proyectado en 1908 por el arquitecto Charles Frédéric Mewes es de estilo afrancesado y se terminó en 1910 siendo uno de los primeros edificios madrileños en el que se empleó el hormigón armado. Se edificó en un descampado ocupado por algunos barracones del Circo Hipódromo y los jardines del antiguo Teatro Tívoli.

LA PLAZA DE CANOVAS DEL CASTILLO O DE NEPTUNO

Constituye el nexo de unión entre los paseos del Prado y Recoletos con la Fuente de Neptuno en el centro, obra de Ventura Rodríguez, labrada por Juan Pascual de Mena con la colaboración de José Arias.

Hotel Palace, se hizo en un tiempo record de tan sólo 18 meses gracias al nuevo material: el hormigón armado. Su dueño era el empresario George Marquet. Se levantó en el solar en el que se ubicó el palacio de los Duques de Medinacelli. Fue considerado el hotel más grande de Europa: 400 habitaciones, con teléfono, interfono y baño en cada una. En 1914 el Ayuntamiento de Madrid lo premió como el mejor edificio construido de la ciudad.

Palacio de Vistahermosa: Situado en la esquina del Paseo del Prado con la Carrera de San Jerónimo, en 1777 era un caserón de apenas un piso de altura; su aspecto actual, con tres plantas y fachadas de ladrillo y granito, corresponde a una remodelación en estilo neoclásico hecha en 1805 por el arquitecto Antonio López Aguado (el mismo que diseñó la Plaza de Oriente). Fue una de las residencias más conocidas de Madrid por sus fiestas y veladas culturales (Juan Liszt tocó el piano en uno de sus salones en 1844). Actualmente es la sede del Museo Thyssen-Bornemisza y acoge la colección de pintura privada más importante del mundo. La remodelación del edificio la realizó el arquitecto Rafael Moneo.

Desde esta plaza y subiendo la calle de Felipe IV nos encontramos con:

La Real Academia de la Lengua Española, inaugurada en 1894, diseñada por Miguel Aguado. Es de estilo neoclásico, creada con gran sencillez y funcionalidad y, sobre todo, para que no desentonara con la estética del Museo Nacional del Prado y con la iglesia de San Jerónimo el Real.

El monumento a la reina María Cristina de Borbón, cuarta mujer de Fernando VII, madre de Isabel II y regente de España hasta 1840, obra de Mariano Benllure en colaboración con el arquitecto Miguel Aguado está frente al Casón del Buen Retiro.

El desaparecido Palacio del Buen Retiro de Madrid fue un conjunto arquitectónico de grandes dimensiones diseñado por el arquitecto Alonso Carbonel por orden de Felipe IV como segunda residencia y lugar de recreo (de ahí su nombre). Al rey le gustaba hospedarse en ocasiones en unos aposentos anexos al convento de San Jerónimo el Real que recibían el nombre de Cuarto Real. El Conde-Duque de Olivares proyecta en 1629 la construcción de una serie de pabellones como extensión de este Cuarto Real, que darán forma al palacio y que estará formado por más de 20 edificaciones y dos grandes plazas, rodeado de hermosos jardines y estanques.

Dada la rapidez con que se hizo, la construcción del palacio fue de baja calidad. Durante la Guerra de la Independencia las tropas francesas lo utilizaron como cuartel, colocando un polvorín en los jardines y por ello se construyó un fortín destruyendo toda la zona y estropeando gravemente los edificios, que no se pudieron rehabilitar. Aparte de los jardines, sólo quedaron en pie:
El Salón de Reinos o salón grande, en el que se guardaban las mejores pinturas (casi todas ahora en el Museo del Prado). Debe su nombre a que estaban representados los escudos de los 24 reinos que formaban la monarquía hispánica. En principio se pensó como palco para que los reyes pudieran ver las representaciones teatrales pero al final se decidió utilizarlo como salón del trono. También es conocido como Museo del Ejército, por albergar esta función hasta hace pocos años.

El Casón del Buen Retiro o Salón de Baile, en su decoración participó el pintor napolitano Luca Giordano, quien pintó la Alegoría del Toisón de Oro en la bóveda del edificio. Tras la destrucción del Buen Retiro, el Casón tuvo una ampliación y se le añadieron dos nuevas fachadas de estilo neoclásico, pero la occidental hubo que hacerla de nuevo al dañarse por un ciclón que hubo en la capital que derribó casi 600 árboles causando graves daños en el Real Jardín Botánico. Actualmente ha sido reformado y adaptado como Centro de Estudio del Museo del Prado.

El Monasterio de San Jerónimo El Real. La estancia de los jerónimos en Madrid se inicia con Enrique IV, el Impotente que había mandado edificar un monasterio para ellos a orillas del río Manzanares en 1463. A finales del siglo XV, los Reyes Católicos ordenan construir un monasterio de frailes jerónimos que sirviera como aposento de la familia real en sus estancias en la villa en el que estuviera el Cuarto Real, se realizó en estilo gótico tardío con influencia renacentista. Es el único que hay en Madrid de estas características. Del convento sólo queda la iglesia y un claustro de estilo barroco creado por fray Lorenzo de San Nicolás siguiendo los dictados de la arquitectura escurialense.

Felipe II amplía el llamado Cuarto Real, al lado del Evangelio del presbiterio de forma que el rey podía escuchar misa desde su dormitorio, como en el Monasterio de El Escorial. Durante la guerra de la Independencia el monasterio quedó gravemente dañado y Fernando VII lo convierte en cuartel de artillería. Durante el reinado de Isabel II se restaura la iglesia y se le añade las torres de su cabecera.
El claustro ha pasado a formar parte del Museo del Prado, tras la reforma diseñada por el arquitecto Rafael Moneo, para lo cual y como consecuencia de su estado ruinoso se desmontó pieza a pieza y se reconstruyó en el mismo lugar. La iglesia también ha sido totalmente restaurada, tanto en su interior como en el exterior.

MUSEO DEL PRADO

Carlos III, gran amante de las ciencias, quería configurar este lugar de Madrid como una zona cultural como símbolo de la Ilustración, para ello mandó construir una serie de edificios neoclásicos que albergaran instituciones de carácter científico formando un conjunto que fue conocido como la Colina de las Ciencias. El arquitecto elegido fue Juan de Villanueva y realizó: el Real Jardín Botánico, el Real Observatorio Astronómico y el Real Gabinete de Historia Natural (posteriormente Museo del Prado).

El proyecto fue aprobado por Carlos III, las obras siguieron con Carlos IV, quedando finalizado a principios del siglo XIX. La llegada de las tropas francesas y la guerra de la Independencia cambiaron su destino y se ocupó como cuartel de caballería, quedando en un estado de ruina (las planchas de plomo de los tejados se fundieron para la fabricación de balas).

Gracias al interés de Isabel de Braganza (esposa de Fernando VII) se inicia la recuperación del edificio con los nuevos diseños del discípulo de Villanueva, Antonio López Aguado. El 19 de Noviembre de 1819 se inaugura el Museo Real de Pinturas, primera denominación del museo, con las mejores piezas de las colecciones reales españolas.

El Jardín Botánico fue fundado por el rey Fernando VI en el Soto de Migas Calientes, cerca del río Manzanares. Carlos III ordenó el traslado a su ubicación actual en 1781, junto al Museo de Ciencias Naturales que se estaba construyendo (actual Museo del Prado). Alberga, en tres terrazas escalonadas, plantas de América, del Pacífico y de Europa.

Aproximadamente contiene 5.000 diferentes especies de árboles y plantas de todo el mundo.

A comienzos del siglo XIX el jardín botánico se había convertido en el semillero de casi todos los países de Europa. Pero además de su uso científico, el jardín solía ser frecuentado durante la primavera y el verano por la alta sociedad y proporcionaba gratuitamente a los necesitados plantas medicinales.