por C. A.Una noche de verano apacible, serena y con esa luminosidad propia de los estíos en plenitud. Una noche como otra cualquiera, de las que la naturaleza nos regala con generosidad. El resplandor del firmamento, las fugaces estelas sobre su bóveda, la tibia atmósfera... todo parecía conspirar a mi favor para generar un ambiente propicio a la reflexión, para sumirme en mis pensamientos.
cuéntame…
Tía Margarita, era el amor de mi vida desde mis 11 años, nada más verla me enamoré.