
Lo cierto es que el pasado 28 de diciembre solo sufrí una inocentada. Recibí una foto de un periódico en el que daba la noticia de que en el sótano de Velintonia 3, el chalé donde vivió hasta el final de sus días Vicente Aleixandre, se había encontrado una maleta con un montón de poemas escritos por Federico y otros poetas de la generación del 27, que frecuentaban la vivienda.
Aquel lugar, desde que falleció la hermana del premio Nobel, en los años 80, se había pedido al ayuntamiento de la capital que se convirtiera en la “Casa de la Poesía”.
A los pocos minutos me llegó otra fotografía en la que se advertía de que se trataba de una inocentada.
Me sentó fatal que fuera eso, un bulo más. Enseguida le vi su puntazo de activismo cultural. La inocentada sirvió para denunciar la inoperancia del ayuntamiento al mantener ese chalecito ubicado entre la Avenida de Reina Victoria y la Ciudad Universitaria, rodeada de Colegios Mayores, en el mayor de los olvidos.
La inocentada sirvió para sacar del ostracismo a que nos tienen acostumbrados los gobernantes de la capital, esos que administran nuestros impuestos y deciden donde debe ir el dinero. Esos gobernantes ya nos tienen acostumbrados a silenciar la cultura, hace pocas semanas nos enteramos de que Bellas Artes, había dejado de percibir la mayor parte de subvenciones de la Comunidad, seguro que se desviaba ese dinero a la torería, no en vano salen siempre, los que administran nuestros impuestos con las dos orejas y el rabo por la puerta grande de las urnas.
Los que tienen marginado el proyecto de la Casa de la Poesía, desde finales del siglo pasado, son los mismos que en el Consejo municipal de Cultura, eliminaron la Mesa de Cultura de Proximidad, esa que tenía la obligación de potenciar la cultura distrital, donde los vecinos decidieran aquello que se acercase más a sus intereses culturales, entre los que había estado la de abrir La Casa de la Poesía, a eventos poéticos. Doy fe de ello.
Pero, por esa urticaria neuronal que les da la cultura, con su crítica siempre bien puesta, se encargan de irla desmantelando y silenciándola al precio que sea. Lo estamos viviendo durante estos dos últimos años con radio Enlace, en la que los vecinos difunden su criterio sobre como se van estropeando los distintos barrios de sus distritos. El “santo y seña”, es sofocar las voces críticas y de críticas sabe mucho radio Enlace, radio comunitaria que subsiste famélica, agonizando mientras espera un próximo descabello.
Por ese motivo, la inocentada de Velintonia 3, fue un revulsivo para muchos, nos hizo reaccionar y volver a pedir a este ayuntamiento de la capital, este que se vanagloria de la Fórmula I, que no todo es motor y ruido, que a muchos nos gustaría que nuestro espacio urbano se contaminara de poesía en lugar de otros contaminantes atmosféricos urbanos.