Cuando Mariano Rajoy fue investido el 29 de octubre de 2016, muchas voces se alzaron minimizando el poder
que tendría el gobierno en minoría, y se decía que ahora la
oposición iba a gobernar desde el parlamento. Hasta el momento esto no está sucediendo así.

Los nuevos partidos han llevado una nueva dinámica a la Cámara y han hecho varias proposiciones de ley,
sin que ninguna haya salido del Congreso. Los deseos son unos, la realidad es otra.

El gobierno ha puesto al frente del congreso a Ana Pastor, y con ella tienen los tiempos a su favor. Las
dos cuestiones de fondo fundamentales, como el mantenimiento de la
reforma laboral y la aprobación de los presupuestos, las tienen aseguradas.

Con los presupuestos ya conseguidos y con menor gasto que en anteriores ejercicios, dan continuidad a unas
políticas de austeridad que han empeorado de un modo alarmante la
vida de muchos ciudadanos, con datos como un 30% de pobreza, un 50%
de reducción de salarios, destrucción de empleo y creación de puestos de trabajo muy precarios.

Si se quiere conseguir cambios radicales, es preciso poder hacer una política económica que
conlleve un mayor gasto social y una progresividad fiscal.

Mientras tanto, en el Parlamento, se llevan a cabo proposiciones de ley que se quedan enquistadas en el
trámite, y que aun estando de acuerdo los partidos de la oposición
en su enunciado o en su intento de derogación, cada uno lleva un
texto y no son capaces de ponerse de acuerdo para ser efectivos.
Véase la Ley Mordaza, que persiste, o la tímida Ley de
Acompañamiento para la Muerte Digna, que no cuenta con partida presupuestaria.

Las comisiones de investigación que se han creado, dada la corrupción existente, no llegan a funcionar por
la falta de flexibilidad de los partidos para llegar a acuerdos.

Todo ello está creando una sensación de frustración en los ciudadanos, que quieren ver algo de
efectividad en cosas concretas y mejoría en sus condiciones de vida.

Algunos analistas políticos nos dicen con acierto que la representación está más fragmentada que antes,
y que es necesario que los partidos asimilen el cambio de dinámica,
siendo capaces de tomar decisiones que sean fruto de acuerdos negociados.

En este contexto, la moción de censura que va a presentar Unidos Podemos, puede suponer un debate que logre
crear un clima de cambio de opinión en el electorado hacia una
alternativa que a medio plazo pueda producir cambios reales en las
políticas que mejoren la calidad de la democracia, disminuyan las
desigualdades y ofrezca un futuro esperanzador a los jóvenes.