Madrid tuvo un sistema de abastecimiento de agua muy singular, los llamados ‘viajes de agua’, una red de conducciones subterráneas que aportaban el agua de manantiales o pozos alejados de la capital.

El abastecimiento de agua de la mayoría de las poblaciones era por medio de pozos o por fuentes de algún arroyo cercano.

La red de viajes de agua se inició en el período musulmán, en el siglo IX, el sistema era originario de Persia y de Armenia.

El Alcázar de Madrid, Mayrit según la denominación árabe, podía resistir el asedio de los cristianos porque siempre tenía el agua aportada por la red subterránea, red de trazado desconocido por el enemigo.

Los reyes castellanos, cuando conquistaron Madrid en el año 1082, conservaron la antigua red de abastecimiento y encontramos referencias en los Fueros de Madrid de 1.202 promulgados por Alfonso VIII y numerosas alusiones en las ordenanzas de la villa relativas al mantenimiento, a la limpieza de las aguas y al uso. Incluso se mencionan los tramos y las fuentes reservadas al uso doméstico y las que podían emplear las tenerías.

Recordemos el escudo de Madrid, una roca de pedernal medio sumergida en agua y la leyenda

                                                    Fui sobre agua edificada
                                                    Mis muros de fuego son
                                                    Esta es mi insignia y blasón

en la que se alude a los viajes de agua subterránea y a la piedra de pedernal empleada en muchos lienzos de la muralla árabe.


Aunque ahora se desconoce el itinerario de muchos antiguos viajes de agua, se han hecho estudios muy valiosos, mencionamos los de Céspedes en 1.606, Ardemans en 1.725 y Arnaz de Polanco en 1.727. Hacen referencia a la construcción, el cálculo de la pendiente de las galerías y múltiples problemas del suministro y distribución.

Las conducciones captaban el agua de manantiales o de pozos alejados de la villa y llevaban el agua por una serie de galerías subterráneas, de poca profundidad, muy bien construidas, hasta la población. Estaban provistas de una serie de pozos para el acceso a la galería y para la ventilación.

En la villa había múltiples fuentes públicas y también fuentes en palacios, conventos y hospitales.

Muchos aguadores llevaban el agua a las casas. Estaba reglamentada la capacidad de los cántaros de agua de los aguadores y el precio que podían cobrar.

En el siglo XIX la población de Madrid fue aumentando y el caudal de los viajes de agua empezó a ser insuficiente, especialmente en verano o en años de estiraje. La población de Madrid en 1.750, en tiempos de Felipe V, era de unos 130.000 habitantes y en 1.850, reinando Isabel II, era de unos 210.000 habitantes.

Se decidió la construcción del Canal de Isabel II, en su tiempo una obra de ingeniería notable, con la toma de agua del lejano río Lozoya. Se inauguró en el año 1.851. Fue muy costosa y exigió un enorme esfuerzo humano.

Ya pocos se acuerdan de los viajes de agua de Madrid pero creo que merece la pena mencionarlo por su singularidad y su gran importancia histórica. La UNESCO recomendó su protección en el año 2.002.

Bibliografía: Emilio Guerra Chavarno “Los viajes de agua de Madrid