VIVIMOS EN UNA SOCIEDAD VIOLENTA
Prospereando | 10/05/13 | editorial

En algunas manifestaciones, afortunadamente pocas, algunos grupos minoritarios de distinto signo cometen actos violentos, rotura de lunas de escaparates y del mobiliario urbano, agresiones físicas a policías, actos que reprobamos. Pero en la sociedad en que vivimos hay muchos más actos de violencia.
En nuestro sistema económico se afirma que la codicia, el afán de lucro y la competitividad son los motores de la economía, que la competición entre las personas, entre las empresas, incluso entre los países, impulsa el desarrollo. En esta lucha hay unos que triunfan, que ganan, y muchos que pierden, pierden personas y países, caen en la pobreza.
Consideramos que son actos de violencia desahuciar a una familia de su casa y tirarla a la calle, son actos de violencia despedir a hombres y mujeres de la Administración y las empresas privadas y arrojarlos a la pobreza, a la miseria, a la desesperanza. Son actos de violencia degradar la sanidad pública, degradar la enseñanza pública sabiendo que con los recortes muchos miles de alumnos no podrán alcanzar los niveles de formación necesarios, dejar sin prestaciones a las personas dependientes. La lista de actos de violencia que se están cometiendo es interminable.
Incluso en algunas corrientes pedagógicas en boga se impulsa el espíritu de competitividad entre los compañeros para lograr la “excelencia”. Creemos que una escuela debe formar a chicos y chicas con profundos valores éticos, con un espíritu crítico y con una sólida formación profesional pero no propiciando la competencia entre ellos.
Por desgracia en la historia de la humanidad siempre nos encontramos violencia pero ahora se teoriza afirmando que los desahucios y los despidos vienen obligados por las reglas incuestionables de la economía ortodoxa, que no son más que lamentables “daños colaterales” que no se pueden evitar.
Este clima también se refleja en las relaciones cotidianas entre unos y otros. Falta espíritu de colaboración entre los compañeros de un centro de trabajo, falta de mantenerse perceptivo a los problemas, a las dificultades de los amigos, de los vecinos, incluso a veces de la propia familia.
Estas actitudes no son de violencia pero traslucen una carencia de espíritu de fraternidad, de cooperación entre unos y otros, traslucen una sociedad egoísta que solo se mueve por sus intereses inmediatos.