LOS SIN TECHO
Prospereando | 03/01/13 | editorial

Ya nos vamos acostumbrando a ver mendigos por las calles y a los que se refugian en los soportales o donde pueden entre cartones para pasar las noches de invierno. Al vernos nos interpelan y nos sentimos impotentes.

Según estadísticas hay unos 22.938 en España durmiendo en las calles pero en el año 2008 había 11.844. En cuatro años de crisis este número casi se ha duplicado. Las estadísticas solo contabilizan a los que han pasado por albergues, comedores sociales, centros de acogida. El número real puede ser mucho más elevado.

A veces se dice que han llegado a esta situación por la bebida, por las drogas o por una conducta desordenada pero las estadísticas nos indican que el 45 % se quedó sin hogar por la pérdida de trabajo, que el 12,1 % fue desahuciado de sus viviendas. Quizás muchos beben pero esta no es la causa principal, puede ser una consecuencia, una huida para intentar evadirse de una situación sin ninguna salida.

Además, en estos últimos años ha variado el perfil, hay más jóvenes, un 19,7 % de 18 a 29 años, y con un nivel cultural más alto. La mayoría ha cursado estudios, por lo menos de primaria, e incluso algunos han llegado a la universidad.

Probablemente son el resultado del fracaso de la sociedad. No interesan porque ni producen ni consumen y encima, ocasionan gastos con albergues y comedores de socorro.

Se habla mucho de pérdida de valores, se ha perdido el sentido de fraternidad, se ha perdido la compasión.

El problema de los sin techo es grave pero se podría abordar con medidas de emergencia como habilitando más albergues o con algunos de los miles de pisos de familias desahuciadas. A veces se dice que no quieren ir a ningún albergue, que prefieren su libertad. En general cuando rechazan todo es que ya han perdido la esperanza y se abandonan.

Pero la solución no puede limitarse a medidas de emergencia, es preciso reorientar la política económica para situar la creación de empleo como prioridad. En la economía de mercado el empleo no es una prioridad aunque se repita en los discursos.