“Nos han desalojado, pero no nos han callado”. Ese fue uno de los eslóganes que se corearon en la marcha-cadena humana que recorrió las calles de la Prospe el pasado martes 28 de Febrero, para manifestar la oposición de muchos vecinos al desalojo de la Valle-Inclán. Un desalojo que, pese al más de año y medio de lucha pacífica, se produjo definitivamente en la tarde del 29 de Febrero (con razón dicen que los bisiestos no son nada favorables).

Casi un centenar de vecinos unieron de forma simbólica el viejo semisótano de Luis Cabrera, con el nuevo local de Cardenal Silíceo 23. Y expresaron su malestar y disconformidad con las políticas que la Comunidad de Madrid, sigue frente a lo público. Una política que tiene como ejes principales el desprestigio de los servicios públicos o de sus servidores y la exaltación de la gestión privada y del beneficio económico como únicos motores de la actividad de las instituciones.

En esa línea, se han enfrentado a los sectores educativos y sanitarios y han “disparado” contra todo lo que se movía en una línea distinta a la que propugnan. La Asociación Valle-Inclán, es pequeñita, minúscula, un David comparado con el Goliat de la Administración Esperanza-Figar, pero a pesar de esa insignificancia, no ha podido escapar a la mirada depredadora de esta comunidad que presume ser “la suma de todos”.

Esta Asociación no debe ser considerada como uno de “sus todos” y por tanto, en un intento de acallar su pequeña, pero constante voz crítica, se ha intentado silenciarla, expulsándola del local público que ocupaba. Pero, como decían los vecinos: “nos han desalojado, pero no nos han callado”.

La voz de la Asociación sigue viva en su nuevo local. Un local que ha costado poner en píe mucho más de lo que se pueda imaginar, pero que va a seguir siendo un punto de encuentro para todos los que creen, creemos, en el valor de lo público y en la importancia de mantener centros de integración y crítica.

La Asociación de vecinos Valle-Inclán y “Prospereando”, siguen teniendo muy clara cuales son las prioridades en estos tiempos de crisis que vivimos. Y la principal, es que pese al intento de que seamos los ciudadanos los que paguemos una crisis que no hemos contribuido a crear, todos hemos de contribuir a mantener espacios de solidaridad y ayuda para aquellos que más lo necesiten. Ahí siempre estaremos nosotros.