POR FIN: AGUR ETA
Prospereando | 25/10/11 | editorial

Dice la fábula que está en la naturaleza del escorpión el impulso de picar aunque le cueste la vida. En la naturaleza de ETA ha estado el matar y así lo ha hecho durante más de 40 años. Más de 800 personas han sido víctimas de esa terrible pulsión hacia la muerte. Y entre sus propios miembros han perecido o han pasado los mejores años de su vida en la cárcel, centenares de hombres y mujeres. Hace ya muchos años, allá por los 60 del siglo pasado y mientras todo el país experimentaba una terrible dictadura, en el País Vasco algunas personas decidieron abrir una terrible caja de Pandora: la de matar a otros seres en nombre de sus ideas. Y una vez abierta esa caja el camino se hizo cada vez más sangriento.

También aquí, en nuestro barrio, se sintieron los golpes del terror. En la Plaza de la República Dominicana, en Clara del Rey, en López de Hoyos o en Corazón de María las bombas de ETA dejaron su rastro de muertos y herido. Vidas destrozadas de una lista que por fin parece haberse cerrado.

Tres encapuchados, repitiendo un macabro ritual ya conocido, han anunciado  esta vez que “cierran la persiana”. Con su habitual retórica y sin una sola palabra para lamentar toda la sangre derramada, nos han dicho que esta vez va en serio. Y ¡ojala sea verdad¡ Toda la sociedad española y la vasca en particular respira aliviada porque la pesadilla haya terminado. Pero sin embargo late todavía un fondo de desconfianza, porque las armas y las bombas siguen en sus manos y apretar un gatillo o un detonador es algo muy sencillo para quien ya ha demostrado que es insensible a las consecuencias de sus actos. Y la herencia de esta actitud ha sido y será uno de los lastres más complicados de afrontar en el futuro.

Tantos años de contemplar a los otros como objetivos y no como seres humanos. Tantos años de indiferencia y de mirar para otro lado. Tantos años de pensar “algo habrá hecho” o “no es de los nuestros”, han provocado en una parte de la sociedad vasca una enfermedad moral que costará mucho eliminar. Pero si la muerte como arma “política” desaparece definitivamente de nuestro paisaje será más fácil cerrar las heridas.

Nunca podremos olvidar a quienes han sido las víctimas de tanta sinrazón y quienes pensamos que “la memoria histórica” es fundamental para edificar la convivencia, deberemos tenerlas siempre presentes. Una sociedad sana no se puede asentar ni en la impunidad ni en relatos falseados. Cuando la violencia terrorista haya cesado definitivamente, todos deberemos hacer un ejercicio de memoria y de crítica. Deberemos pensar que pudimos hacer o que no debimos hacer. Y entre todos cerrar de una vez y para siempre esa “caja de Pandora” que nunca debió abrirse.

Por fin AGUR ETA.