Hartazgo y rebeldía madrileña
Prospereando | 30/09/20 | editorial

Atónitos comprobando cada día que lo que sospechábamos, o sabíamos, no era un mal sueño sino una realidad. Pensábamos que al final aparecería una cierta cordura, que tendría en cuenta las necesidades de la población y las recomendaciones de la ciencia, que sentiríamos que había “gobierno” y que no seguiríamos a la deriva… pero continuamos en manos de gente que solo piensa en si mismos y en sus amíguetes y patrocinadores.

Así estamos la mayoría de los madrileños y especialmente, en los últimos días, los barrios populares, los mas castigados por la pandemia y por la carencia de unas políticas adecuadas sanitarias, sociales y económicas, que se orienten a paliar los déficits del estado social tras los recortes de presupuestos públicos padecidos durante décadas. Pero el ideario del gobierno de Madrid insiste en seguir bajando impuestos y en seguir recortando y privatizando servicios públicos, y favoreciendo la especulación inmobiliaria y la contratación de obras de grandes infraestructuras, algunas tan inútiles como el gran hospital pandemico de Barajas.

Además, tenemos que ser conscientes de que estas políticas de la Comunidad de Madrid, no son mas que la punta de un iceberg que tenemos que descifrar y desmantelar, compuesto por una crisis sanitaria y de servicios públicos tras décadas de abandono, y por una crisis económica que arranca el siglo pasado y estalla en la crisis de 2008 con un constante aumento de la desigualdad y de la pobreza, y una aceleración de la crisis de habitabilidad planetaria. Es decir, una crisis multifacética producto del enfoque hegemónico de la política neoliberal: que el Estado se administre como una empresa, siempre respetando los intereses de los grupos dominantes del mercado; el eje de la sociedad ha de ser el negocio, la obtención de beneficios. Las políticas de la UE y el estado español se han movido en este marco, y en la Comunidad de Madrid estas políticas se han aplicado con descaro y agresividad.

Este marco político está provocando que, para proteger las formas de hacer negocio (basadas en la explotación de las personas y el perjuicio de la habitabilidad planetaria), se trate de minimizar las necesidades de actuación para contener la crisis sanitaria y la pandemia, con el fin de mantener el modelo económico y empresarial, a pesar de sus daños consustanciales. Para ello se esta tratando de generar miedo al gasto social, a la recaudación de fondos públicos, y se pretenden asumir como inevitables las quiebras de los hogares, la precarización y el paro, o los desahucios. Dicen que si no mantenemos el sistema que enriquece al 1% de la población y precariza a la mayoría, nos ira peor a todos, que hay que jugar con sus reglas, y ser sumisos.

Tratan de convencer a la opinión publica de que la crisis sanitaria se resolverá casi sola, sin mejorar los servicios públicos. Igual ocurre con la actitud para no afrontar la crisis ambiental.

Meses de pandemia perdidos, sin reforzar los servicios públicos, y ahora se plantean nuevas formas de confinamiento, precisamente en las zonas que requieren mas cuidados, que requieren refuerzos en salud, educación, transporte, vivienda, empleo, atención social…

¿Y ya está? Parece que no. La ciudadanía da muestras de hartazgo y hay conatos de rebeldía. La actuación institucional está zombi, las administraciones actúan tarde y mal. El malestar genera preguntas y propuestas, aunque no acabe de cristalizar social y políticamente.

El mercado a ultranza no cuida la vida personal ni de la especie, su lógica es el beneficio y la acumulación de riqueza por los mas poderosos sin mirar las consecuencias. A la vista de las crisis queda claro que es el Estado, quien tiene que coger las riendas y la sociedad quien tiene que exigir que se debata cómo tenemos que organizar la vida, la política, la producción, el consumo… no podemos ser sufridores masoquistas, tenemos que cuestionar qué vamos a hacer-

Y es desde la ciudadanía comprometida, activa, los movimientos sociales solidarios, desde donde tenemos que exigir que además de las necesidades coyunturales, inmediatas, planteemos políticas con cambios de fondo, saliendo al encuentro de los problemas reales y enfrentarlos a la ”realidad” que nos impone el capitalismo neoliberal, que es un callejón sin salida.

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