Días pasados se presentó en nuestra asociación de vecinos el documental Las sabias de la tribu, dirigido por Mabel Lozano y presentado por Almudena Cebrián, agente de igualdad de la CAM. En él aparecían, Carmen Alborch, Empar Pineda, Mariví Bilbao, Rosa Regás, y otras mujeres cuya principal característica ha sido la superación ante las adversidades de la vida, como María Área una mujer que comenzó a correr cuando tenía 55 años y a sus 67 ha ganado ya varios títulos y medallas, así como la conciencia de ser mujer de todas ellas.

Después del documental hubo un debate, y una de las opiniones que surgió es que en la década de los 90 y principios de este siglo, el movimiento feminista tuvo un retroceso al pensar que había conseguido sus metas y que habían desaparecido los objetivos por los qué luchar.

Los logros alcanzados por el movimiento y el papel que ocupa la mujer en la sociedad actual no se pueden desdeñar. Unas cifras que resultan reveladoras son las de la actual legislatura en la que hay 147 mujeres de 350 diputados. Alumnas matriculadas en las universidades españolas curso 2012-13: 54,3%. Esperanza de vida al nacer en 2012: 85,1 años. Y podríamos acudir a muchos más datos. Todo ello sin olvidar que en España, durante 40 años y como consecuencia de la dictadura de Franco, la mujer pasaba del tutelaje del padre al del marido.

Pero todavía se está lejos de haber conseguido la equiparación con el hombre. Me quiero detener en lo que se conoce por la brecha salarial, la diferencia existente entre los salarios de las mujeres y los de los hombres que, no solo continúa siendo alta en toda la Unión Europea, sino que en algunos países como España, se ha incrementado en los últimos años, como consecuencia de la crisis.
Existe una directiva comunitaria que obliga a la igualdad salarial desde 2006 y los países tienen normas que prohíben la discriminación salarial. Pero la ley tiene laberintos para saltársela. En la época actual asistimos a una legislación que invade no solo la escena pública sino la privada, dándose la paradoja de que por un lado existe una inflación de leyes y por otro aumenta la desregulación, como ocurre con determinadas políticas laborales que no gustan a los sectores económicos, y el salario se fragmenta en partes fijas y variables, en complementos, bonos, incentivos y pagos en especie, que multiplican en muchas ocasiones la discriminación.

Las mujeres cobran en España, según el último informe de Eurostat, un 19,3% menos que los hombres por el mismo trabajo, frente al 16,6% de la zona euro. Pero si se tiene en cuenta el conjunto de la vida laboral, la brecha es aún mayor pues, en igualdad de capacitación, ellas ocupan con frecuencia puestos inferiores y permanecen en general más tiempo en la misma categoría. Lo que se llama "techo de cristal". Una barrera invisible pero real, que perjudica a las mujeres para alcanzar puestos directivos en empresas públicas y privadas.

Dicho de otro modo, ellos se promocionan antes y escalan mucho más. Y cuando se jubilan, ellas se van a casa con una pensión inferior a la de los hombres.

Esta brecha salarial fue denunciada por Patricia Arquette en la recogida de su Oscar en el escenario más glamuroso del planeta y en la sociedad más avanzada del mundo.

Otra situación que hay que apuntar es que la crisis actual, ha hecho más vulnerable el mundo laboral: facilidad del despido, flexibilización de las condiciones de trabajo y ha golpeado más a aquellos colectivos como el de las mujeres donde la precariedad ya era importante antes de la crisis como trabajadoras domésticas, en el sector servicios, en fábricas, en cadenas de producción, etc., y se ha llegado a una feminización de la pobreza.

En Madrid, bien se sabe y se sufre, la falta de recursos para la ley de la dependencia y sus consecuencias han caído mayoritariamente en las mujeres, ya que son ellas las que se hacen cargo de sus mayores, quitándose algunas veces de su tiempo de asalariada, cuando no renunciado a su trabajo para sacar adelante la familia y el hogar.

En una entrevista Amalia Valcárcel, conocida feminista dijo: hay que tener un mundo para ganar. Es bueno tener una causa y que sea buena. La gente que no es capaz de tener una causa malgasta su vida.

En el mundo existen muchas sabias de la tribu que con su trabajo silencioso y no remunerado, mantienen familias, llenan necesidades que deberían estar a cargo del Estado, y entienden que la causa de la lucha por los derechos de la mujer y su no discriminación es buena y necesaria. Tienen un mundo bueno para ganar. Gracias a todas ellas.