Comenzamos el paseo, en la puerta principal del Edificio Telefónica, ya visitado con anterioridad (Prospereando.es Gran Vía-Telefónica).

El Proyecto del segundo y tercer tramo de la Gran Vía, data de los años 80, del siglo XIX. La prolongación de la calle Preciados hasta la Plaza de España, se convirtió en la Gran Vía. Se precisó para su ejecución expropiar y derribar numerosas casas y construcciones de la zona.

De los tres tramos de la Gran Vía, el primero se construyó con estilo francés, el segundo con el Edificio Telefónica, obra de José Cárdenas en estilo neo-barroco, madrileño. Se extiende desde la Red de San Luis hasta la Plaza de Callao, comprendiendo la calle de la Montera, antiguo centro neurálgico que se llamó de la Montería, en honor a la mujer del Montero del Rey. Desde allí partían los jinetes a los pueblos de Valverde, Hortaleza y Fuencarral. Esta zona era la continuación de la calle Jacometrezo. En este tramo intervinieron activamente los arquitectos Salaberry y Teodoro Anasagasti.

Hacía la mitad de la calle Montera, se encuentra la Red de San Luis, en dónde estuvo el antiguo Hospital e Iglesia de San Luis y el Mercado del Pan. Tomó su nombre de la red que colocaban para cubrir el pan. Allí existió una Tribuna Ciudadana y una estación del Metro de Madrid, obra de Antonio Palacios, con un precioso y famoso templete que se desmanteló en el año 1.972 y que actualmente se encuentra en Porriño, pueblo natal de Palacios.

Al principio, en 1910, los tres tramos tomaron sus nombres del Conde de Peñalver el primero, de Pí y Margall el segundo y de Eduardo Dato el tercero. Posteriormente se conoció como la Gran Vía, nombre que se hizo popular por la zarzuela “La gran Vía“, del Maestro Chueca. A pesar de su uso arraigado durante la Guerra Civil sufrió cambio de nombre.

Otros edificios como el Teatro Peñalva, de Salaberry y Anasagasti, los Almacenes Madrid-París, que fueron los primeros grandes almacenes instalados en Madrid, junto con los de Cuenca y Campo de Criptana del mismo nombre, que durante los años 60-70- pasaron a convertirse en los Almacenes SEPU, frente a los que se encuentra la calle Cinchilla, dónde en el siglo XVII residió el Juez Francisco Chinchilla que prohibió que se abandonaran animales muertos en la calle.

En este segundo tramo, en la actualidad hay casas con grandes ventanales, para dejar pasar la luz, tiendas y ha habido preciosos cines como el Palacio de la Música de 1.922, con una portada neo griega, obra de Secundino Duato y en cuyo interior se reproduce el Hospital de las Cuatro Cruces de Sevilla.

Una atención especial a la calle de la Abada que exhibe el dibujo de un reinoceronte. En 1501, el gobernador de Java regaló a Felipe II un rinoceronte hembra, a los que entonces se llamaba abada. El animal estuvo en un corral en ese lugar y fué muy visitado por los madrileños. Un  poco más abajo está la Plaza del Callao, que recibió su nombre del Puerto de Callao de Perú y la calle Jacometrezo, Cerca estuvo la Iglesia de los Jesuitas, que permaneció en la Gran Vía hasta el año 32, y desapareció cuando éstos  fueron expulsados.

Enfrente está el Cine-Palacio de la Prensa de Pedro Muguruza, de la Escuela de Chicago y en la acera de la izquierda el cine Callao y el Edificio Carrión, obra de Luis de Feducci, de estilo superfuncional, con desnudez racionalista.

Se adentra el paseante en la calle Silva, dónde está la Iglesia de la Buena Dicha, Hospital de los ingleses, que fue convento y hospital y es de estilo ecléctico de 1919, con mezcla de románico, mudejar y neo-nazarí. Aquí estuvo enterrada Manolita Malasaña.

Se pasa luego por la calle del Pozo, después Libreros, sede de famosas compras e intercambio de libros en la postguerra. Cerca, estuvo la casa profesa de los Jesuitas, hoy desaparecida; la calle de Salsipuedes, el Convento de San Norberto en la plaza de los Mostenses.

Al final del tercer tramo y antes de llegar a la Plaza de España está el cine Coliseum, del Maestro Guerrero y numerosos edificios, sedes de compañías de Seguros, oficinas y tiendas que en este tramo cierran el recorrido.

El paseante que ha conocido la época de esplendor de los cines mencionados de la Gran Vía, contempla con pena edificios vacios a la espera de una remodelación y uso adecuado.