“Es para felicitarse que el feminismo sea un movimiento rico, diverso, vivo, y en progreso constante”

Psiquiatra y feminista, ¿a partes iguales? Que juzguen los que lean esta entrevista que Prospereando.es ha hecho a Carmen Sáez Buenaventura (Dalías, Almería, 1938), militante de izquierdas desde los años setenta y militante por causas en las que, gracias a esfuerzos como el suyo, se ha avanzado mucho: sanidad pública, igualdad entre mujeres y hombres y derechos humanos en general. El activismo político iba al lado de su compromiso como profesional de la psiquiatría y, junto a eso, su compromiso verdadero con las mujeres. Con las mujeres en general, porque en aquellos años setenta, ser mujer, como sujeto pleno de derechos, era complicado por no decir imposible. De manera especial, Carmen se comprometió y se involucró en los movimientos que reclamaban los derechos que les correspondían a los enfermos mentales. Y dio un paso más, el complicado de verdad, ocuparse de las mujeres en situaciones límites y víctimas del patriarcado. Organizó grupos de psicoterapia para mujeres en los que abordó la relación circular entre identidad femenina y trastorno mental. Recogió la experiencia de este trabajo en el libro ¿La liberación era esto? Mujeres, vidas y crisis. Organizó grupos de mujeres para hablar, y esa experiencia que hoy nos resulta “de cajón”, fue, en su día, un proyecto rompedor al que le debemos mucho.

Uno de los resultados de su empeño por compaginar su actividad clínica con el activismo político fue la fundación de la librería Mujeres, junto a otras socias. También fue Directora General de la Mujer de la Comunidad de Madrid, entre 1989 y 1991. Hacemos un pequeño repaso de su trayectoria en esta entrevista que ha concedido a Prospereando.es; y hablamos también del futuro, ¡claro!

Hablemos de la lucha de psiquiatras progresistas en los años setenta. Usted ha dicho: “Fue importantísimo que tuviéramos enfrente a un enemigo tan serio. Nos hizo crecernos para combatirlo”.

Si pronuncié la frase a la que usted hace mención, creo que no estuve muy afortunada. Tal vez sólo sería adecuada si por “serio”, considerásemos la acepción del diccionario de “hosco” o “duro”. Porque el adjetivo realmente apropiado hubiera sido el de cruel e inhumano, ya que estaba refiriéndome al manicomio, a los manicomios de la época, y además, en una etapa autocrática y fascista en nuestro país. Ése era el enemigo a combatir por nuestra parte de psiquiatras convencidos de que había que llevar a cabo la transformación de la asistencia que hiciera a los enfermos mentales poseedores de los derechos humanos, de los que habían carecido siempre.

Se involucró de manera muy activa en la reforma de los manicomios. Háblenos de los avances que se hicieron.

Sería muy largo resumir la historia de este movimiento psiquiátrico desde los años 70 de su inicio, hasta lograr una Ley de Sanidad, en 1986, que incluyó a los enfermos mentales en iguales condiciones que al resto. En ello tuvo mucho que ver el proyecto de la reforma psiquiátrica que elevamos un grupo representativo al Ministro de Sanidad en 1985, como miembros de la coordinadora psiquiátrica que, como una red, se había extendido por el país. Fueron años inolvidables por la esperanza y también con el temor a las represalias que podían terminar con la pérdida de nuestros trabajos

Además de la reforma de la psiquiatría, se involucró en lo que concernía a las mujeres. Había mucho que hacer. Creó los grupos de mujeres. ¿Qué supuso la creación de los grupos de mures? Era algo rompedor

Respecto a mi actividad profesional con determinadas pacientes, muchísimas en la práctica habitual, mal atendidas, en mi opinión, y que corrían el riesgo de cronificarse con los tratamientos al uso, todo tuvo que ver con mi conciencia y activismo feminista. Se trataba de amas de casa de clase media. No olvidemos que por entonces, años 70, las mujeres no podíamos viajar sin permiso de un padre, un marido o un tutor; tener un negocio o casa propia. El hombre era el cabeza de familia a todos los efectos; así era frecuente oír comentarios tales como “mi marido es que no me saca”, para expresar la posibilidad de ir de paseo o acudir a algún lugar sin relación con el trabajo doméstico: o “tengo que pelarle la fruta y quitarle las espinas al pescado porque si no, no me lo come”, y tantas otras de igual estilo. Claramente, eran víctimas de la familia patriarcal al uso.
Las conversaciones entre las mujeres que habíamos conformado el primer grupo de actividad feminista en los intervalos libres de las muchas tareas que realizábamos, es decir, las conversaciones de tipo personal, nos resultaban esclarecedoras, no sólo para nosotras mismas, sino también de cara a nuestra actividad grupal. ¿Por qué no intentarlo entonces con ellas? Y así comenzamos la asistencia social del servicio de psiquiatría, y yo misma, sin batas blancas. una vez a la semana. En aquellas conversaciones terapéuticas en el despacho y saltándonos la hora del desayuno solo había que estimular a las mujeres para que se decidieran a hablar, escucharlas, y que se escucharan a sí mismas y a las demás, espejos en que se encontraban reflejadas. Resultaron eficacísimas aquellas reuniones, y poco a poco colonizaron gran parte de otros centros psiquiátricos.

¿Cuál es su opinión sobre la Ley de Igualdad de 2007? ¿Se está cumpliendo?

Como todas las leyes que se promulgan tras intensa y continuada presión social sobre un grupo humano abusado y desatendido para comenzar a tenerlo en cuenta, me parece necesaria y histórica. Y como todas las leyes que tratan de modificar una situación de injusticia social, y la que sufrimos las mujeres es tan antigua como la historia de la humanidad, afectando a más de la mitad de ésta, aunque yo sé qué se ha hablado y escrito sobre sociedades matriarcales pretéritas, son el inicio de una batalla que con los medios adecuados y suficientes tiene que inspirar todo el entramado social; todo ello significa ir levantando las viejas alfombras de la judicatura, la educación, el arte, la sanidad, la ciencia, los mitos y las creencias más arraigadas en los poderes. Incluso si se contase con los recursos idóneos, sería necesario un esfuerzo continuo, sostenido e intenso hasta lograr una reconstrucción en todos los órdenes de la sociedad sexista que conocemos, de manera que podemos felicitarnos de tener un trabajo y un cometido que nos durará para toda la vida de muchas vidas.

¿Y sobre la ley de libertad sexual?

¿De qué hablamos cuando hablamos de libertad? ¿Acaso no lo hacemos respecto a la ausencia o supresión de todo lo que significa restricción ilegítima o inmoral? Y, ¿quiénes ejercen este tipo de restricciones si no los que ostentan un poder sobre los que carecen de él? Desde mi punto de vista, esto introduce la esencia del sexismo patriarcal y machista.

Al hilo de esta ley, se ha abierto un debate sobre la identidad sexual o de género. La definición de género convierte la categoría de mujer en algo subjetivo, altera la definición de mujer. ¿Qué opina sobre esto?

Era de esperar que sucediera, solo hay que recordar que hasta bien entrado el siglo XX no dejó de considerarse la homosexualidad, por ejemplo, como una enfermedad psiquiátrica, desapareciendo entonces de los manuales diagnósticos, obedecidos beatamente por la mayoría del quehacer psiquiátrico occidental. Aun así, todavía hay quienes lo ven como un vicio aberrante. Lo que hoy denominamos género con soltura ya Margaret Mead, antropóloga, en 1935 se definió como una construcción social en su libro Sexo y temperamento en las sociedades primitivas y otros más. Y aunque el concepto y su desarrollo le costó el ostracismo y el descrédito de los “poderes científicos”, la fuerza de dicho concepto ha resucitado al cabo de casi dos siglos, para que entendamos mejor alejadas y alejados de tapujos religiosos sobre todo, pero no solo, y otras instancias de poder, la complejidad y las variaciones de la sexualidad humana, en lo cual, los unos y las otras, las unas y los otros, es decir, todas y todos, no somos sino personas, seres humanos sexuados, determinados en gran medida por los condicionamientos sociales patriarcales.

La ideología de identidad de género- Digamos en líneas generales que dentro del feminismo unos defienden la lucha por la igualdad y otros el derecho a la identidad de género ¿Le parece un debate necesario?

Muy a menudo he recordado la frase de Julio Cortázar “todos los fuegos, el fuego”. Pues bien, para mí “todos los feminismos, el feminismo”. Desde que este movimiento existe, han existido además de la solidaridad, puntos de vista alejados de otros sobre su pureza su autenticidad e idoneidad; ha estado conformado y nutrido por corrientes diversas y pugnas. Y creo que es para felicitarse, porque, que ello ocurra muestra que se trata de un movimiento rico, diverso, vivo, y en progreso constante, en lugar de un credo autocrático, uniforme, totalitario y beato. La dificultad es poder ir proporcionando a cada cual lo que necesita y merece, sin olvidar ninguna de sus vertientes, apartando tan solo a las que pretendan destruir, ningunear o ejercer un poder ilegítimo y arrasador.

Otro debate en el seno del movimiento feminista es lo que se refiere a la prostitución. Abolicionistas o libertad para su ejercicio. ¿Por qué se decanta usted?

Si se trata solamente de una pregunta que espera una respuesta simple, soy abolicionista. Otra cosa es todo aquello que política y socialmente supondría su puesta en vigor y que, hoy por hoy, no parece cerca de ser posible.

¿Qué está fallando para erradicar la violencia machista?

La falta de recursos y medios de todo tipo y la reconversión no sexista de cuantos Intervienen en su abolición.

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