La realidad y el lenguaje suelen ir de la mano. Es la suya una relación conflictiva, tensa a veces, lánguida otras, penetrante, significativa, aleccionadora. La realidad y el lenguaje se enriquecen y se decantan recíprocamente.

En el ámbito del lenguaje coexisten palabras mayores y menores. Aquellas son las que gravitan encima de nosotros, nos sobrevuelan y de algún modo nos determinan, establecen pautas y márgenes de actuación. Podemos buscar ejemplos ilustrativos tan cercanos como elocuentes, llenos de colorido o impregnados de sobriedad.

A veces las palabras mayores se presentan en solitario, otras lo haceen en pareja. El equilibrio, por ejemplo, es un término expresivo y sugerente, que nos lleva a la equidistancia y nos enseña a distinguir la tibieza de la templanza, que son -respectivamente- las caras negativa y positiva de la misma realidad. Tampoco hay que confundir éstas con la carencia y la asepsia, términos privativos aunque de distinto signo.

La complicidad es palabra grande porque abarca distintos niveles y cauces de expresión. La complicidad de pareja o de grupo, la complicidad laboral, política o intelectual… Unas y otras mantienen una vigencia de distintos tipos que dinamiza la vida cotidiana.

Teniendo en cuenta estas leves notas previas podemos fijarnos en algunas palabras -en un escueto y apretado resumen- cuyo contenido orienta y perfila nuestra vida.

La esperanza es un horizonte global de certidumbre y, a la vez, un alimento cotidiano y doméstico que fácilmente se desgasta y consume. Existen esperanzas de distintos tamaños y colores: la esperanza de seguir adelante, la esperanza de resistir, de llegar a fin de mes, de vivir con dignidad, de lograr algún día ser nosotros mismos… Las luces del amanecer y del atardecer se conjugan con sus distintas tonalidades y nos templan la vida. Es ciertamente difícil vivir sin esperanza, pero resulta a veces esforzado y abrupto convivir con ella, merecerla y perfeccionarla cada día.

El término solidaridad corre el inmenso riesgo de la retórica y la demagogia, pero su contenido mantiene viva nuestra dignidad de personas, la condición limpia de humanidad y de ciudadanía. Existen formas abundantes y generosas de solidaridad, como lo vemos por ejemplo estos días en las elocuentes imágenes de esa impresionante patrulla de vecinos y no vecinos voluntarios en la búsqueda del pequeño Gabriel, desaparecido en Almería.

Pero la relación de las diversas expresiones de la solidaridad es densa y casi interminable. Todos hemos conocido o practicado alguna de ellas, sobre todo las formas silenciosas de la solidaridad, los quehaceres de la empatía, los distintos modos de acompañar… Vivir la densidad de la cercanía y del abrazo, de la cálida comunicación y de la concordia. Precisamente por ello el abrazo y el diálogo son otras palabras mayores, de intenso simbolismo, que nos acompañan y suavizan las asperezas en los ámbitos personal, social y político, que construyen la armonía necesaria para sobrevivir con dignidad y holgura.

La esperanza tiene mucho que ver con la resistencia, que es una forma de lucha activa, pero bastante menos con la resignación, que se configura como una virtud pasiva y acomodaticia.

La creatividad es un campo abierto lleno de sugerentes posibilidades y que se despliega en diferentes ámbitos y niveles.

Existe la creatividad artística de alta envergadura, pero también la de carácter más doméstico y cotidiano, y ambas son un poderoso correctivo contra la esterilidad que destruye nuestras capacidades.

Contemplación es un término clave para personas creyentes y con sentido religioso, que expresa la presencia de Dios en la intimidad de la conciencia y en el curso de las circunstancias del mundo y de la vida personal y social.

Existen también, naturalmente, palabras mayores de carácter negativo que oscurecen el horizonte con reiterada insistencia, pero prefiero separarlas ahora para no enturbiar el posible brillo de estas reflexiones. Resulta difícil en el tiempo que vivimos sustraerse al impacto envolvente de la violencia en sus diversas formas, al ambiente de mediocridad que nos corroe, a tantas muestras de elitismo y superficialidad. Son palabras mayores pero engañosas y nocivas.

Existen asimismo términos menores pero profundamente significativos, de los que hablaremos otro día.

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