Editorial Redes Cristianas ago052016

Refugiados

En el verano del pasado año (2015) estallaba a la luz pública la noticia del inmenso flujo de refugiados que escapaban de la guerra de Medio Oriente (Siria, pero también Irak y Afganistán). Con la llegada del otoño y el mal tiempo las noticias de los naufragios y ahogados causó una ola de simpatía y solidaridad, mientras que la UE se debatía entre una teórica política de acogida, y una más práctica de freno y defensa frente a la masiva llegada de refugiados. Luego vino el vergonzoso acuerdo con Turquía, hoy rídiculo tras la orientación totalitaria del gobierno turco. A un año de aquella primera conmoción social, que incluye también la casi olvidada Lampedusa, nos preguntamos ¿qué fue de los refugiados?, ¿qué fue de Europa?

La idea de Europa es muy anterior a la creación de la UE.  Desde la idea imperial que se inicia con Carlomagno, a la Europa del humanismo representada por Erasmo de Róterdam, ambas nociones estuvieron presentes en la historia del  continente. Con la llegada de la UE parecía que por fin iba a predominar la Europa de los derechos humanos, de la solidaridad y de la paz.   Sin embargo la crisis de los refugiados puso de manifiesto que estos valores ya llevaban tiempo en descomposición. O quizá solo existían en la imaginación de los europeístas.

La UE realmente existente se fue construyendo sobre cálculos de interés  en torno al crecimiento económico, la expansión de los mercados, la acumulación del capital, y las normas de la competencia, a la vez que  supuso la consolidación de la burocracia europea  frente a las democracias de los pueblos. No se trató de una transferencia de soberanía, sino de su desposeimiento.  Se imponen los valores dominantes del capitalismo: el individualismo, la insolidaridad, el poder del dinero;  en paralelo resurgen las esencias identitarias nacionales conducidas por los nuevos fascismos, con sus inmediatos efectos contra los refugiados.

Reinvindicar la Europa del humanismo y los derechos civiles pasa por la desvinculación del paradigma de la Europa del crecimiento, del comercio internacional, de los mercados, y de los tratados comerciales,   que pesan como una losa  en la capacidad de crear un relato propio sobre contenidos, esfuerzos y compromisos con una concepción europea de la libertad, la paz y la solidaridad.

La primera tarea consistirá en criticar el funcionamiento de la UE para recuperar la idea europea de la tradición emancipadora.  La segunda y no menos importante, la resistencia a las políticas de austeridad, empobrecimiento, manipulacion mercantil y dominio de las grandes corporaciones mercantiles que ahora marcan el paso  a las periclitadas instituciones europeas.

Reinvindicar la Europa del humanismo y los derechos civiles significa hoy reponer en la agenda social y política la solidaridad activa con los refugiados y el compromiso efectivo con los movimientos sociales que a lo largo y ancho de Europa promueven  una economía al servicio de las personas, una cultura de la paz y denuncian el regreso de un nuevo fascismo al continente.

Los refugiados siguen ahí, en los campos europeos, más abandonados, más pobres,  más criminalizados, bajo el control de varias policías europeas. Parece que su cofinamiento se ha dulcificado, pues pueden entrar y salir libremente en los campamentos (al menos así es en el campo de internamiento de Lesbos, del que tenemos conocimiento directo).  Pero sin dinero y sin posibilidad de trabajar siguen subsistiendo  sin  expectativas sobre su futuro.  Las respuestas no van a venir de los gobiernos europeos,  sino de la ciudadanía. El movimiento europeo de ciudades de acogida, conseguir  poner en marcha un sistema eficaz de acogida -más que el techo del gasto y el deficit público- es hoy el gran reto europeo.

Cerramos nuestro posicionamiento  con la pregunta y el sueño que formuló el papa al recoger este año el premio Carlo Magno:

“¿Qué te ha sucedido, Europa humanista, defensora de los derechos humanos, de la democracia y de la libertad? […]

Sueño con una Europa en la que ser inmigrante no sea un crimen. Sueño con una Europa en la que los jóvenes puedan tener empleos dignos bien remunerados. Sueño con una Europa en la que no se dirá que su compromiso con los derechos humanos fue la última utopía”.

Publicado en la revista Redes Cristianas