Plaza de la Luna

Este es el título que le puse al paseo que dimos el otro día, y que consistió en explorar la vida y la historia que se encuentra a espaldas de la gran avenida, con sus grandes almacenes y sus suntuosos edificios. Otro pulso se manifiesta en las traseras. Y así comenzamos nuestro discurrir bajando desde un lugar que los madrileños llamamos Red de San Luis, sin que ninguna placa indique que nos encontramos en un sitio de tal nombre. En todo caso nos encontramos en el final de la calle de La Montera, en su confluencia con la Gran Vía.

Pero el caso es que tal red existió. Y su función era proteger el pan que se vendió en ese lugar durante muchos años, de la rapiña, y de la mano ágil de los golfillos y mendigos que atestaban la corte.

Calle Montera

El apellido de San Luis le viene de la iglesia que hubo en la Calle de la Montera. Templo del siglo XVII que fue incendiado en 1935 y posteriormente derrumbado, quedando en pie solo la fachada, que en los años 50 fue trasladada y colocada en la vecina iglesia del Carmen.

Así pues bajamos por Montera, con el bullicio y trasiego de esta concurrida calle. Las prostitutas, preferentemente en la parte alta de la calle. La policía abajo en su comisaría. Entre medio el trajín de las terrazas que se empiezan a montar a esta hora de la mañana. El paseo nos lleva hasta un callejón porticado de la época de Fernando VII, que se construyó por iniciativa de un comerciante apellidado Murga, a semejanza de los pasajes comerciales que existían el otras capitales europeas. Así pues el tal callejón que comunica la calle de la Montera con la Plaza del Carmen se llama Pasaje Comercial o Pasaje Murga, en recuerdo de su promotor. Ha sido recientemente restaurado, con gran acierto, después de muchos años de abandono y deterioro.

Y salimos del pasaje a la Plaza del Carmen, que muestra la monumental fachada de columnas del antiguo Teatro Madrid, sostenida milagrosamente por ingenios, ya que el interior se ha vaciado. Para dar un nuevo uso al que fue teatro y luego cine, y donde José Antonio Primo de Ribera, hizo el acto fundacional de Falange Española, con su famoso discurso de la dialéctica de los puños y las pistolas.

Bajamos a la Iglesia del Carmen, que se construyó sobre una antigua mancebía que existió extramuros de la ciudad. Cuando Felipe II, amplió la cerca, se expulsó a las trabajadoras de Venus y se construyó, convento e iglesia. Vemos la bonita fachada de San Luis de la que he hablado más arriba, y entramos en el templo que también fue arrasado en su día, a echar un vistazo rápido porque hay misa.

Calle de La Abada

Seguimos nuestro paso por la calle de La Abada. Y al ver el azulejo que anuncia la calle, alguien me pregunta qué pinta ahí un rinoceronte… Y es que se conoce con el nombre de abada a un rinoceronte hembra que trajeron a la corte unos portugueses, y que pacía por aquellos contornos. Y de ahí quedó el nombre de la calle.

Cruzamos la Gran Vía, y tras un vistazo rápido a los antiguos Almacenes Madrid-Paris, hoy reconvertido en otro establecimiento especializado en ropa barata, y que ha causado un verdadero acontecimiento multitudinario en su reciente inauguración hace unos meses, nos adentramos de nuevo en el sórdido terreno de la prostitución, en la calle del Desengaño, en la de la Ballesta, y en la Plaza de Santa María Soledad Torres Acosta. Esta plaza, es el resultado del solar dejado por el antiguo palacio-caserón que albergó el Banco de San Carlos, cuando se derribó. Y esto ocurrió cuando se construyó el Banco de España.

La plaza siempre ha sido un foco de continuos conflictos entre vecinos, prostitutas y adoradores de Baco y otros paraísos artificiales. Urinario al aire libre y otras lindezas. Bautizada por los madrileños como Plaza de la Luna, o de los Cines Luna, por aquel cinematógrafo que nos dio tantas películas en versión original, es uno de los ejemplos de horror urbanístico y arquitectónico de nuestra ciudad. La vieja iglesia de San Martín, con sus seculares muros de ladrillo adosado al monstruo de vidrio tintado y metal, que son los antiguos cines Luna, hoy reconvertido en gimnasio, donde para más inri del transeúnte, al echar la vista a lo alto, vemos al personal pedaleando en bicicletas estáticas, junto con otros espantosos aparatos de tortura de los que adornan los gimnasios modernos.

Calle Desengaño

No obstante la prostitución ha bajado mucho en la zona. De una veintena de prostíbulos que existían en la calle de la Ballesta en los años 80, apenas quedan dos. La mayoría ha sido adquirido por un consorcio llamado Tri-Ball, para dedicarlos a la moda, al arte, y en fin, con todo lo que tiene que ver con un fenómeno llamado “Gentrificación”, y que básicamente consiste en comprar barato, restaurar, y vender o alquilar caro. No me extiendo en el tema porque no acabaría nunca.

Enfilamos la calle Valverde, hasta el convento del siglo XVI de las Mercedarias de D.Juan de Alarcón, y doblamos por la calle de el Horno de San Onofre, donde observamos el encanto de una de las pastelerías de Madrid, con sus viejos pero impecables anaqueles, sus arañas de cristal colgando de sus techos pintados y todo el sabor del Madrid de antaño.

Cruzamos Fuencarral y nos llegamos a la calle de Hortaleza por la que transitamos unas calles hasta bajar por Augusto Figueroa y llegarnos a la Plaza de Chueca, donde disfrutamos del encanto de un barrio rescatado del deterioro de años, y que ha dado un cambio radical.

De ahí un saltito, y ya estamos dentro de la iglesia de San Antón, donde se puede pasar uno a tomar un café a cualquier hora del día o de la noche, desde que se ha hecho cargo del templo, el Padre Angel y sus Mensajeros de la Paz. Una buena noticia.

Y de ahí, a tomar unas cañitas, y a casita a comer.