La educación musical no es un invento moderno ni siquiera postmoderno, es algo tan antiguo que arranca desde los comienzos de la Razón, el origen de Occidente, Platón, aprovecho para animar a releer su República, porque en tiempos sombríos conviene volver a los orígenes para tomar energía y remontar. Y después de Platón vino la Edad Media, ese larguísimo período contradictorio en sí mismo, lleno de oscuridad y también de sabiduría cuyos próceres ya sabían que eso de la música era algo digno de ser enseñado, ser practicado y precisamente por ello, ser reservado a los que detentaban el Poder: mulieres in ecclesiis taceant.

La Ilustración, claramente “horizontaliza” la educación y por tanto la musical. Una educación musical abre, fomenta y desarrolla la razón y también el espíritu, aunque bien es cierto que se ha utilizado, ideológica y políticamente en estados totalitarios, como fue el caso de la Alemania nazi -que desarrolló un importante sistema de educación musical- o el estado soviético, que lo mismo hizo desde otros presupuestos, o en nuestro país, la famosa “sección femenina” y su falsa recuperación del patrimonio musical popular y dancístico, sin nombrar a las Iglesias, que todas sin excepción utilizan el canto y la música.

La educación musical se puede y se debe hacer desde la democracia, desde la pluralidad, es decir, desde la igualdad de oportunidades: la equidad y la fraternidad. La educación musical, además de poder ser utilizada como plataforma para fines propagandísticos y políticos (ya lo hemos dicho, en nuestro país tenemos el ejemplo de la “sección femenina” y sus destrozos musicales) puede y debe ser un medio para el desarrollo de la Inteligencia, de la Razón, de la Emoción, del Crecimiento Personal y del Crecimiento Social.

Pero ¿Qué entendemos por educación musical?

Pues algo tan sencillo como la organización didáctica, dentro del Sistema de Educación Obligatoria, de una materia denominada música que incluya la práctica sonora con fines expresivos y artísticos.

Aprender a tocar los instrumentos tradicionales, modernos, orquestales… conocer la Historia de la Música, degustar y aprender a valorar y desarrollar criterios propios estético-musicales son añadidos a ese entramado educacional que, de abajo hacia arriba, es decir desde Infantil hasta la Secundaria Obligatoria, debería fomentar la práctica musical. Ahora viene el momento de definir qué entendemos por práctica musical; pues de nuevo algo sencillo, hacer música con el instrumento más fácil, accesible y barato: la voz humana.

Efectivamente, el éxito del denominado “Método Kodàly”, famoso en el mundo entero y desarrollado por los compositores húngaros Zoltán Kodály y Béla Bartók, se basa en algo tan intuitivo como el Canto Coral, desde coros a una sola voz de niñas/os de 4 o 5 años, hasta el elaborado canto coral mixto, a cuatro o más voces, utilizando un Repertorio de música popular y de tradición oral, que fue el que recuperaron Kodály y Bartók en las primeras décadas del siglo pasado.

Conviene recordar otro éxito educativo, que en España se puso de moda de forma estruendosa, coincidiendo con la segunda legislatura de Zapatero y la gira europea de la Orquesta Simón Bolívar, su buque insignia, pero que cayó en el silencio más absoluto de la misma manera abrupta en la que subió a la cima del éxito, hablamos del sistema de orquestas venezolano. Rápida y sintéticamente resumiré que el denominado Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela (El Sistema) cumple 40 años de existencia precisamente este 2015, y su declaración de intenciones es la siguiente:

Orquesta FESNOJIV

La Fundación del Estado para el Sistema Nacional de las Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela (FESNOJIV), también conocida como El Sistema, es un programa de educación musical en Venezuela, originalmente llamado Acción Social para la Música cuya misión es sistematizar la instrucción y la práctica colectiva e individual de la música a través de orquestas sinfónicas y coros, como instrumentos de organización social y de desarrollo humanístico.

Fue creado por iniciativa de varios músicos, entre los cuales el más conocido es José Antonio Abreu, director de orquesta, e inspirado en cierta medida en las políticas cubanas de popularización del arte musical después de la revolución y cito textualmente su página oficial “respaldados por un decreto oficial de 1964, que contemplaba la obligatoriedad de la práctica en grupo para todos los alumnos de las escuelas de música del Estado, Abreu y ocho jóvenes estudiantes de música comenzaron a reunirse a finales de 1974 para crear el primer núcleo del Sistema. (…) Más adelante bajo la tutela del estado venezolano la FESNOJIV fue adscrita al Ministerio de Familia, Salud y Deportes con la meta de usar la música para la protección de la niñez por medio del entrenamiento, rehabilitación y prevención del comportamiento criminal".

En el origen la finalidad del Sistema era más social que artístico-elitista, se trataba de dar sentido vital a través de la música a niños/as y jóvenes excluidos socialmente. El resultado no solamente fue exitoso en lo social sino también en lo musical, uno de sus “hijos” es el prestigiado director de orquesta Gustavo Dudamel, actual director de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles, además de la no menos prestigiada Simón Bolívar Venezolana.

Es decir, organizar la educación musical a partir del canto coral, la percusión corporal, la construcción de instrumentos, los grupos instrumentales y orquestales, es algo simple y fácil: solamente se necesita, de nuevo, como para casi todo, la voluntad política para institucionalizarlo.

Los conservatorios elementales existentes donde se aprende a tocar instrumentos de la tradición culta occidental y a veces también de la tradición popular, desde mi punto de vista deberían estar asociados o insertos en los centros de enseñanza obligatoria y/o en la Red de Escuelas Municipales de Música, por cierto, Red prácticamente desparecida, cuando no privatizada; ahora bien, deberían revisarse los contenidos y los objetivos, estas enseñanzas no deberían ser un prólogo a las enseñanzas profesionales sino más bien una entrada en la Cultura Musical, así con mayúscula, que es el espacio en el que se crea la Afición. Recordemos que “aficionados/as” son aquellas personas conocedoras en profundidad de una materia, pero que no practican profesionalmente, y recordemos también eso es lo que falta, no existe directamente, en nuestro País.

Por otro lado los conservatorios profesionales deberían ser “integrados”, esto es, centros donde se imparta simultáneamente las enseñanzas profesionales de la música y la secundaria obligatoria, normalmente incluyendo el Bachillerato Musical, coincidente con el último ciclo de la enseñanza profesional de la música. En Madrid capital disponemos, solamente de un conservatorio de estas características, y en la provincia de otro (en El Escorial), el resto, hasta la cantidad de diez en total, son exclusivamente conservatorios, con el consiguiente añadido de esfuerzo no solamente para el alumnado, sino también para las familias en general, obligando a una sobrecarga escolar (laboral), además de energética, por los obligados desplazamientos, enormes a menudo.

Las escuelas municipales de música en su origen pretendían crear un tejido social que de hecho vendría a sustituir a las famosas Sociedades Filarmónicas del Siglo XIX, modernizándolas. Éstas, más o menos burguesas o elitistas, coexistían con las sociedades corales, más populares, ambas hoy desaparecidas del entramado social.

De hecho, esta red de escuelas municipales de música nunca llegó a funcionar como tal, aunque hubo ejemplos espléndidos de Escuelas Municipales de Música de forma individual, con proyectos creativos y muy inclusivos, que duraron 3, 4, 5 años….y luego se olvidaron.

La red de escuelas de música, de hecho, debería ser el proyecto estrella municipal para recuperar la educación musical: espacios abiertos a la ciudadanía sin ningún tipo de obstáculo, para cualquier ciudadano/a, mayor de edad o menor, anciano o con cualquier tipo de discapacidad, es decir un espacio municipal, por distritos, que abra sus puertas a l@s habitantes del mismo a practicar, aprender, hacer música, sin tecnicismos, y sobre todo sin ningún ánimo de profesionalización, más bien con ánimo de entretenimiento, de disfrute, de compartir tiempos y vivencias, de vida en común en el barrio y la ciudad, en un intercambio de experiencias y desarrollo de las capacidades artísticas y expresivas que cada ser humano posee, en el grado que sea, eso no importa y todo ello a través de la experiencia de lo sonoro.

Ya lo hemos dicho, la voz, el canto coral, la interpretación de grupos instrumentales, tanto con instrumentos tradicionales, como modernos, históricos, sinfónicos….la construcción de instrumentos, la música a través de la percusión instrumental y corporal, todos estos aspectos estarían dentro de lo que yo entiendo por Cultura Musical, que al final es lo que va a dar como resultado una ciudadanía aficionada a la música, la Gran Música, con mayúsculas.

Pues bien, hay que contextualizar socialmente la música que se escucha y sobre todo hay que aprender a sumergirse en ella, a disfrutarla, desde las Monodías y Polifonías profanas y religiosas de los primeros siglos del Segundo Milenio, hasta las músicas de hoy, de tradición escrita o culta, pasando por la gran tradición extra-europea, la tradición oral, la tradición popular…..la no tradición….etc….y en todo ello los centros culturales municipales y los profesionales que puedan facilitar este acercamiento didáctico, son piezas clave.

Esperemos que poco a poco, nuestro país llegue a tener una ciudadanía culta y aficionada en el sentido exacto del término, es decir conocedora de la música, de la Gran Música.