El término ideología empezó a utilizarse a finales del siglo XVIII y con los años y las distintas corrientes sociológicas imperantes ha adquirido distintos significados.

Generalmente se define la ideología de un pueblo o de un amplio colectivo como la concepción global de la sociedad que asume o que defiende. Implica una escala de valores e incide en el modelo económico, en las relaciones sociales, en la postura política, en el modelo de enseñanza o en el arte.

Todas las sociedades y todos los grupos tienen una ideología, una escala de valores aunque no sean conscientes de ello, aunque no esté explicitada.

Las ideologías pueden ser muy cerradas, incluso dogmáticas o abiertas a distintas sensibilidades aunque siempre con un eje común. Hay muchas ideologías distintas, algunas totalmente opuestas.

A finales del siglo XX el neoliberalismo y, en general, las corrientes conservadoras han infravalorado el valor de las ideologías, incluso han proclamado el fin de las ideologías y el triunfo del pensamiento único. Se ha repetido con insistencia que el sistema imperante no tiene alternativas y, que por lo tanto, el debate ideológico carece de sentido pero el neoliberalismo es una forma concreta de concebir la sociedad, es una ideología.

Las escuelas postmodernas también han rechazado la formulación de ideologías, han admitido como máximo una concepción muy abierta y flexible a los cambios de la sociedad o a los talantes de cada grupo, es lo que a veces se ha llamado el pensamiento débil.
Creo que un colectivo y especialmente una corriente política debe hacer un esfuerzo para definir y explicitar su ideología, para explicar con claridad el modelo de sociedad que propugna, cuales son los valores y las prioridades que defiende.

Una ideología no consiste en una mera relación de reformas concretas que se propone como, por ejemplo, la mejora de las urgencias hospitalarias o la apertura de nuevos colegios públicos, una ideología es una concepción de la sociedad y de sus valores. Si no se define todo queda en una ambigüedad.