Comienza nuestra visita en el mismo sitio donde se inició Madrid, esto es en el entorno de la Plaza de Oriente, en el año 854 el paisaje era muy distinto, con un escarpado bosque surcado por barrancos y cursos de agua. El arroyo más importante era el del Arenal, pero no el único, la actual Plaza de Oriente de norte a sur estaba dividida por el Arroyo de la Parra y una vegetación muy rica con encinas, pinos, cerezos, nogales, madroños… y un clima más frío y húmedo que el actual, también se han encontrado semillas de vid, melón, zarzamora…

El omeya Mohamed I, quinto emir de Córdoba e hijo de Abderramán II, fue el fundador de Madjrit (Madrid) y mandó construir en el año 854 una atalaya o torre que, con el paso del tiempo se transformó en un castillo o alcázar para la defensa de la almudaina (ciudad amurallada), que ocupaba el espacio de lo que es hoy el Palacio Real y la Catedral de la Almudena. En torno a esta ciudadela militar, se formó una pequeña ciudad o medina ocupada por los musulmanes civiles. Con el crecimiento de la población, el caserío se extendió por el barrio de la Vistillas al otro lado del Arroyo de San Pedro, cuyo lecho ocupa actualmente la calle Segovia y que discurre por debajo del Viaducto.

Alfonso VI, rey de Castilla y León, conquista Madrid a los árabes en 1083 entrando por la Puerta de la Vega, situada al final de la calle Mayor y que fue derribada en el año 1848. Alrededor del Alcázar primero y después del Palacio Real se fue levantando un buen puñado de casas, generalmente destinadas a usos administrativos, y conventos, sin ningún tipo de planificación urbanística, una de las características del Madrid de los Austrias.

José I Bonaparte, llamado popularmente Pepe Botella o Pepe Plazuelas, destaca por ser un gran impulsor de la plaza al mandar derribar el caserío medieval existente (entre los edificios se encontraban los conventos de San Gil y Santa Clara, la iglesia de San Juan y la biblioteca), dejando una amplia explanada despejada al costado oriental del Palacio Real, de ahí su nombre. En principio el proyecto del arquitecto Antonio López Cuadrado era de una plaza cuadrada y porticada, Fernando VII aparcó el proyecto y es Isabel II quien impulsa su construcción y terminación, pasando a ser ovalada con diseño de Narciso Pascual Colomer (el mismo de la Plaza de la Armería, enclavada entre el Palacio Real y la Almudena).

La Plaza de Oriente alberga una colección de figuras, realizadas en piedra caliza, de veinte reyes españoles: cinco visigodos y quince monarcas de los primeros reinos cristianos de la Reconquista y que son conocidas popularmente como los reyes godos. La idea era que las esculturas adornasen la cornisa superior del Palacio Real, pero nunca fueron colocadas, se temió que la cubierta no aguantase su peso, si bien la tradición sostiene que la reina Bárbara de Braganza tuvo un sueño en el que las figuras caían precipitándose hacia abajo. Fueron distribuidas en distintos sitios: Plaza de Oriente, Jardines de Sabatini, Puerta de Toledo y los Parques de El Retiro y El Capricho, en Pamplona (en el Pº de Sarasate los reyes navarros) y también en Burgos (en el Pº del Espolón).

En el centro de la plaza está el monumento a Felipe IV, compuesto por una estatua ecuestre del monarca y un pedestal con diferentes motivos escultóricos y dos fuentes, del siglo XIX. Está hecha en bronce y mirando hacia el Teatro Real, realizada entre 1634 y 1640 por el italiano Pietro Tacca (1577–1640), al cual le enviaron como modelos dos retratos del rey pintados por Velázquez, uno a caballo y otro de medio cuerpo. Fue fundida en Florencia (Italia). El escultor contó con el asesoramiento de Galileo Galilei para que el caballo que monta el monarca pudiese mantenerse exclusivamente sobre sus patas traseras; la solución dada por el físico consistió en hacer maciza la parte trasera y hueca la delantera. Se trata de la primera escultura ecuestre del mundo con esta disposición (caballo rampante).

Frente a esta escultura tenemos el Teatro Real, La decisión de construir un coliseo, en el solar del antiguo teatro de los Caños del Peral, fue tomada por Fernando VII en 1817. En su diseño, el edificio se concebía como el punto de referencia de una plaza porticada, proyecto que fue abandonado cuando las obras iban ya muy avanzadas, dado que desentonaba con la estética del conjunto de la plaza. En 1836 Isabel II dio un nuevo impulso a las obras y se inauguró el 10 de Octubre de 1850 (coincidiendo con el cumpleaños de la Reina) con la opera La Favorita de Gaetano Donizetti, que era en aquel momento el compositor favorito de los madrileños. Los arquitectos para este edificio de estilo neoclásico con forma hexagonal irregular fueron Antonio López Aguado y Custodio Moreno.

Palacio Real

Tras la conquista por Alfonso VI, el primitivo castillo musulmán se transforma en un alcázar que es ampliado sucesivamente a lo largo de los siglos por la corona hasta convertirse en sede de la corte con Felipe II, que la traslada a Madrid. El antiguo Alcázar se destruyó a causa de un incendio en la Nochebuena de 1734 y fue Felipe V quién ordenó que se construyese en este mismo lugar un palacio.

Las obras comenzaron en 1738 según el proyecto del arquitecto Filippo Juvara. A su muerte, se le encomendó el proyecto a su discípulo Juan Bautista Sachetti con la ayuda de Ventura Rodríguez. Francesco Sabatini se encargó de la conclusión del edificio, así como de nuevas obras de reforma, ampliación y decoración; el 1 de Diciembre de 1764 Carlos III estableció su residencia en él, siendo el primer monarca que habitó de forma continua el palacio.

Es de planta cuadrangular y se organiza en torno a un gran patio central. Las fachadas, en las que se empleó granito, piedra blanca de Colmenar y mármol para relieves y detalles, están inspiradas en las que realizó Bernini para el Louvre en 1665. El alzado de las fachadas consta de dos cuerpos: un zócalo almohadillado y un cuerpo superior de orden gigante, con pilastras jónicas, y remate de cornisa y balaustrada. El palacio es el mayor de toda Europa occidental, con una extensión de 135.000 metros.

Los jardines del Campo del Moro están en la fachada de poniente del Palacio Real y se llaman así porque en el año 1109 el segundo emir almorávide Ali Ibn Yusuf acampó sus tropas durante tres meses ante el Alcázar para rendir a los madrileños de Alfonso VI cortándoles el suministro de agua. Las canalizaciones secretas (“viajes de agua”) existentes en la antigua Medina musulmana hicieron fracasar el asedio islámico.

Los jardines de Sabatini están situados en la parte norte, entre el Palacio Real, la calle de Bailén y la cuesta de San Vicente, de diseño francés se crearon en los años treinta del siglo XX, reciben este nombre debido a que en este lugar se ubicaron las caballerizas construidas por el arquitecto Sabatini para servicio del Palacio. Estos jardines están adornados con un estanque, varias de las estatuas comentadas anteriormente y diversas fuentes.

Plaza de la Armería

Se encuentra entre la Catedral de la Almudena y la fachada sur del Palacio Real, fue diseñada por Narciso Pascual y Colomer y las obras finalizaron en 1892. Destaca un gran reloj y las estatuas de Fernando VI y Bárbara de Braganza; existe una reja que divide esta plaza con un patio exterior. En esta zona del palacio se encuentran la Real Biblioteca, la Real Armería, considerada como una de las mejores del mundo, y la Real Botica: actualmente es Museo de Farmacia donde destacan los frascos realizados en las fábricas de la Granja y del Buen Retiro.

En la plaza tiene lugar la ceremonia del cambio de guardia de la Guardia Real el primer miércoles de cada mes a las doce en punto.

Catedral de la Almudena

La catedral de Santa María La Real de La Almudena es la sede episcopal de la diócesis de Madrid. Es de estilo neoclásico en el exterior, neogótico en el interior y neorrománico en la cripta. Empieza a construirse en el año 1887 y se termina para la visita del Papa. Está construida en piedra de Novelda (Alicante) y granito de las canteras de Colmenar Viejo (Madrid). Fue consagrada por Juan Pablo II en su cuarto viaje a España, el 15 de junio de 1993.

A destacar, mirando desde la calle Bailén esquina a Mayor, el edifico que alberga el Consejo de Estado, llamado Palacio de los Consejos o Palacio del Duque de Uceda es un caserón de estilo barroco, muy representativo de la arquitectura palaciega madrileña del siglo XVII.

Seguimos nuestro recorrido por la calle Bailén, torciendo a la derecha por la calle de Requena y esquina con la de Rebeque puede verse una placa conmemorativa que señala el sitio donde se encontraba la puerta de la Sagra, uno de los accesos de la muralla cristiana de Madrid, adyacente a la de Valnadú.

Subiendo Requena llegamos a la Plaza de Ramales, anteriormente llamada Plaza de San Juan por encontrarse en ella una iglesia del mismo nombre, mandada derribar por José Bonaparte para crear una plaza nueva. Parece ser que la antigua iglesia había sido construida en la época de los romanos, fue consagrada en el año 1254 y dedicada a los santos Juan Evangelista y Juan Bautista. Su importancia era tal que llegó a ser parroquia de palacio hasta el 1.639. En ella reposaron los restos de Velázquez donde fue enterrado el 2 de Agosto de 1660, desapareciendo éstos al ser demolida. Existe una placa conmemorativa en la que se explica el espacio que ocupaba así como unos restos de sus muros.

El nombre de la plaza recuerda una batalla en la que luchó el General Esparteros contra las tropas de Carlos, hermano de Fernando VII, que pretendía el trono frente a Isabel II.

La plaza de Ramales está flanqueada por dos residencias palaciegas. La de mayor antigüedad es la Casa-palacio de Domingo Trespalacios, obra del arquitecto Andrés Díaz Carnicero, fechada en 1768. Por su parte, la Casa-palacio de Ricardo Angustias, construida en 1920 y terminada dos años después por el arquitecto Carlos Cedón y fue el resultado de una ampliación y reforma de un edificio de viviendas que ya existía en el siglo XIX pero sólo de tres plantas. Destaca la ampliación en altura de dos nuevas plantas, la última como un torreón de aires medievales y los estarcidos de estilo italiano en todo el edificio así como las pinturas sobre estuco en el último piso y parte del torreón.

Adyacente a la anterior se encuentra la Plazuela de Santiago con la Real Parroquia de Santiago y San Juan Bautista teniendo como curiosidad que allí acuden muchos peregrinos por ser uno de los principales y más antiguos puntos de partida del Camino de Santiago y para que les sellen “La Credencial” (pasaporte del peregrino para conseguir La Compostela). Tiene un diseño neoclásico diseñada por el arquitecto Juan Antonio Cuervo, colaborador de Ventura Rodríguez, y preside el altar mayor una de las mejores pinturas de Francisco Ricci titulada Santiago Matamoros (se cree que posiblemente influyó a Rubens).

Seguimos nuestro recorrido por la calle Arrieta y en el nº 12 nos encontramos con la Real Academia de Medicina, edificio construido en el año 1910 por el arquitecto Caballero Lapiedra, la fachada se corona con una balaustrada de reminiscencia dieciochesca y un grupo escultórico de dos matronas rodeando el escudo de España. En el interior destaca el salón de actos, el patio de honor y la sala de lectura de la Biblioteca.

Al final de la calle llegamos a una plaza donde se encuentra el Real Monasterio de la Encarnación, fue fundado por Dª Margarita de Austria, esposa de Felipe III. La historia cuenta que el motivo fue para perpetuar el recuerdo y la conmemoración de un hecho histórico: la ordenanza hecha por su esposo de la expulsión de los moriscos que aun quedaban en Madrid. Su arquitecto Juan Gómez de Mora lo edificó entre 1611 y 1616. La fachada es de inspiración de estilo herreriano, de gran austeridad, siendo muy copiada su construcción por otros templos madrileños. Es un convento de monjas agustinas.

En la antigua clausura se encuentra un museo que depende actualmente del Patrimonio Nacional y que se puede visitar, conserva importantes conjuntos pictóricos y escultóricos de los siglos XVII y XVIII, con obras de Lucas Jordán, Juan Van der Hammen, Vicente Carducho, Gregorio Fernández o Pedro de Mena. Destaca especialmente el relicario que alberga un conjunto de 700 piezas hechas en bronce, coral, marfil y maderas finas procedentes de Italia, Alemania, España y los Países Bajos.

Como curiosidad, la gente de Madrid conocía familiarmente este monasterio como las Margaritas. Las monjas de este convento fueron favorecidas con los derechos de unas primacías sobre unas minas de plata descubiertas por entonces, pero el dinero obtenido debían emplearlo en mandar hacer un arca artística especial para mantener oculto el Santísimo Sacramento el día del jueves Santo.

Se conserva en la iglesia un relicario que se dice contiene la sangre de San Genaro y otro la sangre de San Pantaleón; ésta última (según cuenta la tradición) se licua todos los años el día del santo, el 27 de julio.

Existe un pasadizo que conecta el Palacio Real con el convento y que ya se señalaba en el célebre plano de Teixeira. Servía para que el rey se desplazara en invierno a los oficios religiosos del monasterio sin salir a la calle. Cuenta la leyenda que una parte de estas galerías permanecía inundada por el agua y que Felipe IV utilizaba una góndola para desplazarse por ellas con la intención de seducir a una novicia que estaba en el convento de San Placido y que tuvo que fingir su muerte para huir de su acoso.

Cuando José Bonaparte residió en Madrid en calidad de rey apareció un día en la verja del monasterio un gato ahorcado que llevaba esta inscripción: Si no lías pronto el hato, te verás como este gato.

Continuando por la calle Encarnación nos situamos en la Plaza de la Marina Española donde está el Senado. En el siglo XVI, doña María de Córdoba y Aragón decidió instalar en este lugar un Colegio y una comunidad de frailes agustinos; el primitivo edificio se fecha en 1581 y en su decoración participó, entre otros maestros, El Greco. La constitución de las Cortes de Cádiz en 1812 y su traslado a Madrid hizo necesaria la búsqueda de un edificio donde celebrar las sesiones, habilitándose la iglesia del colegio; cuando en 1834 se instaura en España el sistema parlamentario, la Cámara Alta volvió a reunirse en este lugar y desde ese momento ha sido la sede del Senado. En 1845 se realizaron varias reformas, el arquitecto Álvarez Bouquel diseña la fachada neoclásica e Isidro González Velázquez modifica el interior para adecuar el antiguo convento al uso parlamentario, destacando la Biblioteca levantada en uno de los patios en estilo neogótico, inspirándose en la fachada del Parlamento británico de Londres.

En la misma plaza, en el nº 9, está el Palacio de Godoy (actualmente es el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales), construido bajo la dirección del arquitecto Francesco Sabatini a finales del siglo XVIII para servir de alojamiento y oficinas al Primer Secretario de Estado por lo que fue ocupado por Floridablanca y Godoy, este último lo compro y usó como residencia particular hasta 1807, año en que Godoy obtuvo el Palacio de Buenavista, y pasó entonces a ser sede del Consejo del Almirantazgo y, más tarde, de la Biblioteca Real.

Terminamos el recorrido en la calle Torija, en el número 14 podemos ver un típico caserón del siglo XVIII construido por Ventura Rodríguez en 1782 de estilo neoclásico tardo barroco sirvió como sede del Consejo Supremo del Tribunal de la Inquisición, en cuya entrada se podía leer el terrible lema inquisitorial: “Levántate Dios y juzga tu causa”. La Inquisición fue suprimida en 1808 por José Bonaparte y en 1813 por las cortes de Cádiz, en 1814 fue restablecida hasta su definitiva desaparición, decretada por el régimen liberal en 1820. Actualmente es un convento de las Reparadoras.